Covid: la vacuna argentina “Arvac Cecilia Grierson” sirve como refuerzo contra el coronavirus
En un hito científico sin precedentes, la fórmula vacunal pensada, diseñada y producida en Argentina es comercializada en todo el país. Sirve para combatir las variantes actuales y será incorporada al calendario obligatorio en 2025.
A pesar del desfinanciamiento por parte del actual gobierno, la ciencia argentina cumple con un hito: la “Arvac Cecilia Grierson”, la primera vacuna contra la covid desarrollada de principio a fin en suelo nacional, ya está disponible en farmacias. Finalmente, la sociedad podrá inmunizarse contra el coronavirus con la tecnología doméstica pensada, diseñada y escalada por científicos y especialistas del Conicet, la Universidad Nacional de San Martín y la Fundación Pablo Cassará. Aprobada por la Anmat en octubre pasado, se trata de un desarrollo del que formaron parte 600 profesionales y 2 mil voluntarios que participaron de los ensayos clínicos para demostrar seguridad y eficacia de la fórmula. Aunque inicialmente costará 23 mil pesos, en el presente están gestionando precios diferenciales para garantizar el acceso de los grupos de riesgo. Según está previsto, podría incorporarse al calendario obligatorio en 2025.
La Arvac ya está en condiciones de ser prescripta por médicos y ser inyectada en los brazos argentinos. Su principal objetivo será funcionar como refuerzo y así robustecer el sistema inmune frente a las diferentes variantes de Sars CoV-2 que circulen en territorio nacional. Una opción ideal para la nueva etapa de pospandemia que se abre, en la medida en que se puede adaptar con facilidad (en tan solo cuatro meses) frente a la imprevisibilidad de escenarios epidemiológicos futuros. En el presente, la Organización Mundial de la Salud recomienda tener al día los refuerzos, esto es, una dosis anual para las personas que no forman parte de los grupos en riesgo y una semestral para los que sí se encuadran (personas con múltiples comorbilidades, inmunosuprimidas y otros casos; así como adultos mayores).
Juliana Cassataro, directora del proyecto Arvac e investigadora del Conicet y de la Unsam, señala a Página 12: “Es importante mostrar que la vacuna ya es una realidad, porque en algún momento todos nos preguntaban en qué había quedado el proyecto, qué habíamos hecho. Hoy estamos contentos y podemos decir que está en todas las farmacias. Ojalá que el año que viene pueda estar incorporada al calendario”. En un tono medido, Cassataro elige la cautela y, aunque probablemente sea la protagonista del principal desarrollo de la historia de la ciencia argentina, no se relaja. “Por mi personalidad siempre me enfoco en los problemas que quedan por resolver. Estoy contenta, claro, pero no es algo que me salga fácil demostrar. Hace mucho que quería que esto pase y cuando se retrasaba más de la cuenta me impacientaba”.
A su turno, Jorge Cassará, director comercial del Laboratorio Pablo Cassará, que produce y comercializa el desarrollo sostiene: “El objetivo era que la vacuna llegara a las personas. Lo logramos y nos produce un orgullo y una responsabilidad enorme. En todas las farmacias que realizan vacunación antigripal ya está disponible. Trabajaron más de 600 personas de 18 instituciones científicas y tecnológicas, realmente estamos contentos porque es un trabajo inédito. Jamás se hizo un proyecto así desde cero. Hoy vemos que el proyecto para crecer como país es a través de la innovación”, indica. Desde la firma local, ya habían desarrollado una fórmula para hepatitis B en 1997 (licenciada a la empresa Sanofi) y una vacuna antirrábica que aún no llegó al mercado.
Un refuerzo de categoría
Aunque el sentido común indique que la pandemia ya pasó, el coronavirus sigue latente. De hecho, de acuerdo a los datos provistos por el Boletín Epidemiológico que confecciona el Ministerio de Salud, el año pasado los fallecidos por covid quintuplicaron a las muertes por gripe. Junto con Influenza (que causa gripe) y el Virus Sincicial Respiratorio (que provoca bronquiolitis y neumonías), el Sars CoV-2 es el virus que más se identifica en los hisopados de los pacientes hospitalizados en unidades de terapia intensiva. No hay que olvidar que, de acuerdo al sitio Our World in Data, el coronavirus terminó con la vida de más de 7 millones de personas en el mundo.
Más allá de estas cifras, el imaginario social marcha en otro sentido. Por eso, el interrogante del millón es cuán importante será contar con una vacuna para coronavirus cuando la pandemia ya pasó. “En 2021, decidir que la nuestra serviría como refuerzo fue clave porque nos ahorramos un montón de pasos durante los ensayos. Siempre supimos que nuestra carrera era más de resistencia que de velocidad. Teníamos que pensar, desde un inicio, cómo resolver necesidades que no eran del momento, sino que podrían aparecer más adelante”, comenta Cassataro.
“Para todo necesitamos financiamiento. Los científicos podemos tener ideas, pero solas no alcanzan. Si Laboratorios Cassará recupera la inversión, seguramente apoye nuevos proyectos, pero no sabemos”, admite Cassataro. Luego continúa con una reflexión sobre la situación actual: “Es una pena que el Estado en la actualidad no apoye. Basta con ver todas las democracias del mundo para darse cuenta que no hay desarrollo científico posible que prescinda del Estado. El privado no financia cosas nuevas, sino proyectos que ya están funcionando”.
A partir de la experiencia adquirida, Cassataro y su equipo tuvieron contactos con referentes de otras instituciones para, eventualmente, comenzar desarrollos vinculados al combate de la gripe aviar –que se extiende con velocidad, ya que incluso llegó a la Antártida–, así como también, adaptaciones para fórmulas pediátricas y futuras combinaciones de la Arvac con otras para determinados virus respiratorios como Influenza.
“Para mí este proceso significó un aprendizaje en un montón de sentidos. Al principio, el terror que sentía con los medios a que dijeran cosas que no eran así. Luego fue convencer a los políticos para que nos financien porque estábamos seguros de que estábamos obteniendo muy buenos resultados. Después vinieron los ensayos, una gestión enorme de coordinación, convenios y muchísima gente trabajando en simultáneo en diferentes instituciones. Además, era la primera vez que se hacían muchos trámites; eso, en vez de ponerme contenta, me deprimía un poco porque temía que todo se paralizara. Hoy podemos estar contentos y aliviados, cierra Cassataro”.