El fuego revolucionario comienza en el pueblo con una canción
Queridas amigas y amigos,
Saludos desde las oficinas del Instituto Tricontinental de Investigación Social.
Mallu Swarajyam (1931-2022) fue un nombre muy apropiado. Desde las profundidades del movimiento de masas contra el colonialismo británico iniciado por lxs campesinxs y trabajadorxs de la India, que Mohandas Karamchand Gandhi transformó en el movimiento por el swaraj (autogobierno), Bhimireddy Chokkamma introdujo a su hija en el movimiento por la libertad con un poderoso nombre que señalaba la lucha por la independencia. Nacida en un hogar de lectores, y con la posibilidad de conseguir libros a través de la organización popular radical Andhra Mahasabha, Mallu Swarajyam obtuvo una traducción al telugu de Madre (1907), de Máximo Gorki. El libro fue uno de los muchos títulos traducidos en la Unión Soviética, parte del gran regalo de ese país a la causa de la alfabetización en todo el mundo, difundido por los comunistas de la India. La novela de Gorki gira en torno a una madre, Pelagia Nilovna Vlasova, y su hijo, Pavel Vlasov. La madre trabaja en una fábrica, el despiadado padre muere y el hijo acaba involucrándose en actividades revolucionarias. La madre se preocupa por su hijo, pero pronto comienza a leer la literatura socialista que él lleva a casa y también se sumerge en las actividades revolucionarias. Este libro tuvo un gran impacto en la vida de Mallu Swarajyam, lo que relató en sus memorias de 2019 (contadas a Katyayini y Vimala), Naa maate tupaki tutalu [Mis palabras son balas].
Después de leer este libro a los diez años, Mallu Swarajyam se sintió inspirada al año siguiente para unirse al llamado de la Andhra Mahasabha para luchar contra el régimen de servidumbre. Decidió romper las barreras de casta y distribuir arroz a lxs trabajadorxs en régimen de servidumbre de su ciudad. “Mis propios tíos se oponían a que diera arroz a los trabajadores en régimen de servidumbre”, recordó. “Pero yo estaba convencida de que merecían su parte. Y mi gesto sentó un precedente en toda la zona, donde los trabajadores en régimen de servidumbre empezaron a exigir que se les pagara por su trabajo”. Su madre apoyó estos esfuerzos, del mismo modo que Pelagia Nilovna Vlasova respaldó a Pavel Vlasov en Madre. Estas primeras experiencias prepararon a Mallu Swarajyam para el levantamiento rural que sacudiría la región de habla telugu de la India entre 1946 y 1951 y que se conoce como el movimiento Telangana.
La radicalización de Mallu Swarajyam la condujo al emergente movimiento campesino y al reto de construir el partido comunista. Se dedicó a organizar a lxs campesinxs de su distrito y pronto de toda la región. Cuando comenzó el levantamiento, fue nombrada comandante de un dalam (una fuerza de combate), y sus discursos eran conocidos como disparos de bala. Lxs terratenientes se reunieron para ofrecer una recompensa de 10.000 rupias por su cabeza. Pero ella no se dejó intimidar y se convirtió en una de las jóvenes líderes más queridas de la lucha armada.
Años más tarde, Mallu Swarajyam relató sus experiencias en la organización de lxs campesinxs durante la década de 1940. Por las noches, las mujeres y los dalits (castas oprimidas) llenaban el aire de la aldea con canciones sobre las personas oprimidas mientras trabajaban descascarillando el arroz. Las canciones hablaban de Dios y de sus vidas. “A la luz de la luna», recordaba Swarajyam, «los cantos eran tan hermosos que incluso la gente que dormía disfrutaba con ellos». Estas canciones procedían de tradiciones artísticas populares de la sociedad telugu, como diversas formas de narración que utilizan el canto y el teatro para recrear actuaciones de Harikatha (la mitología hindú del Señor Vishnu), Pakir patalu (un conjunto de canciones sufíes), Bhagavatam (historias de la epopeya sánscrita Mahabharata), así como prácticas no religiosas como burrakatha y gollasuddulu, que cuentan historias de trabajadorxs y campesinxs con dos tambores que acompañan a quien canta. Fue en estas formas musicales donde lxs obrerxs y campesinxs impugnaron la visión del mundo de las castas dominantes. Y fue en esta parte del imaginario popular donde la izquierda intervino muy pronto en la lucha por la transformación social. Cuando Mallu Swarajyam recorrió al menos 30 pueblos para iniciar la revuelta, dijo: “Encendí un fuego revolucionario en el pueblo con la canción como vehículo. ¿Qué más necesitaba?”.
