Dolores, la nuestra, la vuestra
Por Ana Hurtado.
Le tocó lo peor de España, le tocó lo peor del mundo. Le tocó conocer el lado más oscuro de las personas, pero eso nunca fue una excusa para que Dolores siempre diera lo mejor de ella.
Le mataron a “su Rubén”, su hijo del alma, teniente del Ejército Rojo, en la Batalla de Stalingrado luchando contra los nazis. Todo lo malo que le pudo pasar a una mujer de aquella época, lo vivió ella en su piel y en su carne. Pero nunca agachó la mirada. Ni la frente.
Hoy, a 127 años de que llegara a una tierra devastada por terratenientes y plagada de campesinos pobres, en plena industrialización, la recordamos con más fervor que nunca, porque Dolores no es nuestra, ella es del mundo, como también lo es Fidel. A los héroes, la vida los arranca de su tierra natal para hacerlos universales, para que sean el ejemplo y el referente de los pueblos del mundo.
Ella, La Pasionaria, como empezó a firmar sus primeros escritos, empezó a entender el marxismo como herramienta para la liberación de la clase obrera, internacional, la que no tiene nacionalidad. Lo dijo Marx: los pobres no tienen patria. Fue tras casarse con un minero socialista que empezó a cuestionarse su educación católica y a entregarse a la lucha, sin impedirle esto haber tenido seis hijos como cualquier mujer de la época, cumpliendo con las “obligaciones” que la sociedad en aquel momento exigía a las mujeres. Pero no había nacido solamente para ser madre y la compañera que apoya al minero que hace la huelga. Se divorció de él. Algo impensable en aquella España caduca; y fue varias veces encarcelada por su actividad comunista y sus discursos que molestaban tanto al poder establecido, como a muchos “de su bando”. No lo tuvo nunca fácil.
Y si algo tuvo Dolores claro en toda su vida, fue la unión en la militancia antifascista. Un lazo que siempre la ha unido a Fidel. Misma lucha, distintos escenarios y momentos, mismo espíritu, diferentes actores.
Hablaron en un momento de acuerdo a unas determinadas circunstancias, con una dialéctica envidiable y supieron amoldarse a los cambios, a pesar de que muchos continuaran (y algunos siguen) anclados en el pasado.
Y aunque en España el resultado no se logró, no nos queda otra que mirar la victoria del comandante y de su pueblo.
La grandeza de Fidel fue que por arriba de todas las miserias humanas, que no son exclusivas de un bando ideológico, fue capaz a pesar de las críticas de algunos que a su lado se creían más marxistas que Marx y de muchas traiciones, de vencer todos los obstáculos y de hacer una revolución.
Porque la revolución no es exclusiva de un país. La revolución es un concepto internacional, la revolución, es algo que tiene que ver con los seres humanos. Y eso, nos lo enseñaron ambos.
No fueron pocos los problemas que tuvo el Che de xenofobia por ser argentino y estar en la causa cubana. No siguen siendo pocos los que invitan a los extranjeros amigos de Cuba a hacer la revolución en sus países. ¿Hay algo más contrarrevolucionario que eso? Pero está en nosotros, alzarnos a los obstáculos, a la mezquindad y seguir el ejemplo de tres personas como las hasta ahora nombradas, que se enfrentaron a todo tipo de dificultades.
Lenin, sin ir más lejos, tuvo que luchar con gente en su contra de su propio partido para el alzamiento del 7 de noviembre de 1917 de la Revolución de Octubre. Se votó en el Partido Bolchevique, y la opción del alzamiento estaba en minoría porque muchos decían que no se tenían las condiciones creadas. Pero el camarada presionó advirtiendo con su renuncia. Estudiándose de nuevo la propuesta que se llevó a cabo y se atacó el Palacio de Invierno. Triunfaron.
Las revoluciones no son fáciles. No son homogéneas. Siempre vamos a tener diferencias de opinión. Fruto de ellas, la izquierda europea sigue alimentándose de ese infantilismo eterno. Pero alzarse sobre eso y seguir el ejemplo de Fidel es el secreto de la victoria, de la internacional. Si la revolución no se defiende desde la vanguardia, se queda anclada en el pasado, a pesar de que sean muchos los que no lo entiendan.
En el año 1977 tuvo lugar en Cuba la primera Conferencia de la Nación y Emigración y empezó a llegar gente que había emigrado de los Estados Unidos. Hubieron personas que entregaron el carnet del partido, diciendo que consentir eso era una traición; una desviación. También, cuando se aceptaron a los religiosos en el partido, la inversión extranjera, cuando “el dólar” en la década de los 90… Todos pasos que dio Fidel adaptándose a las condiciones del momento, para sacar adelante a su pueblo, venciendo y sin rendirse jamás.
Pero no todo el mundo está preparado para estar en la avanzada.
Ahora pasa exactamente igual. Críticas; las mismas que sufrió Dolores en plena guerra civil y estando en el exilio en Moscú de todos aquellos que la llamaban traidora siendo esto lo más bonito que le decían. Críticas en Cuba a un gobierno que se deja la piel, por sacar a un pueblo adelante. Pero hemos de observar quién critica para entender. Hemos de acostumbrarnos, y vivir con ello, a que siempre habrá voces disconformes, ataques, diferencias, y malas voluntades, pero eso jamás nos debe frenar, igual que no frenaron a los héroes que guían nuestros pasos. No somos sufridores que callan y aguantan estoicamente aunque haya gente que crea que ser revolucionario es eso. Normalizar el aguante. Nunca podemos olvidar que nacimos para vencer y siempre seguiremos en ese camino.
Esta es una batalla por la humanidad, contra el imperialismo, por la lógica. Somos dialécticos. Personas que aprendiendo de Fidel, de Dolores, sabemos enfrentarnos a cualquier tipo de escenario y situaciones. Y sabemos que cerrarse en una burbuja es el fin de cualquier revolución.
Somos luchadores por la justicia social. Hacemos lo que ellos dos nos enseñaron: socialismo y fidelismo. Y estas nobles misiones no se puede lograr sin que nos muerdan, nos ataquen, nos insulten; vengan los golpes de la dirección que vengan.
Es imprescindible reinterpretar nuestra lucha de hoy a través del pensamiento de Fidel, como él mismo lo hacía con Martí. ¿O acaso Fidel entró en el cuartel Moncada a lomos de un caballo blanco?
Nuestra única manera hoy en día de honrar a ambos, a Dolores y a Fidel, es siendo humanos. No violando principios éticos. Nuestra causa es un sentimiento, que se enclava dentro del ideario marxista, pero que no está exenta de emociones.
Le preguntaba Fidel al Che:
– “¿Tú piensas que estoy loco?
– Un poco de locura está bien ¿no?”
Y es la continuidad de la lucha que comenzaron ellos, hacia la cima de las montañas, la que transitamos nosotros, y no precisamente por caminos llanos.
Hoy celebramos el natalicio de Dolores. Pero Dolores es Fidel. Fidel es Ernesto. Ernesto es Miguel Hernández. Miguel Hernández es Vilma. Vilma es Federico.
La revolución somos todos. Y si no la hacemos con los mejores sentimientos, se nos escapa de las manos. Que nos guíen solo los sentimientos de amor.
A la memoria De Dolores Ibárruri.
Tomado de Cubadebate.