Internacionales

Terrorismo contra Cuba, un caso doméstico en Estados Unidos (I)

Por José Luis Méndez Méndez * / Colaboración Especial

Resumen Latinoamericano

 

Desde 1959 sucesivas administraciones estadounidenses han empleado al terrorismo, en ocasiones de Estado, como parte de su política hostil dirigida derrocar a la Revolución cubana, ha sido, es y será un arma en el extenso arsenal de medidas coercitivas unilaterales que se aplican a esta isla.

En la década de los años sesenta del siglo pasado lo concibieron en el “Programa de Acciones Encubiertas contra el Régimen de Castro”, aprobado el 17 de marzo de 1960 durante el año final del Presidente republicano Dwight David “Ike” Eisenhower, quien como acto de última voluntad de su mandato rompió relaciones plenas con Cuba.

El terrorismo al amparo de esa iniciativa presidencial se diversificó, manifestó de manera intensa y letal contra el territorio nacional cubano, sus representaciones en el exterior, su personal y para atemorizar a los países que hicieron resistencia a las presiones estadounidenses para aislar a la Isla.

Como resultado de la influencia de la Casa Blanca, todos los países de América Latina, con la honrosa excepción de México, rompieron relaciones económicas, comerciales, financieras, diplomáticas, consulares, culturales, con el afán de hacer inviable el sistema político de nuevo tipo alejado de lo diseñado por Washington.

Pero mucho antes de estructurarse un vasto programa subversivo, con sus mecanismos para aplicarlo y apenas transcurridos pocos meses del triunfo revolucionario, ya grupos contrarrevolucionarios instigados, organizados, armados y dirigidos desde Florida, iniciaron el hostigamiento. No se había declarado el carácter socialista de la Revolución y apenas sus renovadoras leyes y medidas comenzaban a cambiar el curso y panorama emancipador isleño, ya actos de terror aparecían en el su cotidianidad, no eran hechos aislados, respondían a una sistemática política dirigida a sembrar el pavor.

Se fomentó el bandidismo en varias provincias, que después se generalizó en todo el país, escenario en el cual bandas cometieron cientos de crímenes brutales por motivos políticos, en el vano intento de socavar las sólidas bases de apoyo a los cambios.

El 21 de octubre de 1959, en combinación con una sedición de un jefe militar en la provincia de Camagüey, un avión bombardero modelo B-25, procedente de Estados Unidos y tripulado por dos agentes de la CIA, uno de ellos estadounidense, bombardeó varios puntos de la ciudad de La Habana, sus centros comerciales y arterias céntricas de la capital, ataque que ocasionó además de intenso terror, dos muertos y 45 heridos, entre estos ocho niños, comprendidos en las edades de 4 y 14 años.

Los agresores regresaron a Florida y semanas después con total impunidad fueron escuchados en el Congreso estadounidense, donde difamaron la realidad nacional.

Pero este terrorismo que acompaña la política hostil de las 13 administraciones de ambos partidos que han intentado someter a la irredenta Cuba, desde su gestación se convirtió en un caso doméstico para Estados Unidos, sus intereses públicos y privados han sido afectados por los propios grupos creados por sus planes y por aquellos que formados en las técnicas más refinadas de aplicar el terror se independizaron y lo emplearon como estilo de vida, para extorsionar, vincularse al crimen organizado a las mafias en varios Estados.

En la década de los años sesenta del siglo XX, un prominente pediatra de origen cubano, devenido en criminal con refinadas prácticas terroristas, detonó 69 bombas en diversas ciudades estadounidenses, después de haber atentado durante siete años contra el territorio cubano, por medio de aviones que lanzaron bombas incendiarias, napalm y otros medios incendiarios contra centrales azucareros, cañaverales, fábricas en varias provincias.

El terrorista Orlando Bosch Ávila, atacó en territorio estadounidense a empresas, líneas aéreas y a nacionales que enviaban paquetes de medicinas y alimentos a Cuba, también contra emigrados cubanos por tener vínculos con familiares en la Isla u oponerse a la violencia política. Tras más de cuatro décadas de práctica terrorista, fue indultado por el gobierno de George H.W. Bush, su jefe en la CIA, entre 1976 y 1977, aceptado en Estados Unidos en contra de la voluntad y decisión de los Departamentos de Estado y de Justicia, por considerarlo una amenaza para de seguridad nacional del país, promover con su historial criminal, el descrédito de la posición estadounidense contra el flagelo del terror. El referido delincuente murió impune de sus fechorías y crímenes en la ciudad de Miami, activo y protegido hasta sus últimos días.

No obstante ser un caso de terrorismo doméstico, la práctica de miles de emigrados cubanos que al servicio de agencias oficiales estadounidenses lo han empleado para alcanzar sus objetivos políticos durante años. La administración de James E. Carter, concibió crear listas de organizaciones y países que supuestamente patrocinaban al terrorismo y más recientemente que no hacen lo suficiente, según el estimado estadounidense, para enfrentarlo. Las administraciones enlistan a países, entidades y personas sindicándolas de diversos delitos, siempre acorde con sus intereses y a ellos les aplica un conjunto de medidas punitivas, son medios de chantaje, presiones, se emplean en las negociaciones y se les castiga con severas sanciones.

