Las claves del Sahara
Por Fernando Duclos.
Un país que en realidad es una gran casa hecha de múltiples casitas, una gran familia que todo el tiempo se va renovando. Estas son las puertas abiertas del Sahara.
Como te vengo contando en los diarios de viaje de los últimos días, estoy en el Sahara, el desierto más extenso del mundo. Ya te hablé de la lucha de los refugiados saharauis por volver a su tierra (ocupada por Marruecos), del increíble festival de cine organizado entre la arena y del corazón enorme de las personas, que, pese a tener muy poco, no dudan en brindarse de cuerpo y alma para que el huésped -en este caso yo- se lleve una experiencia memorable y amena.
Ahora, en cambio, te voy a hablar de algo más simple: el día a día, la experiencia cotidiana de los saharauis.
Digamos: te pondré al tanto de algunas cosas que tienes que saber si quieres conocer lo que es el verdadero desierto. Buscaré algunas claves para responder: ¿Cómo se vive en el Sahara?
1. El agua
Este es el tema principal. La escasez de agua es terrible. Pueden pasar años sin llover, casi no existe el verde. El paisaje es desolador, asustadoramemente seco. Calor extremo y aridez, no existe la humedad. Es por eso que cada gota de agua -transportada con camiones cisterna- debe ser aprovechada al máximo, exprimida.
Cada casa, por ejemplo, tiene una especie de almacenador de agua (parecen bolsas enormes, de varios metros, en forma de sachets) recostado a la entrada, o al fondo del hogar, sobre la tierra seca y agrietada. Los baños tienen que ser sí o sí con balde: aunque hay duchas, se usan muy poco. La comida se fríe muchísimo más de lo que se hierve, por supuesto. Y las familias acostumbran a comer en un solo plato grande, para todos, porque a la hora de lavarlo se consume mucho menos del líquido tan preciado.
2. El polvo y el viento
No hay que pensar mucho para darse cuenta de que, en un ambiente tan seco y tan abierto, el viento y el polvo son una pésima combinación. Uno siente, al caminar por el desierto, que le entra ‘arenita’ por todos lados y por eso cubrirse se vuelve casi una necesidad básica: con la mano, al resguardo de un hogar, pero también usando turbantes o pañuelos que tapen casi toda la cara.
Ese -y el sol- es el motivo por el cual hombres y mujeres caminan por estas regiones con la cara semi-cubierta. Al principio uno no lo entiende, pero apenas siente la brisa arenosa del siroco (el viento del Sahara) golpeándole las mejillas, entrándole en los ojos, ahí entra en razones…¡Qué lindos son los turbantes…y cuánto ayudan!
3. La comida
Ya les he contado que la gente aquí es extremadamente hospitalaria. Y que, aunque no tenga muchas posesiones materiales, se esforzará hasta el cansancio por hacer sentir bien al visitante. En ese sentido, la comida es la ocasión principal para mostrar esa calidez y dedicación: platos gigantescos, repletos hasta los bordes, montañas enormes de pastas o arroz, muchísimo pollo, especias, yogur, frutos secos, dátiles… y la frutilla del postre, la comida que más les gusta a los saharauis: ¡La carne del camello!
Así es: el camello, además de servir como transporte de carga, compañía en el desierto y dador de leche y cuero, posee la carne más preciada del mercado. Yo comí varias veces, y no soy particularmente fanático, pero queda muy bien al carbón o metida en un guiso caliente.
Así que, si vienes al Sahara, tienes que saber algo muy importante: ¡Vas a engordar muchísimo porque a la gente le encanta servirte muy bien!
5. Las visitas
Así como sucede en casi todos los pueblos de Medio Oriente, la sociedad saharaui es una sociedad de puertas abiertas. Esto es: todos se conocen con todos, las familias son numerosas y se entrelazan unas con otras (principalmente por medio de los casamientos) y así, es como si todo el tiempo hubiese visitas en cada uno de los hogares. Entra uno, sale otra, aparece una familia, llegan, toman el té, conversan, fuman, luego otra, y así, en compañía, va pasando el día… Aquí, en medio de las condiciones más dificiles, es cuando uno mejor puede certificar aquella gran verdad: la unión hace la fuerza.
Una sociedad que cultiva la construcción colectiva, muy por encima de la individual. Un país que en realidad es una gran casa hecha de múltiples casitas, una gran familia que todo el tiempo se va renovando. Estas son las puertas abiertas del Sahara, y estas que te conté, algunas de sus claves.
Tomado de TeleSUR.