Cuba

Mala memoria o malas intenciones

Por Arthur González

Para quien nunca ha trabajado por satisfacer las necesidades materiales del pueblo es fácil criticar los errores, máxime si quien lo hace recibe orientaciones y apoyo desde organizaciones radicadas en Estados Unidos, como el Instituto Republicano Internacional y otras al servicio de los que intentan derrocar a la Revolución cubana desde hace 65 años.

Este es el caso del sacerdote de la provincia de Camagüey Alberto Reyes, un asiduo visitante a la ciudad de Miami donde es instruido de qué debe decir y cómo actuar para provocar a las autoridades cubanas.

El pasado 26 de diciembre de 2024, el mencionado sacerdote hizo nuevas declaraciones a un sitio contrarrevolucionario, apuntando que “esta navidad han sido la peor de la historia de Cuba”, como si las sufridas en los años 30, 40 y 50, fueran una panacea, cuando los asesinatos de jóvenes inundaban las carreteras y calles de la Isla cometidos por los esbirros que dominaban la nación, junto al desempleo, la discriminación, enfermedades y analfabetismo que no daban luz de futuro a un país dirigido por tiranías y mafias al servicio de los Estados Unidos.

El seudo periodista que le hizo la entrevista apuntó que dicho sacerdote cubano Alberto Reyes, “vivió la Navidad de la década de 1970 en medio de la persecución religiosa de la Revolución cubana”, campaña falsa que pretende sembrar una matriz de opinión negativa, especialmente en las nuevas generaciones que no conocen la realidad de la historia que ha vivido Cuba desde 1959.

Lo primero que debe aclararse es que, iniciada la Revolución, la Iglesia Católica en la Isla se puso de inmediato al servicio de los Estados Unidos y las primeras organizaciones contrarrevolucionarias, para llevar a cabo la despiadada operación de la CIA denominada Peter Pan, mediante la cual engañaron a las familias cubanas y lograron separar de sus padres a 14,038 menores y enviarlos solos a Estados Unidos.

Además, muchos sacerdotes comenzaron a conspirar e incluso ejecutaron acciones terroristas, como fue el caso del jesuita español Marcial Bedoya Rodríguez, quien dirigió personalmente un plan para volar los polvorines del campamento militar de Managua, en La Habana, durante la celebración de la VII Reunión de Consultas de la OEA en agosto de 1960 en Costa Rica, hecho publicado en la prensa cubana. Sin embargo, ese sacerdote detenido por el hecho no fue procesado jurídicamente, solo entregado a la jerarquía católica, a pesar de que esta redactó una pastoral denominada Circular Colectiva del Episcopado Cubano, en apoyo a la acción yanqui contra Cuba en la OEA.

Un año antes, en agosto de 1959, el sacerdote claretiano Ricardo Velazco Ordoñez, había organizado un plan de levantamiento armado en la ciudad de Trinidad en el centro de la Isla, financiado por el dictador dominicano Rafael Leónidas Trujillo y el visto bueno de la CIA, en el que también participaron esbirros del gobierno de Fulgencio Batista, entre ellos Roberto Martín Pérez, hijo de un coronel de Batista.

Fueron muchas las acciones cometidas en esos años por sacerdotes católicos a favor de Estados Unidos contra la Revolución, verdades que debe tener presente Alberto Reyes, cuando haga declaraciones contra Cuba.

Por qué no mencionó el susodicho sacerdote las medidas de Estados Unidos para intentar estrangular la economía cubana durante el 2024, como la persecución a la importación de petróleo contra los buques: Icaro, Luisa Cáceres de Arismendi, Manuel Sáenz, Paramaconi, Terapaima y Yare, todos vinculados a la empresa PDVSA de Venezuela, por solo recordar algunos casos.

Realmente la guerra económica, comercial y financiera que lleva a cabo Estados Unidos contra Cuba se reforzó durante el 2024, para fomentar el desencanto y el desaliento entre el pueblo, basado en la insatisfacción y las dificultades económicas, como propuso en abril de 1960 Lester Mallory, subsecretario de Estado yanqui.

En su macabra propuesta añadió: “Debe utilizarse prontamente cualquier medio concebible para debilitar la vida económica de Cuba. Negarle dinero y suministros para disminuir los salarios reales y monetarios, a fin de causar hambre, desesperación y el derrocamiento del gobierno”.

De esto ni una palabra dice el sacerdote de Camagüey, porque si lo recuerda no le financian ni un viaje más a Miami, ni le entregan un centavo.

Si tanto “sufre” por la situación que viven los cubanos, debería sumarse a la petición que hacen los Obispos Católicos estadounidenses para que el gobierno de aquel país, retire a Cuba de la espuria lista de los Países que Patrocinan el Terrorismo, la que solo busca incrementar esa cruel guerra económica, comercial y financiera, iniciada el 19 de octubre de 1960 por el presidente Dwight Eisenhower, cuando le aplicó a la Isla la denominada Ley de Comercio con el Enemigo, prorrogada desde esa fecha por todos los presidentes de turno.

Esa es la verdad de la que el sacerdote no habla, para venderse en Miami con la etiqueta de ser “una de las voces más críticas del régimen”, como lo califican ellos.

Sus provocaciones constantes, para que le apliquen medidas legales y convertirse en una “victima”, no les han dado resultados, realidad que tanto duele a quienes se han puesto viejos y hasta muerto, sin ver caer el proceso revolucionario que eliminó los desmanes, la explotación y los asesinatos de las verdaderas tiranías que gobernaron la Isla hasta 1959, hechos de lo que no quieren acordarse.

Sabio José Martí cuando apuntó: “Olvidar es de ruines”.

Fuente: El Heraldo Cubano

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