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Teresa la que nació presa

Por Eva Mañez.

Teresa Laborde nació desaparecida y torturada por la dictadura argentina. Es hija de Adriana Calvo, una militante por los derechos humanos y una de las voces clave en los juicios contra la dictadura. “Ella estaba luchando para que esto no vuelva a pasar, para acabar con esta lacra que está en las fuerzas de seguridad (…) Ahora no necesitan el brazo armado de los militares. Esto era un plan con muchos brazos. El militar era uno de ellos, el otro era el mediático. Y ahora fueron por los medios, exponenciales en estas elecciones. ¡Mirá cómo gano Milei por TikTok! Ahí lo tenés porque nunca se fueron”.

En la película Argentina, 1985, de Santiago Mitre, la actriz Laura Paredes puso voz en la ficción al testimonio de Adriana Calvo contando su parto en condiciones infrahumanas en un coche policial. Un testimonio que resultó crucial para legitimar el Juicio de las Juntas, el proceso judicial contra las juntas militares de la dictadura Argentina. Teresa Laborde es esa beba que nació en un patrullero y quedó colgando del cordón umbilical.

Quedamos con Teresa Laborde en una cafetería del barrio porteño de San Telmo semanas después de que Javier Milei asumiera la presidencia de Argentina. Yo había visto el largometraje en España, como tantas espectadoras, con el alma encogida cuando testifica Adriana Calvo. Después pude ver el documental El Juicio, de Ulises de la Orden, y volví a sobrecogerme con el relato impecable de Adriana. Nunca imaginé que esa beba ya fuera una mujer de 46 años y todavía menos que estaría un día desayunando con ella. Desde el estreno de la película, Teresa Laborde da charlas en institutos y entrevistas a los medios contando todo lo que sucedió después de esa escena, lo que no sale en la película.

Empecemos por el principio
“El principio…”, suspira, cogiendo aire con esa energía arrolladora que posee. “Mi nacimiento es conocido porque salió el relato de mi mamá en la película Argentina, 1985. A mi mamá la secuestran cuando estaba embarazada de mí, de seis meses. Primero en la Comisaria 5 de la Plata, siempre atada, vendada, hacinada, haciendo pis y caca en la misma celda con otras compañeras, otras desaparecidas; hablando cuando se podía, bajito, muy bajito, escuchando torturas y recibiendo también. Cuando está por parir la trasladan al Pozo de Banfield, que era una maternidad clandestina. La llevaron maniatada en un auto, la tiraron al piso, le pusieron los pies encima y así hicieron un recorrido por diferentes centros clandestinos de detención. Conducía un militar con un copiloto y atrás una “partera”. “Entre miles de comillas lo de partera”, insiste. “Mi mamá iba con ella en el asiento de atrás; ninguno de los tres me sacó del piso ni le desató las manos, ni le sacó la venda, con lo que quedé colgada del cordón umbilical durante un trayecto muy largo. Mi mamá cuenta en su relato que se ponía de lado para ver si podía llegar al piso. Por esa situación tengo la espalda toda doblada. Cuando llegamos al Pozo de Banfield ya era de noche y mi mamá dice que llegó a contar dos horas sin que la desataran, o sea que yo sigo ahí en el piso, mi mamá desnuda, las dos desnudas, muertas de frío. Ahí quedamos hasta que la suben a ver al doctor Bergés, que siguió ejerciendo como director de una clínica obstetricia después de la dictadura y después del juicio. Le sacaron la placenta a golpes, le cortaron el cordón con un cuchillo sucio y a mí me dejaron en una mesa, desnuda, con frío, llorando, gritando. A mi mamá le hicieron limpiar todo desnuda. Y recién ahí la pasaron a una oficinita, fue la primera vez que estuve en un catre con una mantita”.

En este momento del relato, a Tere le caen unos lagrimones gruesos, se los seca con el dorso de la mano y dice “fíjate si lo habré contado veces y aún me saca las lágrimas”. Se recompone y continúa: “Nos tapamos bien, pero alguien entró y tiró la frazada, así me sacaron a mí volando por los aires. ¡Andá, llévala con las subversivas!’, dijo uno de ellos. Esas subversivas fueron las que me salvaron la vida. Ahí se gesta esta historia que no nos quieren contar, que es la de solidaridad”.

