Daniel Blake
Por Ana Hurtado.
El mundo está revuelto. Mientras las potencias occidentales y sus políticas económicas siguen destrozando el conjunto global, los países del sur se han unido para reclamar justicia.
Esta es una historia larga, que continúa y permanece en un planeta en el que los seres humanos han pasado directamente a un plano invisible. Desde la aparición del capitalismo hemos asistido a la progresiva destrucción de las personas, de su entorno y de sus libertades por parte de fuerzas opresoras que abusan in crescendo.
¿Es esto a lo que estamos destinados los seres humanos?
En el año 2016 el cineasta inglés Ken Loach, uno de mis máximos referentes, estrenaba la cinta Yo, Daniel Blake. Una oda al realismo social que vivimos en los países europeos, y que es extensible a cualquier país neoliberal.
Loach lleva toda su carrera dedicado a mostrar este tipo de realidades que no suelen ser el plato favorito de las salas de cine. Con este película, ganó la Palma de Oro ese mismo año en el Festival de Cannes. La industria del cine tuvo que otorgársela, porque Daniel Blake no dejó desapercibido a nadie y porque el cine también es una herramienta de transformación social.
Mucha gente piensa que en los países del primer mundo existe el paraíso. Cuando llegan a ellos, descubren cuán equivocados estaban. Otros, que no han ido nunca, siguen escuchando cantos de sirena y obnubilados con una idea que no existe. Al igual que el paraíso. Y Loach tiene la maravillosa capacidad de plasmar esa realidad que no se vende, no se publicita, pero que abunda y es perenne.
El protagonista, Daniel, es un carpintero que sufre un infarto y tiene que luchar contra la burocracia inglesa para recibir una pensión ya que está inhabilitado para trabajar. El director pone de manifiesto la total deshumanización del hombre y la mujer abordando las carencias y la decadencia de un sistema que ya es insostenible. En concreto, el sistema de asistencia británico, en total caída desde las políticas de Margaret Thatcher.
Se llenaban la boca con el estado del bienestar, pero este se esfumó, se fue a por tabaco y nunca volvió. Como se puede observar en el largometraje, Blake se hace amigo en los centros de demanda de empleo de una madre soltera que tiene que mudarse a 500 km de su domicilio con sus hijos para aceptar un trabajo.
Ve desde las entrañas de la clase obrera inglesa cómo la vida del trabajador es un número. El mal trato, la nula empatía y por supuesto la inexistente sensibilidad.
Hasta se llega a cuestionar si una persona que ha sufrido un infarto y está mal de salud, es apta para seguir trabajando a su edad –59 años-, en empleos de gran carga física. Quizás si ese hombre fuera el padre del trabajador que lo está atendiendo en el “Job Center”, este trabajador tendría un poco más de humanidad y decencia. Pero, ¿tienen que ser los lazos familiares y amistosos los únicos que nos hagan conmovernos ante la injusticia humana? Porque como Daniel Blake, hay miles. Y no solo en Inglaterra. En todos nuestros países occidentalizados.
Este sistema injusto ya no tiene base sobre la que sostenerse. Lo denunció ayer martes el presidente Miguel Díaz Canel en la ONU.
Los países del sur, los subdesarrollados por el abuso de los poderosos, también tienen voz. Como dijo el Presidente cubano, son víctimas de un “abusivo orden económico mundial”. Abuso que cometen también con la clase obrera dentro de sus mismas fronteras como hemos podido observar con Loach.
Díaz Canel pidió justicia. Cuba en la ONU dio una nueva lección de dignidad al mundo. Un mundo en el que crece la desigualdad a pasos agigantados para el beneficio y placer de unos pocos.
“Urge un nuevo y más justo contrato global” afirmó.
Porque este capitalismo es un depredador de seres humanos, de almas, del medioambiente y arrasa con todo lo que se presente en su camino.
Es un honor para los países del G77 + China que se alzara la voz en el corazón de Nueva York por ellos y por nosotros. Una voz que ya había alzado Fidel tiempo atrás y que aún resuena dentro de esas paredes.
Queremos justicia, queremos igualdad, queremos un mundo en el que el hombre viva libre y soberano. Y vamos a luchar por él hasta nuestro último suspiro.
Cuba es quien lleva la antorcha en la mano. Nos guía. Tiene la experiencia de la resistencia, la valentía, la determinación y la humanidad.
No podemos hacer otra cosa los que somos sus amigos que seguirla, comprenderla, apoyarla y nutrirnos de su espíritu emancipador y justo.
Por que si no… ¿Qué nos queda? ¿La desesperanza? ¿Morir solos como Daniel Blake?
Eso es el capitalismo: morir solos en tu casa y sin nadie que te cuide como a Daniel Blake.
Tomado de Cubadebate.