Culturales

Alicia en el país de los “Sandinistas”

Por Noel Domínguez.

Agasajada en el mundo entero hoy cumpliría este 21 de diciembre 104 años la principal bailarina de Cuba de todos los tiempos, siempre dispuesta a cooperar con cuanta solicitud artística le formularan entre ellas las del Ministerio del Interior, para cubrir sus veladas culturales en aniversarios o fechas históricas a las que solícita contribuía sin reparos a los reclamos, entre otros, de Lidís de la Dirección Política, aportando lo mejor de sus nuevos talentos gestados por ella; merece hoy, una modesta vivencia que contribuya a enriquecer a nuestros jóvenes sobre una faceta poco conocida: su audacia y valor personal contra el enemigo.

Aconteció durante su riesgosa primera gira por la Nicaragua de 1979, donde, aún después del reciente triunfo sandinista, existían focos de resistencia de somocistas y mercenarios que poco después conformaron la denominada “contra” que incursionaban sigilosamente al acecho de victimas fáciles como los médicos y alfabetizadores cubanos que ya ofrecían su internacionalismo en aquellas tierras, y precisamente por ello fueron fallidos los consejos de aquí y desde allá que la aconsejaban posponerla.

Alicia Ernestina de la Caridad Martínez del Hoyo, mundialmente conocida por el apellido de su primer esposo, el maestro Fernando Alonso, incursionó con su compañía el Ballet Nacional de Cuba de gira por casi toda Nicaragua a escasos 11 meses del triunfo sandinista contra la dictadura de Somoza, prestando oídos sordos a las reiteradas advertencias sobre los peligros que afrontaría, al igual que también hizo meses antes, en 1979, en el Teatro Metropolitan de New York ante la amenaza de una bomba en esa sala, o en Puerto Rico, frente a similar coacción y hasta el lanzamiento de piedras y tuercas desde el público al escenario en San Juan.

Desafiante, desenfadada y audaz, como siempre, dio paso al frente y apareció en el Aeropuerto “Augusto César Sandino” de la capital Managua, junto a toda su Compañía que en aquel entonces también atesoraba a las renombradas Cuatro Joyas: Loipa Araujo, Mirta Plá, Josefina Méndez y Aurora Bosch, viajando, además, para acompañarlas con su piano en la obra “Canción para la Entrañable Flor” otro consagrado, Jorge Luis Prats.

Hubo que hablarle enérgica y autoritariamente para que accediera y facilitara nuestra tarea de protegerla a ella y a todos, por tanto ni chistó, al igual que quien fuera su segundo esposo Pedro Simón y el entusiasta historiador Miguel Cabrera, cuando los trasladábamos en caravana de un Departamento (provincia) a otro. En los largos recorridos, por lo general en angostas y sinuosas carreteras, ella viajaba en el primer Mercedes Benz con ambas piernas alzadas descansándolas sobre el respaldar del asiento delantero de al lado del chofer a fin de activar su circulación sanguínea, mientras su cónyuge le sostenía la cabeza sobre una almohada, con el respaldar del asiento recistado. En el piso del vehículo yacían varios AKM 47 y granadas de mano, lo que le daba un toque kafkiano al escenario, no precisamente el de lentejuelas, cortinas, luces o zapatillas de los teatros.

Se sucedieron vertiginosamente las ovacionadas actuaciones, casi al delirio en Masaya, Chinandega, Granada, Matagalpa y Estelí, hasta que tocó turno al Departamento de León, donde en mal momento intentamos persuadirla de no hacer la función que se había planificado llevar a cabo en el teatro local, dado que la contrarrevolución urdía planes para colocar artefactos explosivos.

Sacó entonces como respuesta una alternativa que nos dejó atónitos, actuar en plena calle, en la avenida principal de la ciudad cabecera. Resultó en vano que las autoridades sandinistas locales le esgrimieran argumentos sobre lo alto de las temperaturas en aquel verano u otros pretextos, allí se desbordó e irradió toda la maestría de su arte y también su entereza y arrojo personal.