La historia más bonita
“Por algo no la quieren contar, porque nos quieren hacer creer que no somos naturalmente empáticos. Ese es el eje, no solo instalar el plan económico, sino una raya en la cabeza atravesada culturalmente. No te metas. La historia de estas mujeres, en esos calabozos es la más hermosa y la que no cuenta la película”.

Alicia Alhambra, Manuela Santucho, Gabriela Carriquiriborde, Gladis Pujol, María Eloísa Castellini, Isabella Valenzi, Silvia Muñoz y Cristina Navajas de Santucho son las compañeras de celda. Aún permanecen desaparecidas. De Cristina Navajas acaba de recuperarse su hijo desaparecido, ese Nieto 133; eso lo contaremos luego.

Continúa Teresa Laborde con el relato de su madre que ya es suyo propio. “Cuando llega el primer caldo se lo devora, todavía me tenía a mí con ella, y una compañera le dice ‘toma el mío, vos tenés que amamantar’”. A la mayoría de ellas ya les habían quitado los hijos. Al poco me vienen a llevar porque había piojos y van a tirar Gamexane, un insecticida muy tóxico. Mi mamá se va para atrás negándose a dar al bebe y las compañeras se lanzan sobre ella”.

Teresa esboza una gran sonrisa pensando en esas mujeres y exclama orgullosa: “¡Perras, perras…ahí estaban las montoneras! Cristina Navajas de Santucho arenga a todas las demás y hacen una muralla humana. Mi mamá me contó que parecían leonas, se pusieron delante y no me llevaron, tiraron la pastilla de Gamexane y se tragaron ellas el veneno por mí, que estaba protegida por sus cuerpos”.

¿Cuándo conoces toda esa historia?

Cuando era pequeña, antes de ir a declarar en el juicio, sabía que había nacido de una manera traumática, porque siempre tuve muchos controles; no escucho de un oído y está el problema de la espalda. En un momento creían que era autista porque me encerraba y jugaba sola. En el juicio yo tenía ocho años, mi hermana doce y mi hermano tendría nueve. Antes del juicio, la CONADEP (Comisión Nacional sobre la Desaparición de Personas) lanzó un programa en la televisión. Mi mamá nos tiene que contar que saldrá en la tele y que declarará en el juicio, porque además recibíamos amenazas. Nos habló de malos, malísimos y buenos, buenísimos; y las buenas, buenísimas, que estaban desaparecidas, no sabían dónde estaban sus hijos y que a ella le habían salvado la vida, el ánimo y le habían dado esperanza. Ahí entendí que a me habían salvado la vida y la identidad. Los tres hermanos nos acordamos todavía de los malos malísimos y las buenas buenísimas, era una forma simple de contarlo porque éramos chiquitos. Había que declarar por las buenas, buenísimas. Y los que se tenían que ir son ellos. Al liberarla los milicos le dijeron que emigrara. Ella, lejos de irse a Alemania, donde tenía trabajo, fue a contactar a las Madres de la Plaza de Mayo y con los familiares de quienes había dejado dentro. Como no hizo lo que le dijeron, teníamos amenazas. Nos acaban de entregar unos desclasificados de los servicios de inteligencia de cómo nos seguían. A mí me seguían cuando volvía de la escuela, llamaban por teléfono a casa y me repetían conversaciones que había tenido con mi amiga en la calle.

Adriana Calvo, tu madre, fundó la Asociación de Ex Detenidos Desaparecidos y siguió militando por los derechos humanos.

Era lo que la mantenía, como un motor interno. Crecí escuchando y sabiendo de submarinos, de picana, de torturas. Sorteamos el miedo. Para ella la militancia fue vivir con eso, era de alguna manera nuestra protección. Cuanto más visible era, menos probabilidades había de que nos pasase algo.

¿El juicio fue suficiente?

