Argentina: 46 años después, “Carta al compañero Rodolfo Walsh”
Por Carlos Aznárez/ Resumen Latinoamericano.
A 46 años de tu caída en combate, querido Rodolfo, tengo muchas ganas de hablar con vos. De contarte como están las cosas por aquí, y cuanta vigencia tienen hoy tus palabras sobre tantos temas que nos siguen importando. Como cuando dijiste: “El pueblo aprendió que estaba solo y que debía pelear por sí mismo y que de su propia entraña sacaría los medios, el silencio, la astucia y la fuerza”.
En ese sentido, decirte que como siempre, el país está encadenado de pies y manos al dichoso Fondo Monetario Internacional, ese que por su sigla, tantas veces mencionaste con desprecio. El que desde 1956 sirvió para empobrecer a nuestros compañeres de los barrios sumergidos, a las y los trabajadores, arrojándolos una vez más a la exclusión, pero también es quien golpea a una clase media que no da pie con bola a la hora de comprender quienes son sus verdaderos enemigos, y en la búsqueda de salidas generalmente opta huir por derecha.
Estas ataduras de ahora a un organismo multinacional que está acostumbrado a provocar asfixia, no vino por casualidad. Aunque a vos no te sorprenda, ya que siempre fuiste crítico con los conversos y los de ideología difusa, esta vez el acuerdo lo firmó un gobierno “nacional y popular”, sostenedor del capitalismo. Mandato que en su momento despertó cierta esperanza a millones de personas que se aferraron a él como un náufrago a un tablón en medio del océano, y muy pronto mostró la hilacha. Y lo hizo de manera tan malévola, que acudió para reforzar la complicidad en la entrega, a un Parlamento, que salvo muy poquitas excepciones, baila al compás de posiciones entreguistas. De esta manera se legalizó el robo a mano armada cometido por Mauricio Macri, discípulo, a pesar del tiempo transcurrido, de ese Martínez de Hoz que tan bien definiste en la Carta a la Dictadura Militar.
Por lo demás, compañero, informarte que nuestra clase política sigue sumando puntos en la tabla de mentiras y mediocridades, tratando de seducir y conducir, como aquel Flautista de Hamelín, al precipicio electoral como única salida. Mientras tanto, el pueblo llano, esos millones de hombres y mujeres, por los que vos diste tu vida con la ilusión de que todo cambiara radicalmente, está cien veces peor que hace 47 años, cuando todos nosotros y nosotras, persistíamos en soñar con una patria socialista, luchando para lograrla por todas las vías posibles, incluidas las más duras. Te hablo de que en los barrios, se come una comida diaria, que no hay leche para los pibes, que el pan y las verduras son artículos de lujo. Ni qué hablar de nuestros jubilados cobrando monedas frente a una inflación de más del 100%, mientras todos cantan loas a cuatro décadas de democracia tutelada. Además, Rodolfo, si vieras el estado en que están nuestros pueblos originarios, estallarías en rabia como lo hacías en tus gloriosos tiempos del diario de la CGT de los Argentinos.
Cuanta razón tenías al decir: “Nuestras clases dominantes han procurado siempre que los trabajadores no tengan historia, no tengan doctrina, no tengan héroes ni mártires. Cada lucha debe empezar de nuevo, separada de las luchas anteriores. La experiencia colectiva se pierde, las lecciones se olvidan. La historia aparece así como propiedad privada cuyos dueños son los dueños de todas las cosas”. Así es nomás, por eso la dictadura y esta democracia dependiente apuntó a destruir los lazos sociales, para desmovilizarnos y que no se pueda responder rápidamente a las políticas de despojo.
