Internacionales

Cuando la gente come y bebe plástico

Por Sergio Ferrari

Un maremoto tóxico envenena los océanos: entre 19 y 23 millones de toneladas de residuos plásticos acaban anualmente en lagos, ríos y mares. Constituyen solo una parte de los 400 millones de toneladas de basura de este tipo, resultado de productos diseñados para utilizarse una sola vez. Menos del 10% de este gran total llega a reciclarse. De seguir así, hacia 2040 estas cifras se habrán duplicado.

La primera semana de junio, expertos de las Naciones Unidas reclamaron enérgicamente y repitieron sus advertencias. David R. Boyd, Relator Especial sobre Derechos Humanos y Medio Ambiente, y Marcos Orellana, Relator Especial sobre Tóxicos y Derechos Humanos, volvieron a la carga. Sus declaraciones no dejan lugar a dudas: la producción de plásticos depende casi exclusivamente de combustibles fósiles y libera sustancias tóxicas. El producto final contiene sustancias químicas venenosas, lo que supone graves riesgos y daños para la salud y el medio ambiente.

El resto del mundo científico adelanta argumentos sólidos: al final del ciclo de los plásticos como bienes de consumo, sus residuos son altamente contaminantes, ya que el 85% de los mismos, que pueden usarse una sola vez, van a parar a vertederos o, directamente al medio ambiente.

Los expertos de la ONU insisten en que el plástico, los microplásticos y las sustancias peligrosas que los mismos contienen, ya pueden encontrarse en los alimentos que se ingieren, el agua que se bebe y el aire que se respira. Y alertan, además, sobre el impacto nefasto de este tipo de polución en el clima, aunque muchas veces se subestima. Un solo ejemplo ilustrativo: las partículas de plástico que se encuentran en los océanos limitan la capacidad de los ecosistemas marinos para eliminar los gases de efecto invernadero.

Ya en 2019 la Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura (FAO, en inglés) había identificado más de 220 especies que ingieren desechos microplásticos en condiciones naturales. Muchas de estas especies, como los mejillones, las ostras, las almejas y los camarones, son consumidas por los seres humanos (https://www.fao.org/3/ca3540es/CA3540ES.pdf).

Según la FAO, los microplásticos, pequeñas partículas sintéticas que provienen de derivados del petróleo y muy difícilmente degradables, se clasifican en primarios y secundarios. Los primarios son aquellos que, después de su uso, se desechan sin que puedan filtrarse o depurarse. Su dimensión miniatura les permite evadir todo tipo de control. Tal es el caso de los granulados, los polvos y los abrasivos domésticos e industriales que se utilizan, por ejemplo, en productos cosméticos y pastas dentífricas.

Los secundarios resultan de la degradación de otros productos plásticos, ya sea de la fragmentación de grandes estructuras sintéticas como de la liberación de fibras durante el lavado de telas y prendas de vestir y aun de la abrasión de los neumáticos de los automóviles en movimiento.

Las áreas más afectadas por la presencia de estos productos son el Mar Mediterráneo y los mares del este y el sudeste asiático, así como las zonas de convergencia ecuatorial al norte del Atlántico y el Pacífico.

Las “zonas de sacrificio” errenales

Los expertos afirman que, aunque todo el mundo se ve afectado por las repercusiones negativas del plástico, la exposición a la contaminación y sus residuos afecta más a las comunidades marginadas.

Y denominan “zonas de sacrificios” a aquellos lugares o regiones especialmente expuestos a un mayor nivel de contaminación debido tanto a los plásticos como a otras formas de explotación de los recursos naturales.

Se trata de sitios donde se han establecido fábricas, minas y refinerías. Todas estas actividades producen un alto nivel de sustancias tóxicas, contaminan el aire, el suelo y el agua, y amenazan la salud de las personas que viven en las cercanías.

El relator de la ONU David Boyd, junto con la investigadora Mckenna Hadley-Burke y con el auspicio de dos departamentos de la Universidad British Columbia, acaban de publicar el informe Zonas Sacrificadas: los 50 lugares con más polución de la Tierra, para cuya elaboración se consultaron unas 80 personalidades y organizaciones ambientalistas de varios continentes (https://www.ohchr.org/sites/default/files/2022-03/SacrificeZones-userfriendlyversion.pdf).

La lista de las zonas sacrificadas es exhaustiva: desde Cerro de Pasco, en Perú, hasta Grassy Narrows, en Canadá, e incluye unos 40 países de todos los continentes donde se encuentran sitios emblemáticos de la polución mundial.

América Latina, avances pero lentos

América Latina y el Caribe conforman una región especialmente vulnerable a los desechos marinos y otras amenazas medioambientales. Según el Programa de la ONU para el Medio Ambiente (PNUMA), solo en el año 2020 llegaron al océano 3.700.000 toneladas de contaminación plástica procedentes de países de la región.

Este informe hace referencia a varios sitios específicos, como La Oroya, Perú, donde el 99% de los niños cerca de una fundición de plomo presenta niveles elevados de ese metal en la sangre. O como las comunidades indígenas Wayuú, en Colombia, donde la explotación de la mina de carbón El Cerrejón contamina el aire y el agua, causa de enfermedades respiratorias y elevados niveles de sustancias tóxicas en la sangre.

Aunque todavía queda mucho por hacer, las Naciones Unidas reconocen que 27 de los 33 países del continente han aprobado leyes nacionales o locales para la reducción, la prohibición o la eliminación de los plásticos no reciclables. Y enumera algunas realidades y decisiones acertadas.