No. Tuvo dos caras: la de lo punitivo y la de lo simbólico que decantó en el Nunca Más, que es un símbolo. Se logró por la insistencia y la lucha popular, porque estaba el pueblo en la calle diciendo basta y las Madres de la Plaza de Mayo preguntando ¿dónde están mis hijos? Había esperanza en que ese fuera el primero de muchos más juicios. Mi mamá decía que había que empezar de abajo hacia arriba porque había sobrevivientes que le habían visto las caras a los torturadores. Todo ese trabajo que hacía con otros sobrevivientes de juntarse y cruzar testimonios era para ponerle nombre a los milicos. ¡La gente se quedó con lo de Videla [condenado a cadena perpetua] y ya!

“La policía y las fuerzas de seguridad nacionales quedaron llenas de gente sádica y torturadora”
Con lo simbólico otra vez.

Se estaba arreglado el punto final, al año y medio o dos ya estaba la ley de obediencia debida. Punto final, no se puede juzgar más. Sí, eran unos torturadores malos, malísimos, pero estaban obedeciendo órdenes. Los torturadores quedaron en funciones, no solo libres, sino en sus mismos puestos. La policía y las fuerzas de seguridad nacionales quedaron llenas de gente sádica y torturadora. Que no digan que hubo obediencia debida, ya la veían venir. El juez Strassera ya estaba durante la dictadura y el otro era un fiscal de mierda. Los jueces, que ahora parecen héroes, eran los mismos que en la dictadura recibían los habeas corpus y los dejaban pasar. La dictadura fue un plan económico, quienes financiaron 800 centros clandestinos de detención en el país son los mismos hijos de puta que subvencionaron el Plan Cóndor en toda Latinoamérica. Los mismos que hoy nos están saqueando los recursos. Se llevan el litio, van a agarrar el gas del sur, las nacientes de los ríos, la poca agua potable que nos queda. Y nadie dice nada. A mi mamá no le querían dar el micrófono y cuando se lo daban le decían que estaba loca. Ella estaba luchando para que esto no vuelva a pasar, para acabar con esta lacra que está en las fuerzas de seguridad, en el poder ejecutivo, que nunca abrió los pinches archivos para saber dónde están todas las personas que nacieron como yo y se robaron. Ahora no necesitan el brazo armado de los militares. Esto era un plan con muchos brazos. El militar era uno de ellos, el otro era el mediático. Y ahora fueron por los medios, exponenciales en estas elecciones. ¡Mirá cómo gano Milei por TikTok! Ahí lo tenés porque nunca se fueron.

Adriana Calvo, en el juicio de 1985 / Foto cedida

La nueva vicepresidenta Victoria Villarruel es familiar de genocidas. ¿Crees que sacará a los que quedan en la cárcel?

Ya hay liberadas dos personas condenadas por delitos de lesa humanidad y Villarruel habla, de nuevo, de los dos demonios. Hay un agujero en la historia que no contamos nosotros. Y si dejas un agujero en la cuenta cualquiera se le canta. Es lo que está haciendo Villarruel. Hubo grupos guerrilleros. Pero, salvando las responsabilidades, una cosa es lo que hace el Estado y otra es un grupo de ideólogos o idealistas o guerrilleros más violentos, menos violentos, que no tienen la misma responsabilidad. Milei en campaña utilizó los mismos argumentos que dio Massera en el juicio, las mismas palabras textuales. También discuten el número de los 30.000 desaparecidos. Los 133 nietos recuperados son 133 pruebas vivas de que robaban chicos. Esta gente plantea que había dos lados y no, aquí lo que hubo es terrorismo de Estado, un genocidio. Recién que ganó Milei, en redes sociales alguien me dijo: “Jódete, si naciste así es porque tu mamá habrá tirado bombas”. Mi mama era gremialista, no digas pavadas.

De todas maneras, continuó desapareciendo gente ¿no? En 2006 desaparecieron a un testigo que iba a ir a declarar en el primer juicio tras derogar la Ley del Punto Final.

La periodista Adriana Meyer contó, hasta el año 2020, 200 desaparecidos en democracia. Todos son graves, pero este que decís vos, Julio López, lo es particularmente ya que está relacionado con el terrorismo de Estado del 77. En 2003 se abre la causa por delitos de lesa humanidad contra el jefe de policía Miguel Etchecolatz. En ese juicio mi mamá acudió como testigo de contexto, una figura entre el testigo y el perito en juicios a violaciones a derechos humanos cometidas durante la dictadura. En ese juicio había dos testigos claves: Nilda Eloy, violada y torturada de manera horrible, y Julio López, un albañil también torturado. Declaran los tres el viernes y el lunes tenían que hacer los alegatos para dictar la condena. Según la ley, los alegatos no se pueden leer si no está presente más de mitad de los testigos. Mi mamá no contaba porque era de contexto; ese lunes estaba Nilda y Julio nunca llegó.