Capítulo aparte, el de los «intelectuales». Ese sector que tan bien marcaste a fuego cuando la milicada fascista te (nos) arrancó a la inolvidable Vicky montonera, que eligió morir por su propia mano antes que los verdugos la asesinaran. Hoy como ayer, hay varios, sucesores de aquellos que en nuestra época decían que nunca «era el momento» para la acción directa, siguen predicando desde el púlpito, temerosos de que las luchas se radicalicen de tal manera que se los lleve puestos, dando consejos sobre lo que hay que hacer, pero siempre bien lejos de las calles, donde cada tanto afloran las rebeldías necesarias para que la dignidad no sea una palabra en desuso.
Me acuerdo cuando escribiste: “El campo del intelectual es por definición la conciencia. Un intelectual que no comprende lo que pasa en su tiempo y en su país es una contradicción andante, y el que comprendiendo no actúa tendrá un lugar en la antología del llanto pero no en la historia viva de su tierra”. Letra a letra surgían de tu práctica de militante comprometido con la lucha de clases. Aplicando el riquísimo conocimiento que adquiriste en esas largas noches y madrugadas de charlas con el Che y Jorge Ricardo Masetti, en las oficinas de Prensa Latina, en Cuba. Y que más tarde reiteraste en tu recorrido revolucionario en las FAP y Montoneros.
Otro tema que te desvelaría es el fraccionamiento en que estamos sumergidos a nivel de la militancia, surcados por posiciones que van desde el edulcoramiento a otras que siguen encerradas en dogmatismos sectarios. Discusiones inimaginables en aquellos años donde arañábamos los cielos que queríamos tomar por asalto. Hablar de Revolución hoy, compañero Rodolfo, suena tan lejano, que a veces, en nuestros entornos más cercanos se duda sobre la posibilidad de hacerla, y eso no es culpa solo de nuestros enemigos de toda la vida, sino de la derrota ideológica en la que tanto han colaborado ciertos segmentos autodenominados “de izquierda”. Eso ocurre con una nueva especie, surgida de un pensamiento reformista o neo desarrollista o socialdemócrata o de “centro-izquierda”, que es el progresismo. Doctrina que se basa en seductores discursos sobre «cambios profundos» a realizar cuando se arribe por vía electoral al gobierno, y luego que eso ocurre, no cambiar nada. Más aún, a poco de llegar tuercen el rumbo y terminan como perritos falderos de los gringos o sus socios. Esos, querido Rodolfo, son los que se alegran de abrazarse con Biden, hablan de la “democracia israelí” (vos que conociste de cerca la lucha del pueblo palestino, los escupirías en el rostro ), condenan a Rusia por denazificar Ucrania o dejan entrar las multinacionales. Sí querido Walsh, te hablo de Monsanto, Chevron, Barrick Gold y similares, a las que miman y premian, para que nos sigan expoliando. No solo eso, son tan genuflexos que criminalizan la protesta, judicializan a luchadores y luchadoras, mantienen en prisión a cuatro comuneras mapuche y sus nueve hijos, y no diferenciándose un ápice de la derecha más extrema, arremeten en nombre del “peronismo” (si Evita viviera, los haría fusilar) contra piqueteros y piqueteras (hay una tal Tolosa Paz a la que seguramente le dedicarías una reflexión ácida en algunos de los artículos que escribías), mantienen en sus cargos a quienes fueron autores ideológicos del asesinato de Darío y Maxi, dejan moverse con impunidad a empresarios saqueadores como Vicentín, Joe Lewis, Benetton, y como si no les alcanzara la desvergüenza, le ponen alfombra roja a la empresa estatal sionista de agua Mekorot. Todo esto, en el marco de usurpar una historia de lucha a la que abonaron con su sangre los 30.000 compañeres que recordamos este pasado 24. O como vos planteabas: «De los políticos solo podíamos esperar el engaño, la única revolución definitiva es la que hace el pueblo y dirigen los trabajadores”.