En el año 1979 es aprobada la Ley de Administración de Exportaciones que estableció la presentación por parte del Departamento de Estado de un informe anual al Congreso sobre terrorismo. Ese mismo año se emitió la primera lista de países que supuestamente apoyaban el terrorismo internacional, en la que se incluyó a Cuba. En 1981 se publicó el primer informe anual sobre Terrorismo Internacional, Cuba fue incluida por primera vez en estos informes en el año1982, durante la administración del republicano  Ronald Reagan, en esa ocasión se argumentó que: “La recepción sistemática por parte de Cuba de enormes cantidades de armas soviéticas durante 1981”.

Tras el paso de los años, la inclusión de la Isla, en la infame lista, donde nunca ha debido estar por ser el país, que más ha sido afectado de manera sistemática por el terrorismo, que ha ocasionado muerte, heridas y secuelas a sus ciudadanos y perdidas multimillonarias. También ciudadanos de varios países han sido víctimas de ese flagelo, incluido a estadounidenses.

Con evidente cinismo el Departamento de Estado ratificó a Cuba “como país patrocinador del terrorismo”; la administración demócrata de William Clinton expresó preocupación por su supuesta incidencia en el narcotráfico regional con peligro para la seguridad nacional de Estados Unidos y se proyecta incluirlo entre los países promotores del tráfico de personas. Cuba ha sido, durante más de seis décadas, víctima de las más diversas acciones terroristas, 1 590 procedentes del exterior; realiza consecuentes esfuerzos para enfrentar el narcotráfico y coopera activamente en la región, incluso, con las instituciones a cargo en Estados Unidos; lucha tenazmente por frenar las salidas ilegales fomentadas desde el sur de la Florida con el respaldo federal, que trata de diseminar la imagen internacional de Cuba como un país en fuga e inseguro, y aboga por un entendimiento honorable para normalizar las relaciones entre los dos países.

Entre 1993 y 2000, ocho años de mandato de William J. Clinton, se ejecutaron contra Cuba 128 actos de terror, todos consumados, los planes e intenciones sumaron en ese periodo cientos de conjuras. Cada día de esos tiempos se concibió una conspiración para atacar a la Isla.

Diversas modalidades se manifestaron, entre estas, las infiltraciones al territorio nacional para realizar actos de terror;  ataques contra instalaciones turísticas;  planes para asesinar a dirigentes cubanos; se reclutaron y enviaron a mercenarios centroamericanos para traer al terrorismo al interior del país; representaciones en el exterior y su personal fueron objeto de agresiones de todo tipo; contratados emisarios para ubicar blancos que por medio de GPS, serían atacados durante una fraguada invasión; fomento del bandidismo en las montañas; conjuras contra gobernante cubanos en viajes a compromisos internacionales y la reactivación de campamentos y organizaciones de emigrados cubanos con extensos antecedentes de haber cumplidos misiones con la CIA.

Cuba, por su parte,  ha desarrollado una activa cooperación internacional y regional para combatir no solo al terrorismo sino a la piratería, otra peligrosa expresión del flagelo. Desde el 15 de febrero de 1973 Cuba y Estados Unidos mantuvieron un convenio sobre piratería aérea y marítima, el cual fue revocado el 17 de abril de 1977, por la violación del gobierno estadounidense de su texto y espíritu  al proteger a los autores materiales e intelectuales del derribo en pleno vuelo de un avión civil cubano en Barbados el 6 de octubre de 1976, a pesar de tener algunas de sus agencias, encargadas de la ley y el orden, información anticipada del plan terrorista que se fraguaba.

En febrero de 1974 Cuba y Canadá firmaron un acuerdo sobre este flagelo; en junio del propio año se establecieron tratados similares con Venezuela y México; en julio Cuba estructura con Colombia un amplio acuerdo bilateral sobre el tema y se ha cooperado activamente con otros países.

Existen múltiples ejemplos del daño ocasionado por el terrorismo contra Cuba en intereses domésticos, han sido un boomerang tolerado por intereses políticos de diversos mandatos. El 3 de diciembre de 1975 fueron colocadas varias bombas por el terrorista cubano Rolando Otero Hernández, mercenario de la invasión de Playa Girón, quien bajo el seudónimo de El Cóndor se adjudicó las colocaciones. Fueron atacados  oficinas del FBI; los correos de la zona de Riverdale; del Seguro Social  en el puente Flagler; el banco Barnet Bank; el Departamento de Justicia y el Cuartel General de la Policía, todas en Miami, Florida.

El 29 de diciembre de ese año terroristas cubanos colocaron una bomba en el salón de equipajes del aeropuerto La Guardia de Nueva York, en el local de la compañía aérea Dominicana de Aviación, produjo 13 muertos y 75 heridos, así como daños considerables, se adjudicó el crimen al referido Otero Hernández.

Existen otros actos de terror, que el lector conocerá, que validan el carácter doméstico también del terrorismo empleado contra Cuba por más de sesenta años.

 

(*) Escritor y profesor universitario. Es el autor, entre otros, del libro “Bajo las alas del Cóndor”, “La Operación Cóndor contra Cuba” y “Demócratas en la Casa Blanca y el terrorismo contra Cuba”. Es colaborador de Cubadebate y Resumen Latinoamericano

Foto: Drew Angerer/Getty Images

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