En ese momento fue cuando tuviste a tu hijo, además.

Yo estaba embarazadísima entonces y me fui a vivir unos días con mi vieja, porque me dolía mucho la espalda. Estuve toda la noche en la bañera mientras ellas preparaban los alegatos. El domingo me fui a parir y mamá me acompañó. Cuando iba al quirófano el obstetra le dice: “Adriana, cámbiate que vas a entrar, te merecés otro parto”. Y yo pensé que onda, este la conoce. Así que cuando parí a mi hijo lo recibió mi vieja y se desmayó de la emoción, pobrecita se me desmayó de felicidad. Llega el lunes yo sigo internada, mi mama va al juicio. Y Julio no llega y mi mama dijo “lo chuparon”, esa expresión argentina para referirse a que alguien ha sido desaparecido por el terrorismo de Estado, porque ellas ya habían recibido amenazas. Al día siguiente comencé a recibir amenazas yo también. Llamaban diciéndome que me iban a “chupar” a mí también, que mi mama iba a desaparecer debajo de las ruedas de un camión. Yo creo que ahí es cuando empezó a ponerse enferma.

Adriana Calvo con su nieto Iker, el hijo de Teresa / Foto cedida

¿Cuándo fuiste al Pozo de Banfield?

El Pozo de Banfield se puede ir a visitar, está tal cual el relato de mi vieja. Luego de que murió mi mama de cáncer en 2010 fui con mi hermana, pero solo estuvimos en el patio. Y en 2023 volví con mi actual pareja, el Tano Santucho.

Y aquí es donde tenemos que rebobinar y contaros que Teresa Laborde y Tano Santucho son ahora pareja. Tano Santucho es el hijo de Cristina Navajas y Julio Santucho. Tano tenía un año cuando secuestraron a su madre embarazada, y los milicos le dejaron a él y a su hermano solos en la casa; su abuela Nélida Navajas los rescató. Adriana Calvo estuvo detenida con Cristina Navajas en el Pozo de Banfield y no le dijo que había tenido un hijo y que se lo habían quitado para no preocuparla.

Y ahora estás con Tano que ha encontrado a su hermano desparecido y que estuvo con tu madre y contigo en el Pozo de Banfield. Tano es el hermano del Nieto 133, el último recuperado por las Abuelas de Plaza de Mayo.

Sí, su mamá me tuvo a mí en brazos. Fue una de las tres mujeres que le compartió el plato de comida y no le dijo a mi mamá que le habían quitado a su bebé para no infundirle el miedo. Así que hasta la psique le cuidaron a mi mamá. Fue Tano quien continuó la búsqueda de su abuela materna y encontró al hijo desaparecido de su mamá.

¿Cómo te consideras en toda esta historia: víctima, sobreviviente o prueba viva?

Uff. Prueba viva sí, sobreviviente también, victima me costó más. Víctimas fueron los desaparecidos, los hijos de desaparecidos que son huérfanos, víctima es el Tano que le falta su mamá. Yo sentía que había sido tocada por una varita mágica. Siempre pensé ¿por qué me zafé yo y no el resto? Siempre pesó la parte suertuda, el qué voy a hacer yo con toda esta vida si salí viva con mamá, con papá y con mi identidad.

¿Y tu nombre? Teresa, la que nació presa. ¿Es una rima que te hicieron allí?

Es un gran misterio, mi mama me decía que el nombre era por un libro, pero yo nunca vi ese libro. Me contó que me hicieron una poesía y yo respondía que eso no es una poesía, son dos palabras que riman. Pero claro, si lo tienes que contar en morse, a golpecitos en la pared, igual si es una poesía.

Tomado de Pikara Magazine/ Foto de portada: Teresa Laborde, en el barrio porteño de San Telmo / Eva Máñez.

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