Por último, decirte que a pesar de tantas iniquidades, muchos y muchas seguimos en pie, no hemos arriado las banderas de la rebeldía, las del 17 de octubre, del Cordobazo o el Argentinazo. Estamos convencidos de que estos males de ahora son solo ciclos que debemos superar, esforzándonos como lo hicimos siempre, pero preparándonos para la gran batalla: sacudirnos de encima este capitalismo que solo genera muerte.
Estamos seguros que siempre habrá jóvenes que cargarán en sus mochilas tu legado y el de tantos compañeres, y que inevitablemente pensarán en clave de salvar a la Pacha Mama, desintoxicar el medio ambiente y seguir creyendo en la Revolución y Socialismo. Sabiendo que estas dos circunstancias siguen siendo posibles, pero que no se hará simplemente con elaboración de proclamas o comunicados.
Tenemos en claro, compañero Rodolfo, que como ocurrió siempre a lo largo de nuestra historia, el enemigo que enfrentamos es brutal en sus acciones, pero también sibilino a la hora de la cooptación. Te hubiera sonado conocido -evocando a Vandor, Alonso o Kloosterman- si hubieras visto y oído las lisonjas que ciertos “dirigentes populares” le dedican al Embajador yanqui de turno, o la alegría presidencial por poder ponerse de rodillas ante el representante del Tío Sam.
Recuerdo tus charlas, cuando en las reuniones de la agrupación de prensa o en la Agencia ANCLA que compartimos, insistías en lo importante de dar la batalla cultural informativa para contrarrestar el envenenamiento masivo a través de los medios. Hoy esas palabras siguen sonando a música frente a lo que nos toca enfrentar. De allí que con vos, a 46 años de aquel momento en que la patota de la Marina quiso cazarte con vida y los venciste con una pequeña arma en la mano, repetimos: “No podemos, ni queremos, ni debemos renunciar a un sentimiento básico: la indignación ante el atropello, la cobardía y el asesinato”.
1. La censura de prensa, la persecución a intelectuales, el allanamiento de mi casa en el Tigre, el asesinato de amigos queridos y la pérdida de una hija que murió combatiéndolos, son algunos de los hechos que me obligan a esta forma de expresión clandestina después de haber opinado libremente como escritor y periodista durante casi treinta años.
El primer aniversario de esta Junta Militar ha motivado un balance de la acción de gobierno en documentos y discursos oficiales, donde lo que ustedes llaman aciertos son errores, los que reconocen como errores son crímenes y lo que omiten son calamidades.
El 24 de marzo de 1976 derrocaron ustedes a un gobierno del que formaban parte, a cuyo desprestigio contribuyeron como ejecutores de su política represiva, y cuyo término estaba señalado por elecciones convocadas para nueve meses más tarde. En esa perspectiva lo que ustedes liquidaron no fue el mandato transitorio de Isabel Martínez sino la posibilidad de un proceso democrático donde el pueblo remediara males que ustedes continuaron y agravaron.
Ilegítimo en su origen, el gobierno que ustedes ejercen pudo legitimarse en los hechos recuperando el programa en que coincidieron en las elecciones de 1973 el ochenta por ciento de los argentinos y que sigue en pie como expresión objetiva de la voluntad del pueblo, único significado posible de ese “ser nacional” que ustedes invocan tan a menudo.
Invirtiendo ese camino han restaurado ustedes la corriente de ideas e intereses de minorías derrotadas que traban el desarrollo de las fuerzas productivas, explotan al pueblo y disgregan la Nación. Una política semejante sólo puede imponerse transitoriamente prohibiendo los partidos, interviniendo los sindicatos, amordazando la prensa e implantando el terror más profundo que ha conocido la sociedad argentina.
2. Quince mil desaparecidos, diez mil presos, cuatro mil muertos, decenas de miles de desterrados son la cifra desnuda de ese terror. Colmadas las cárceles ordinarias, crearon ustedes en las principales guarniciones del país virtuales campos de concentración donde no entra ningún juez, abogado, periodista, observador internacional.