Nuestra publicación más reciente, – La lucha del pueblo telegu por la tierra y los sueños (dossier n° 80, septiembre 2024) – se centra en la relación de la cultura con la izquierda radical campesina y obrera. En zonas de alto analfabetismo y sistemas educativos coloniales, era imposible transmitir una nueva visión del mundo solo mediante la palabra escrita o formas culturales ajenas al mundo popular. Las canciones y el teatro se convirtieron en las formas de conversación política en lugares como India, China y Vietnam. En Vietnam, el Partido Comunista formó equipos de propaganda (Doi Tuyen Truyen Vo Trang) que iban entre el pueblo y a través de obras de teatro y canciones, movilizaban a las aldeas para que participaran en la lucha de liberación. En China, la historia de llevar obras de teatro a las zonas rurales se remonta a los años 30. Durante la década de Yan’an (1935-1945), los grupos culturales comunistas comenzaron a representar conciertos de «periódicos vivientes», una práctica desarrollada por lxs soviéticxs en los años 20, donde lxs actores improvisaban obras basadas en sucesos de las noticias. Teatro callejero, canciones, pinturas murales, espectáculos de linterna mágica, se convirtieron en los libros de texto de la actividad revolucionaria. Nuestro dossier busca destacar el mundo de las canciones como parte de la historia de la cultura socialista.
Las canciones de estos revolucionarixs, creadas a partir de baladas y formas campesinas, elaboraron los elementos de una nueva cultura: en sus palabras, rechazaban las jerarquías del campo y, en su ritmo, permitían al campesinado alzar la voz más alto de lo que solían hacerlo en presencia de los terratenientes. Tanto el contenido como la forma de estas canciones condensaban la audacia de un mundo nuevo.
Las historias de estas acciones culturales y las transformaciones que suscitaron a menudo se olvidan. La supresión de estas historias desempeña un papel político en nuestro tiempo. Está claro que lxs artistas comunistas de los años 40 estudiaron detenidamente las canciones campesinas anteriores y la historia de rebelión que contenían. Luego tomaron esa historia y la desarrollaron aún más, utilizando a menudo ritmos nuevos y vibrantes para relatar la historia revolucionaria de campesinxs y trabajadorxs. Las canciones de la historia de la resistencia se basan en el pasado para crear sus propias y nuevas historias. Esta es la espiral dialéctica de la cultura, una elevación de la memoria de las luchas pasadas para inspirar nuevas luchas, cuya memoria a su vez estimula nuevas luchas. Cada conjunto de luchas empuja las formas culturales hasta el límite de su propia posibilidad, construyendo una nueva confianza en el pueblo, cuyo sentido de sí mismo se ha visto disminuido por las viejas jerarquías y por la vieja pobreza.
Nuestro dossier pretende sacar a la luz una parte de esa historia, que, por cierto, está muy en línea con los trabajos de nuestro departamento de arte (para conocer más de este tipo de trabajos archivísticos y teóricos, les recomiendo que se suscriban al Boletín de Artel Tricontinental, lanzado en marzo y que se publica el último domingo de cada mes).