Con temperaturas de más de 41 grados a la sombra, emprendió un clásico soviético del Ballet Bolshoi “La Avanzada” en el cual culminaba ascendiendo sobre los partenaires, escalando por peldaños humanos hasta colocarse en la cima con una bandera, roja y negra del FSLN de Nicaragua, que nadie supo nunca de donde la sacó, en lugar de la roja con la hoz y el martillo de la obra original, lo que hizo estallar de emoción y reconocimiento al auditorio congregado en número mayor a la capacidad del teatro, al que no se le pudo impedir la máxima aproximación sobre ella y sus bailarines.

Demasiado esfuerzo terminó por desplomarla y a la vista de todos, se desmayó, aunque solo brevemente, pues su férrea voluntad se impuso y rápidamente se reincorporó para retornar y agradecer los saludos de la multitud, que fue simplemente delirante y frenética con la artista.

Ya de regreso en Managua para las actuaciones finales, pensamos que todo sería más pausado, no solo por una situación operativa y social más favorable imperante allí, sino también porque presuponíamos que lo extenso y agotador de la gira hubiera dejado ya sus huellas en esa indomable criatura. Pues no fue así.

Fotos del archivo personal de Noel Domínguez

Los “de pie” en el hospedaje del rústico hotel Las Mercedes, frente al Aeropuerto, donde la habíamos hospedado junto con todos los restantes miembros de la amplia delegación artística, por razones de mayor seguridad, ella los ordenaba dar a las 6 de la mañana para que todos estuvieran puntuales en los ensayos del teatro Rubén Darío, ubicado en las inmediaciones del lago Managua, único con tiburones de aguas dulces.

Cuando todos llegaban en los microbuses cerca de las 8:00 a.m. soñolientos y aletargados, Alicia los recibía haciendo ya sus propios ejercicios en las paralelas o contando sus pasos —ya tenía serias limitaciones en su visión— en los espacios que la separaban de sus giros al borde final del tabloncillo del escenario, para evitar una caída.

Una tarde, después de tan agotadora faena, nos sorprendió al pedir que la llevaran al volcán de Momotombo en Masaya, que estaba en perenne ebullición, lo cual le habíamos prometido y por desgracia no había olvidado. Cuán grande fue nuestra sorpresa, cuando desde el imponente mirador, atinó a descubrir los pequeños “chocollos” (cotorritas chiquititas) que increíblemente hacen nido cercano a la hirviente masa de fuego roja de la lava en las entrañas del volcán. ¡Y eso que ya tenía afectada la vista!, dije para mis adentros. Pero ahí también se resaltaba su férrea voluntad de imponerse contra los designios de la vida.

La gira finalizó con una gran gala de lujo en el teatro Rubén Darío de la capital Managua, con la presencia del presidente Comandante Daniel Ortega Saavedra, los restantes comandantes de la Revolución: Tomás Borge, Jaime Wiloock, Luis Carrión, Carlos Núñez, Bayardo Arce, Víctor Tirado entre otros, así como representantes del aún diezmado cuerpo diplomático acreditado y un público más conocedor, pero igualmente entusiasta con los reconocidos artistas cubanos.

Cuando la despedimos al pié del avión, bastante extenuados pero satisfechos con el deber cumplido, sentí que decíamos adiós a un ser humano incansable, a una artista consagrada, a una mujer valerosa, a una revolucionaria para la que no existen obstáculos.

Nota de R.: Esta nota la redactó el Coronel Noel Domínguez en 2010, a partir de su vivencia en Nicaragua a donde lo envió Fidel a contribuir en la fundación de la Seguridad de Estado del naciente gobierno revolucionario, al recibir a Alicia a raíz de la Revolución Sandinista. Él tuvo la misión de velar por la seguridad de la distinguida artista y su compañía.

Foto de portada: Archivo personal del autor.

 

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