El secreto militar de los procedimientos, invocado como necesidad de la investigación, convierte a la mayoría de las detenciones en secuestros que permiten la tortura sin límite y el fusilamiento sin juicio. Más de siete mil recursos de hábeas corpus han sido contestados negativamente este último año. En otros miles de casos de desaparición el recurso ni siquiera se ha presentado porque se conoce de antemano su inutilidad o porque no se encuentra abogado que ose presentarlo después que los cincuenta o sesenta que lo hacían fueron a su turno secuestrados.
De este modo han despojado ustedes a la tortura de su límite en el tiempo. Como el detenido no existe, no hay posibilidad de presentarlo al juez en diez días según manda una ley que fue respetada aún en las cumbres represivas de anteriores dictaduras. La falta de límite en el tiempo ha sido complementada con la falta de límite en los métodos, retrocediendo a épocas en que se operó directamente sobre las articulaciones y las vísceras de las víctimas, ahora con auxiliares quirúrgicos y farmacológicos de que no dispusieron los antiguos verdugos.
El potro, el torno, el despellejamiento en vida, la sierra de los inquisidores medievales reaparecen en los testimonios junto con la picana y el “submarino”, el soplete de las actualizaciones contemporáneas. Mediante sucesivas concesiones al supuesto de que el fin de exterminar a la guerrilla justifica todos los medios que usan, han llegado ustedes a la tortura absoluta, intemporal, metafísica en la medida que el fin original de obtener información se extravía en las mentes perturbadas que la administran para ceder al impulso de machacar la sustancia humana hasta quebrarla y hacerle perder la dignidad que perdió el verdugo, que ustedes mismos han perdido.
3. La negativa de esa Junta a publicar los nombres de los prisioneros es asimismo la cobertura de una sistemática ejecución de rehenes en lugares descampados y horas de la madrugada con el pretexto de fraguados combates e imaginarias tentativas de fuga.
Extremistas que panfletean el campo, pintan acequias o se amontonan de a diez en vehículos que se incendian son los estereotipos de un libreto que no está hecho para ser creído sino para burlar la reacción internacional ante ejecuciones en regla mientras en lo interno se subraya el carácter de represalias desatadas en los mismos lugares y en fecha inmediata a las acciones guerrilleras.
Setenta fusilados tras la bomba en Seguridad Federal, 55 en respuesta a la voladura del Departamento de Policía de La Plata, 30 por el atentado en el Ministerio de Defensa, 40 en la Masacre del Año Nuevo que siguió a la muerte del coronel Castellanos, 19 tras la explosión que destruyó la comisaría de Ciudadela forman parte de 1.200 ejecuciones en 300 supuestos combates donde el oponente no tuvo heridos y las fuerzas a su mando no tuvieron muertos.
Depositarios de una culpa colectiva abolida en las normas civilizadas de justicia, incapaces de influir en la política que dicta los hechos por los cuales son represaliados, muchos de esos rehenes son delegados sindicales, intelectuales, familiares de guerrilleros, opositores no armados, simples sospechosos a los que se mata para equilibrar la balanza de las bajas según la doctrina extranjera de “cuenta-cadáveres” que usaron los SS en los países ocupados y los invasores en Vietnam.
El remate de guerrilleros heridos o capturados en combates reales es asimismo una evidencia que surge de los comunicados militares que en un año atribuyeron a la guerrilla 600 muertos y sólo 10 o 15 heridos, proporción desconocida en los más encarnizados conflictos. Esta impresión es confirmada por un muestreo periodístico de circulación clandestina que revela que entre el 18 de diciembre de 1976 y el 3 de febrero de 1977, en 40 acciones reales, las fuerzas legales tuvieron 23 muertos y 40 heridos, y la guerrilla 63 muertos.