Khalida Jarrar (nacida en 1963) es una dirigenta palestina del Frente Popular para la Liberación de Palestina e integranteelecta del Consejo Legislativo Palestino. Valiente y bondadosa, Jarrar lleva décadas en la mira de las fuerzas militares de ocupación israelíes. Ha sido continuamente encarcelada y mantenida en prisión administrativa, a menudo sin cargos (la primera vez fue en 1989, cuando la detuvieron en una marcha del Día Internacional de la Mujer en Palestina). Desde 2015, ha pasado tanto tiempo en prisión como fuera de ella, con condenas tras las rejas cada vez más largas. En prisión, Jarrar se convirtió en una voz importante para las presas y organizó escuelas de formación política para sus compañeras. En 2020, desde la prisión israelí de Damon, Khalida Jarrar sacó de contrabando una carta que sus hijas pronunciaron como discurso en el Festival Palestina Escribe Literatura. En ella habla de la importancia de la labor cultural entre las reclusas:
“Los libros son la base de la vida en prisión. Preservan el equilibrio psicológico y moral de las y los luchadores por la libertad que perciben su detención como parte de la resistencia general a la ocupación colonial de Palestina. Los libros también juegan un papel en la lucha individual entre la voluntad de cada persona presa y las autoridades penitenciarias. En otras palabras, la lucha se convierte en un desafío para las y los prisioneros palestinos cuando las y los carceleros buscan despojarnos de nuestra humanidad y mantenernos aislados del mundo exterior. El desafío para las personas encarceladas es transformar nuestra detención en un estado de «revolución cultural» a través de la lectura, la educación y las discusiones literarias”.
Al leer el discurso de Jarrar, me impresionó una frase. Escribió: “La novela Madre, de Máximo Gorki, se convirtió en un consuelo para las presas privadas del amor de sus madres”. Que Jarrar y otras prisioneras palestinas experimentaran en 2020 el mismo tipo de sentimientos que Mallu Swarajyam experimentó en la década de 1940 con la lectura de Madre es extraordinario. Nos recuerda el poder de ciertos tipos de ficción para levantar el ánimo e inspirarnos a actuar de maneras que de otro modo no podríamos imaginar fácilmente.
El 11 de julio de 2021, durante uno de los periodos de encarcelamiento de Jarrar en prisiones israelíes, murió su hija Suha. Los israelíes rechazaron su solicitud de asistir al funeral de Suha. Afligida, Jarrar escribió un poema para llorar la pérdida de su hija,
Suha, mi tesoro.
Me han privado de darte un último beso.
Te envío una flor como despedida.
Tu ausencia me duele, me atormenta.
El dolor es insoportable.
Me mantengo firme y fuerte,
Como las montañas de la amada Palestina.
Poemas, canciones, novelas, obras de teatro: ficción que en la espiral dialéctica nos inspira a actuar y luego a representar nuestras acciones, lo que a su vez inspira a otrxs a actuar y luego a escribir sus historias.
Desde octubre de 2023, Israel ha endurecido el trato que aplica a lxs presxs palestinxs y ha introducido a miles de nuevas presas y presos políticos palestinos en cárceles ya superpobladas. Las condiciones son ahora mortales. Las últimas palabras de Khalida Jarrar desde la cárcel, publicadas el 28 de agosto, son desgarradoras. Durante una visita de abogados de la Comisión de Asuntos de Detenidos y Ex Detenidos y del Club de Presos de la Sociedad Palestina, envió el siguiente mensaje:
“Muero cada día. La celda parece una pequeña lata cerrada. Hay un inodoro en la celda y una pequeña ventana arriba, que cerraron al cabo de un día. No nos dejaron ninguna vía para poder respirar. Hay una estrecha rejilla de ventilación junto a la que me sentaba la mayor parte del tiempo para respirar. Estoy realmente asfixiada en mi celda, esperando a que pase el tiempo, con la esperanza de encontrar oxígeno para respirar y seguir viva. La alta temperatura aumenta esta condición trágica de mi aislamiento, ya que me siento existiendo en un horno. No puedo dormir debido a la alta temperatura, y trataron de cortarme el agua de la celda, y cuando pedí que me rellenaran la botella de agua, me la trajeron después de al menos cuatro horas. Me han dejado salir al patio de la prisión solo una vez tras ocho días de aislamiento”.
Manifestamos nuestra total solidaridad con Khalida Jarrar. Traduciremos nuestro último dossier al árabe y se lo enviaremos para que pueda leer las canciones de los héroes de Telangana e inspirarse en ellas.
Cordialmente,
Vijay
Fuente: Tricontinental
Portada: Mahankali Parvati (izquierda), Moturu Udayam (centro) y Chintala Koteshwaramma (derecha), interpretan una canción antibelicista durante la Segunda Guerra Mundial con el grupo que dirigían: el Escuadrón Burrakatha/ Archivos fotográficos de Praja Natya Mandali