Internacionales

¿Cómo no llorar por ti, Argentina?

Por Atilio Borón

Ayer jueves regresé a Beijing, procedente de Suzhou, una ciudad cercana a Shanghai. Debía retornar a la capital china para emprender el largo regreso a casa. La distancia entre Suzhou y Beijing es de 1.138 kilómetros. Los anfitriones nos hicieron una reserva en uno de esos trenes de alta velocidad de los cuales ya les hablé y cubrimos el trayecto en 4 horas exactas, con solo dos breves paradas intermedias. En una de ellas nos sorprendió la aparición de un delivery trayendo hamburguesas recién hechas. La gente de la Academia China de Ciencias Sociales las había solicitado por internet desde el tren porque quienes participamos en el seminario no pudimos almorzar ya que la partida de Suzhou era a las 13.22. Pero en esa parada intermedia estaba el repartidor con el pedido justo a tiempo, parado exactamente en el lugar del anden que señalaba donde estaría la puerta de acceso al vagón número siete en que viajábamos.

Para resumir: en cuatro horas recorrimos sin sentirlo poco más de mil cien kilómetros. Al llegar a la enorme y altamente informatizada estación de trenes de Beijing Sur recordé que el verano pasado fui a Mar del Plata en tren y demoró poco más de seis horas para recorrer los 404 kilómetros que la separan de Buenos Aires. Recordé también con una mezcla de tristeza y rabia que hace ya varios años el gobierno chino viene proponiendo a su par argentino la modernización y reconstrucción de nuestro sistema ferroviario. La respuesta siempre fue evasiva, cuando no negativa, cediendo sin disimulos a la presión de Washington obsesivamente empeñado en mantener a China lo más lejos posible de la Argentina y toda Latinoamérica. Si la oferta del gobierno chino (que tengo entendido aún sigue en pie) eventualmente fuese aceptada por la Casa Rosada podríamos viajar de Buenos Aires a Córdoba en poco más de dos horas, a Rosario en una hora, a Mar del Plata en hora y media, a Mendoza en cuatro horas. La verdad es que nuestro status semicolonial y el carácter semisoberano de nuestra acosada democracia -acosada por los poderes fácticos y no por el pueblo que exige una vida digna- han sido fuentes inagotables de atraso, subdesarrollo y pobreza. Maldije para mis adentros a los responsables de esta desgracia y, resignado, opté por recuperar mi equipaje y poner rumbo al hotel donde haríamos noche.

El fenomenal desarrollo industrial y tecnológico de China me provocó sentimientos ambiguos: admiración por esos logros y desazón ante la cierta posibilidad de que el nuevo gobierno argentino rehúse ingresar al BRICS + 6 y desaproveche las enormes posibilidades de crecimiento abiertas con su incorporación al núcleo más dinámico y ascendente de la economía mundial. La incomprensión de los cambios habidos en el tablero geopolítico global y en la economía internacional puesta de manifiesto por varios de sus voceros acentuará la sumisión de la Argentina a los dictados de la Casa Blanca y el Comando Sur. El anacrónico y altamente ideologizado diagnóstico del nuevo elenco gobernante, ratificado por el acompañamiento que le brindaran al nuevo presidente en su jura algunos de los más notables esperpentos de la derecha contemporánea, hará que nuestro país se posicione erróneamente en la escena internacional, repitiendo lo que ocurriera cuando el menemismo hizo de la política exterior de Estados Unidos «nuestra política exterior» (doctrina de las «relaciones carnales» mediante) y de los enemigos de Washington «nuestros enemigos», pagando un altísimo costo por ello (atentados contra la embajada de Israel y la AMIA). Anacronismo, digamos, que en el plano doméstico hará que sigamos de mal en peor mientras el gran capital se enriquece con el saqueo de las riquezas del país y las capas medias y los sectores populares se hunden en la miseria, salvo que se decidan a enfrentar con todas sus fuerzas los designios de la ultraderecha colonial que ansía llevar a término el proyecto económico que la dictadura, el menemismo y el macrismo dejaron a medio hacer. Por eso y por muchas cosas más, ¿Cómo no llorar por ti, Argentina?

Tomado del Blog de Atilio/ Foto de portada: Getty Images

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