Más de cien procesados han sido igualmente abatidos en tentativas de fuga cuyo relato oficial tampoco está destinado a que alguien lo crea sino a prevenir a la guerrilla y Ios partidos de que aún los presos reconocidos son la reserva estratégica de las represalias de que disponen los Comandantes de Cuerpo según la marcha de los combates, la conveniencia didáctica o el humor del momento. Así ha ganado sus laureles el general Benjamín Menéndez, jefe del Tercer Cuerpo de Ejército, antes del 24 de marzo con el asesinato de Marcos Osatinsky, detenido en Córdoba, después con la muerte de Hugo Vaca Narvaja y otros cincuenta prisioneros en variadas aplicaciones de la ley de fuga ejecutadas sin piedad y narradas sin pudor.
El asesinato de Dardo Cabo, detenido en abril de 1975, fusilado el 6 de enero de 1977 con otros siete prisioneros en jurisdicción del Primer Cuerpo de Ejército que manda el general Suárez Masson, revela que estos episodios no son desbordes de algunos centuriones alucinados sino la política misma que ustedes planifican en sus estados mayores, discuten en sus reuniones de gabinete, imponen como comandantes en jefe de las 3 Armas y aprueban como miembros de la Junta de Gobierno.
4. Entre mil quinientas y tres mil personas han sido masacradas en secreto después que ustedes prohibieron informar sobre hallazgos de cadáveres que en algunos casos han trascendido, sin embargo, por afectar a otros países, por su magnitud genocida o por el espanto provocado entre sus propias fuerzas.
Veinticinco cuerpos mutilados afloraron entre marzo y octubre de 1976 en las costas uruguayas, pequeña parte quizás del cargamento de torturados hasta la muerte en la Escuela de Mecánica de la Armada, fondeados en el Río de la Plata por buques de esa fuerza, incluyendo el chico de 15 años, Floreal Avellaneda, atado de pies y manos, “con lastimaduras en la región anal y fracturas visibles” según su autopsia.
Un verdadero cementerio lacustre descubrió en agosto de 1976 un vecino que buceaba en el Lago San Roque de Córdoba, acudió a la comisaría donde no le recibieron la denuncia y escribió a los diarios que no la publicaron. Treinta y cuatro cadáveres en Buenos Aires entre el 3 y el 9 de abril de 1976, ocho en San Telmo el 4 de julio, diez en el Río Luján el 9 de octubre, sirven de marco a las masacres del 20 de agosto que apilaron 30 muertos a 15 kilómetros de Campo de Mayo y 17 en Lomas de Zamora.
En esos enunciados se agota la ficción de bandas de derecha, presuntas herederas de las 3 A de López Rega, capaces de atravesar la mayor guarnición del país en camiones militares, de alfombrar de muertos el Río de la Plata o de arrojar prisioneros al mar desde los transportes de la Primera Brigada Aérea 7, sin que se enteren el general Videla, el almirante Massera o el brigadier Agosti.
Las 3 A son hoy las 3 Armas, y la Junta que ustedes presiden no es el fiel de la balanza entre “violencias de distintos signos” ni el árbitro justo entre “dos terrorismos”, sino la fuente misma del terror que ha perdido el rumbo y sólo puede balbucear el discurso de la muerte.
La misma continuidad histórica liga el asesinato del general Carlos Prats, durante el anterior gobierno, con el secuestro y muerte del general Juan José Torres, Zelmar Michelini, Héctor Gutiérrez Ruíz y decenas de asilados en quienes se ha querido asesinar la posibilidad de procesos democráticos en Chile, Boliva y Uruguay.
La segura participación en esos crímenes del Departamento de Asuntos Extranjeros de la Policía Federal, conducido por oficiales becados de la CIA a través de la AID, como los comisarios Juan Gattei y Antonio Gettor, sometidos ellos mismos a la autoridad de Mr. Gardener Hathaway, Station Chief de la CIA en Argentina, es semillero de futuras revelaciones como las que hoy sacuden a la comunidad internacional que no han de agotarse siquiera cuando se esclarezcan el papel de esa agencia y de altos jefes del Ejército, encabezados por el general Menéndez, en la creación de la Logia Libertadores de América, que reemplazó a las 3 A hasta que su papel global fue asumido por esa Junta en nombre de las 3 Armas.
