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Factores de la guerra mediática

Por Fernando Buen Abad Domínguez.

Estamos bajo el fuego de (al menos) tres guerras simultáneas: una Guerra Económica desatada para dar otra “vuelta de tuerca” contra la clase trabajadora; una Guerra Territorial para asegurarse el control, metro a metro, contra las movilizaciones y protestas sociales que se multiplican en todo el planeta, y una Guerra Mediática para anestesiarnos y criminalizar las luchas sociales y a sus líderes. Tres fuegos que operan de manera combinada desde las mafias financieras globales, la industria bélica y el reeditado “Plan Cóndor Comunicacional” empecinado en silenciar a los pueblos. Todo con la complicidad de gobiernos serviles especialistas en gerenciar los peores designios contra la humanidad. Hay que decirlo con claridad y sin atenuantes.

En particular, pero no aislada, se ha desatado contra el pueblo trabajador, de todo el planeta, una guerra mediática sin clemencia (aunque algunos todavía se nieguen a verla).

Tal guerra mediática es extensión de la guerra económica del capitalismo y es inexplicable sin explicarse (histórica y científicamente) cómo opera el capitalismo en sus fases diversas, incluyendo su actual fase imperial. La guerra contra los pueblos no se contenta con poner su bota explotadora en el cuello de los trabajadores; quiere, además, que se lo agradezcamos; que reconozcamos que eso está “bien”, que nos hace “bien”; que le aplaudamos y que heredemos a nuestra prole los valores de la explotación y la humillación como si se tratara de un triunfo moral de toda la humanidad. La guerra oligarca contra los pueblos nunca ha sido sólo material y concreta… ha sido ideológica y subjetiva. Nada de esto es nuevo, no se anota aquí como descubrimiento ni como verdad revelada, es la condena de clase sobre la que se verifica nuestra existencia. Mayormente en silencio.

Al lado de las consecuencias concretas de la “Triple Guerra”, que en cada país deja huellas específicas, está el problema de entender sus efectos supra, trans e intranacionales. Una parte del poder económico-político de las empresas transnacionales tiene su identidad vernácula desembozada o maquillada por prestanombres de todo tipo. Se trata de una doble articulación alienante que supera a los poderes nacionales (no tributa, no respeta leyes y no respeta identidades), mientras ofrece respaldo a operaciones locales en las que se inclina la balanza del capital contra el trabajo. Así, empresas como Shell (energética), aliada con bancos locales o internacionales, financia frentes mediáticos (televisoras, radios, periodistas, prensa) y promueve “estrategias” de defensa para los Estados aliados. Sus aliados. El discurso financiado es un sistema de defensa estratégica transnacional operada desde las centrales imperiales con ayudas vernáculas. Mismo modelo imperial con décadas de añejamiento pero tecnología actualizada. Es decir, nada de esto es nuevo, lo supimos y los sabemos.

Tomado de Cubaperiodistas.

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