Recuerda que Chile, en 2018, fue el primer país sudamericano que prohibió el uso de bolsas de plástico y que en 2021 promulgó la Ley de Plásticos de un Solo Uso, que prohíbe la utilización de artículos como palillos y pajillas de plástico en establecimientos dedicados a la alimentación.

Argentina aprobó en 2019 una resolución que establece directrices nacionales para abordar la producción, el uso, la gestión de residuos, la reducción de la contaminación del plástico y su impacto en el medio ambiente. En 2020 promulgó una ley que prohíbe la producción, importación y comercialización de productos cosméticos y de higiene personal que contengan microesferas de plástico.

Colombia busca garantizar que hacia el año 2030 el 100% de los plásticos que en el presente se usan una sola vez, sean reutilizables, reciclables o desechables con residuos orgánicos. En 2022 aprobó un proyecto de ley para prohibir 14 tipos de plásticos, entre ellos bolsas, pajillas y envases para frutas y verduras.

Por su parte, Ecuador intenta convertir a las Islas Galápagos en un archipiélago libre de plástico, y desde 2018 ha eliminado gradualmente las bolsas y botellas de ese material, así como los envases de polietileno.

En 31 de los 32 estados de México se han adoptado prohibiciones y restricciones para diferentes productos de un solo uso, como bolsas, pajillas de plástico y productos fabricados con poliestireno expandido, así como microplásticos en los productos de cuidado personal. El gobierno mexicano está elaborando un Plan de Acción Nacional sobre Basura Marina y Contaminación por Plástico e implementando un primer Inventario Nacional de Fuentes de Contaminación por Plástico, el cual constituirá la base para la ejecución de dicho plan.

Por otra parte, la Ciudad de México reforzó su compromiso con la eliminación de la contaminación por plástico, como puede verse por su decisión de apoyar el Compromiso Global de la Nueva Economía del Plástico. De esta manera se convierte en la primera megalópolis de la región en establecer una firme línea de acción con respecto a este problema ambiental.

Uruguay lanzó en 2022 un programa voluntario para promover la reducción de residuos plásticos y explorar opciones de sustitución de fácil implementación. Con el nombre de “Desafío: Libre de plásticos de un solo uso”, esta iniciativa apunta principalmente a los sectores del comercio minorista y el turismo. También aprobó una ley que establece que, a partir de 2025, las empresas que fabrican, embotellan o importan bebidas no alcohólicas en envases de plástico sólo podrán utilizar envases con un mínimo de un 40% de su peso en material reciclado.

Guatemala está utilizando biovallas fabricadas con desechos plásticos recuperados para que las comunidades ribereñas puedan recoger y reciclar los residuos de los ríos. Estas barreras procuran evitar que la contaminación plástica fluya hacia el mar.

Un cambio sistémico como alternativa posible

En mayo pasado, el Programa para el Medio Ambiente de las Naciones Unidas publicó el Informe Cerrar el Grifo: cómo el mundo puede poner fin a la contaminación por plásticos y crear una economía circular. El mismo examina modelos económicos y comerciales para hacer frente al impacto negativo de la economía del plástico. (https://wedocs.unep.org/bitstream/handle/20.500.11822/42277/Plastic_pollution.pdf?sequence=4)

Este informe señala que las soluciones alternativas ya están disponibles y que un cambio integral en los sistemas y sectores pertinentes, respaldado por la legislación necesaria, generará una serie de beneficios económicos y reducirá los daños a la salud humana.

Propone un cambio sistémico que resuelva de raíz las causas de la contaminación por plásticos y combine la reducción del uso problemático e innecesario de dicho material con una transformación del mercado para asegurar la circularidad de dichos productos. Por circularidad se entiende la reutilización, el reciclaje y la reorientación-diversificación, así como la adopción de medidas necesarias para hacer frente al impacto histórico de esta forma de contaminación.

La reutilización implica un cambio radical de actitud: de una economía acostumbrada a arrojar basura sin pensar en las consecuencias, a una de reutilización. Esta nueva modalidad no solo contribuirá a la reducción de la contaminación por desechos plásticos; también garantizará emprendimientos económicos más rentables. Tanto la reorientación como la diversificación de este mercado hacia alternativas sostenibles requerirá, por otra parte, cambios significativos en la demanda de los consumidores, los marcos normativos y los costes.

Las buenas intenciones y los discursos con propuestas sobran. La realidad, sin embargo, está marcada por otras lógicas de sociedad. En 2021, sólo en la Unión Europea la industria del plástico les dio trabajo a 1.5 millón de personas en 52.000 empresas –en su mayoría pequeñas y medianas–, lo que generó una facturación de 405.000 millones de euros. Según el criterio del valor añadido, el del plástico es un sector muy importante, ubicado en la octava posición y tan solo por detrás del sector de equipos eléctricos (https://plasticseurope.org/es/wp-content/uploads/sites/4/2023/02/PLASTICOS-SITUACION-2022-esp.pdf).

Como en todos los otros sectores de la actividad económica, también en este sector la viabilidad de alternativas más coherentes con el medio ambiente se confronta con “el hoy y el aquí”. La producción y la comercialización del plástico no escapan a la regla. Aunque la ciencia confirma que, de hecho, ya existen microplásticos en nuestros alimentos y en el agua que bebemos, los cambios seguirán siendo lentos y apenas perceptibles. Mientras tanto, aparecerán nuevas islas en el mar profundo: las que se forman por la acumulación monumental de los desechos plásticos.

Tomado de Rebelión/ Foto de portada: PNUMA

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