Este cuadro de exterminio no excluye siquiera el arreglo personal de cuentas como el asesinato del capitán Horacio Gándara, quien desde hace una década investigaba los negociados de altos jefes de la Marina, o del periodista de “Prensa Libre” Horacio Novillo apuñalado y calcinado, después que ese diario denunció las conexiones del ministro Martínez de Hoz con monopolios internacionales.
A la luz de estos episodios cobra su significado final la definición de la guerra pronunciada por uno de sus jefes: “La lucha que libramos no reconoce límites morales ni naturales, se realiza más allá del bien y del mal”.
5. Estos hechos, que sacuden la conciencia del mundo civilizado, no son sin embargo los que mayores sufrimientos han traído al pueblo argentino ni las peores violaciones de los derechos humanos en que ustedes incurren. En la política económica de ese gobierno debe buscarse no sólo la explicación de sus crímenes sino una atrocidad mayor que castiga a millones de seres humanos con la miseria planificada.
En un año han reducido ustedes el salario real de los trabajadores al 40 %, disminuido su participación en el ingreso nacional al 30 %, elevado de 6 a 18 horas la jornada de labor que necesita un obrero para pagar la canasta familiar, resucitando así formas de trabajo forzado que no persisten ni en los últimos reductos coloniales
Congelando salarios a culatazos mientras los precios suben en las puntas de las bayonetas, aboliendo toda forma de reclamación colectiva, prohibiendo asambleas y comisiones internas, alargando horarios, elevando la desocupación al récord del 9 % prometiendo aumentarla con 300.000 nuevos despidos, han retrotraído las relaciones de producción a los comienzos de la era industrial, y cuando los trabajadores han querido protestar los han calificado de subversivos, secuestrando cuerpos enteros de delegados que en algunos casos aparecieron muertos, y en otros no aparecieron.
Los resultados de esa política han sido fulminantes. En este primer año de gobierno el consumo de alimentos ha disminuido el 40 %, el de ropa más del 50 %, el de medicinas ha desaparecido prácticamente en las capas populares. Ya hay zonas del Gran Buenos Aires donde la mortalidad infantil supera el 30 %, cifra que nos iguala con Rhodesia, Dahomey o las Guayanas; enfermedades como la diarrea estival, las parasitosis y hasta la rabia en que las cifras trepan hacia marcas mundiales o las superan.
Como si esas fueran metas deseadas y buscadas, han reducido ustedes el presupuesto de la salud pública a menos de un tercio de los gastos militares, suprimiendo hasta los hospitales gratuitos mientras centenares de médicos, profesionales y técnicos se suman al éxodo provocado por el terror, los bajos sueldos o la “racionalización”. Basta andar unas horas por el Gran Buenos Aires para comprobar la rapidez con que semejante política la convirtió en una villa miseria de diez millones de habitantes.
Ciudades a media luz, barrios enteros sin agua porque las industrias monopólicas saquean las napas subterráneas, millares de cuadras convertidas en un solo bache porque ustedes sólo pavimentan los barrios militares y adornan la Plaza de Mayo, el río más grande del mundo contaminado en todas sus playas porque los socios del ministro Martínez de Hoz arrojan en él sus residuos industriales, y la única medida de gobierno que ustedes han tomado es prohibir a la gente que se bañe.
Tampoco en las metas abstractas de la economía, a las que suelen llamar “el país”, han sido ustedes más afortunados. Un descenso del producto bruto que orilla el 3 %, una deuda exterior que alcanza a 600 dólares por habitante, una inflación anual del 400 %, un aumento del circulante que en sólo una semana de diciembre llegó al 9 %, una baja del 13 % en la inversión externa constituyen también marcas mundiales, raro fruto de la fría deliberación y la cruda inepcia.
Mientras todas las funciones creadoras y protectoras del Estado se atrofian hasta disolverse en la pura anemia, una sola crece y se vuelve autónoma. Mil ochocientos millones de dólares que equivalen a la mitad de las exportaciones argentinas presupuestados para Seguridad y Defensa en 1977, cuatro mil nuevas plazas de agentes en la Policía Federal, doce mil en la provincia de Buenos Aires con sueldos que duplican el de un obrero industrial y triplican el de un director de escuela, mientras en secreto se elevan los propios sueldos militares a partir de febrero en un 120 %, prueban que no hay congelación ni desocupación en el reino de la tortura y de la muerte, único campo de la actividad argentina donde el producto crece y donde la cotización por guerrillero abatido sube más rápido que el dólar.
6. Dictada por el Fondo Monetario Internacional según una receta que se aplica indistintamente al Zaire o a Chile, a Uruguay o a Indonesia, la política económica de esa Junta sólo reconoce como beneficiarios a la vieja oligarquía ganadera, la nueva oligarquía especuladora y un grupo selecto de monopolios internacionales encabezados por la ITT, la Esso, las automotrices, la U.S.Steel, la Siemens, al que están ligados personalmente el ministro Martínez de Hoz y todos los miembros de su gabinete.
Un aumento del 722 % en los precios de la producción animal en 1976 define la magnitud de la restauración oligárquica emprendida por Martínez de Hoz en consonancia con el credo de la Sociedad Rural expuesto por su presidente Celedonio Pereda: “Llena de asombro que ciertos grupos pequeños pero activos sigan insistiendo en que los alimentos deben ser baratos”.
El espectáculo de una Bolsa de Comercio donde en una semana ha sido posible para algunos ganar sin trabajar el cien y el doscientos por ciento, donde hay empresas que de la noche a la mañana duplicaron su capital sin producir más que antes, la rueda loca de la especulación en dólares, letras, valores ajustables, la usura simple que ya calcula el interés por hora, son hechos bien curiosos bajo un gobierno que venía a acabar con el “festín de los corruptos”.
Desnacionalizando bancos se ponen el ahorro y el crédito nacional en manos de la banca extranjera, indemnizando a la ITT y a la Siemens se premia a empresas que estafaron al Estado, devolviendo las bocas de expendio se aumentan las ganancias de la Shell y la Esso, rebajando los aranceles aduaneros se crean empleos en Hong Kong o Singapur y desocupación en la Argentina.
Frente al conjunto de esos hechos cabe preguntarse quiénes son los apátridas de los comunicados oficiales, dónde están los mercenarios al servicio de intereses foráneos, cuál es la ideología que amenaza al ser nacional.
Si una propaganda abrumadora, reflejo deforme de hechos malvados no pretendiera que esa Junta procura la paz, que el general Videla defiende los derechos humanos o que el almirante Massera ama la vida, aún cabría pedir a los señores Comandantes en Jefe de las 3 Armas que meditaran sobre el abismo al que conducen al país tras la ilusión de ganar una guerra que, aún si mataran al último guerrillero, no haría más que empezar bajo nuevas formas, porque las causas que hace más de veinte años mueven la resistencia del pueblo argentino no estarán desaparecidas sino agravadas por el recuerdo del estrago causado y la revelación de las atrocidades cometidas.
Estas son las reflexiones que en el primer aniversario de su infausto gobierno he querido hacer llegar a los miembros de esa Junta, sin esperanza de ser escuchado, con la certeza de ser perseguido, pero fiel al compromiso que asumí hace mucho tiempo de dar testimonio en momentos difíciles.
Rodolfo Walsh. – C.I. 2845022
Buenos Aires, 24 de marzo de 1977
Tomado de Resumen Latinoamericano – Argentina.