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Entrevista con Héctor Díaz-Polanco: “Es probable que en México venga una larga fase de reinado de la izquierda”

Por Lucio Garriga Olmo

En su primera entrevista como presidente de Morena CDMX, el histórico representante de la izquierda Héctor Díaz-Polanco analiza el proceso de renovación que emprenderá Morena, el escenario nacional y el gobierno de Clara Brugada.
“Es probable que en México venga una larga fase de reinado de la izquierda”

A lo largo de su carrera, Héctor Díaz-Polanco ocupó diversos cargos, responsabilidades y tareas dentro de la izquierda mexicana. Hace unas semanas, se convirtió en el nuevo presidente de Morena de la CDMX y le brindó su primera entrevista como líder guinda a LPO. “Si aprendemos de los procesos latinoamericanos, es probable que venga una larga fase de reinado de la izquierda en México”, anticipa y destaca el proceso de renovación interna que se llevará a cabo junto al objetivo de alcanzar las diez millones de afiliaciones en todo el país.

En una larga conversación con esta redacción, el intelectual y autor de diversos libros analiza la llegada de nuevas figuras al oficialismo que en el pasado fueron oposición y adelanta que como presidente de Morena en la capital buscará profundizar la formación política de la militancia para afrontar de una mejor manera los desafíos que se avecinan a nivel nacional. Además, resalta al gobierno de Clara Brugada en la CDMX y declara: “Es un torbellino. Es un caso fuera de serie. Su gobierno va a ser un éxito rotundo”.

¿Qué balance hace de la gira que realizó la dirigencia nacional y que finalizó este fin de semana en Tlatelolco?

-Fueron asambleas muy útiles porque combinaron eventos públicos con trabajos privados con los órganos locales correspondientes con los que se pudo discutir qué vamos a hacer a partir de ahora. Lo más conocido es la afiliación de diez millones de personas, pero también va a haber otras prácticas. La conclusión es que fue muy útil porque es una educación política y sentimental para los nuevos dirigentes.

¿Qué repercusión tuvo esta gira aquí en la Ciudad?

-También fue muy importante. Hubo reuniones muy importantes con funcionarios claves, pero hubo mucho entusiasmo y hubo más gente de la esperada. Tuvimos algunas dificultades en ese sentido. Es muy importante aprender a cumplir la norma de los funcionarios públicos. Recibimos la propuesta de la presidenta (Luisa María Alcalde) y del secretario de Organización (Andrés Manuel López Beltrán) de avanzar con la afiliación de diez millones de personas.

¿Qué otras tareas se llevarán a cabo aquí en la Ciudad?

-Lo primero es realizar lo que descuidamos en el fragor de los procesos electorales, como la formación política. Eso ahora lo podemos hacer porque estamos en una especie de oasis sin grandes eventos electorales hasta 2027. Entonces, hay que aprovechar esa fase para profundizar el proceso de formación que se va a empatar con el proceso de afiliación. La otra tarea es política-ideológica y ética-política. En lo primero, perfeccionar nuestro análisis y conocimiento de los procesos nacionales e internacionales. Por ejemplo, ¿Qué tanto nos preocupamos como partido por lo que está ocurriendo en Medio Oriente, Ucrania o América del Sur? Tenemos un déficit que debemos cubrir. No creo que sea un gran problema porque hay una fundamentación básica de la militancia, pero hay que hacerlo. Esta actitud de mirarse el ombligo parte de la falsa suposición de que ninguno de estos procesos nos afecta, pero falta hacer un análisis de lo que estamos enfrentando en nuestra política exterior y se verá que tiene mucho que ver. La parte ética más importante es lo que ocurre en Gaza porque hay un componente doble de derechos humanos y de la autodeterminación de los pueblos. Ambas son temas fundamentales para nosotros. Debemos asumir ese desafío de ampliar nuestra visión.

Andy pidió 900 mil afiliados en la CDMX y en Morena creen que empezará a jugar en la capital

¿Y en lo que respecta en cuanto a la organización del partido?

-También tenemos que mejorar nuestra organización porque en estos últimos años esa organización se volvió aparto electoral. Uno de los objetivos es que, cuando llegue el caso, esa organización sirva como base del aparato electoral, pero la organización tiene un sentido más amplio e incluye otras cosas, como la capacidad de hacer vínculo con lo popular. Esto hace a lo que nosotros denominados partido-movimiento. Si no, se vuelve una etiqueta para dar discursos. Esa organización debe estar al servicio de los movimientos sociales.

¿El objetivo es lograr un partido más activo y con mayor presencia en las calles?

-Eso es lo que pretendemos. Morena debe ser, a su vez, un movimiento, pero debemos privilegiar las relaciones con los movimientos sociales porque si no existe la tentación de siempre de cometer el error de sustituir al movimiento con un partido y para sustituirlo se empiezan a desarrollar una serie de astucias que consiste en apoderarse del movimiento. Esa es una tentación permanente en la izquierda. Alguien ve un movimiento exitoso y se pregunta: ¿Por qué no tengo este “juguete”? Y eso es fatal porque se mata al movimiento y se debilita al partido.

¿Qué rol juegan en esta organización del movimiento las incorporaciones a Morena de figuras que en el pasado criticaron al movimiento con dureza?

-Lo de las incorporaciones debería ser muy sencillo con reglas simples. Quien se incorpora debe seguir las reglas del partido. Esas reglas incluyen, por ejemplo, los ritmos de integración. Así debería ser. Cuando no lo hacemos es simple y llanamente un error. Se debe aplicar de manera pareja el procedimiento y el trayecto. El que entra tiene ciertos derechos porque, más adelante, tendrá otros, que en la ocurrencia se vuelven privilegios. ¿Por qué alguien que entra al partido tendría privilegios? Eso es lo que hay que evitar. Pero si la gente entra, hace su antesala y cumple los requisitos debe hacer lo mismo que hizo cualquiera dentro del partido y empezar a hacer las tareas y desarrollar pertenencia. Eso es lo que debería ocurrir. Lo que no vale es que alguien que entre al día siguiente tenga condiciones que no son comunes.

Una candidatura, por ejemplo.

-Exactamente. El ingreso al partido no debe significar una candidatura. Esta debería ser la norma, pero también hay que ver los casos específicos para poder explicar por qué a esa persona se le ofrece esa condición especial. Ahí entran consideraciones de estrategia política y otras variables que son válidas. Lo que no puede suceder es que esto se convierta en norma. Porque si no, no creceríamos.

Ningún recién llegado es mejor que alguien que está en el movimiento hace diez años, dicen algunas figuras de Morena.

-No, no debe serlo. Será mejor en el lugar de donde viene, pero este es un nuevo lugar y deberá empezar como cualquiera. Eso en términos generales, porque en términos particulares podría haber alguna condición especial. Por ejemplo, alguien con mucha experiencia legislativa puede serle útil al movimiento en el Congreso. Habría que ser muy irracional para oponerse a esa candidatura. El problema es que eso se ha convertido prácticamente en norma, aunque no se les ofrezca un cargo. Hay mucha gente recién llegada que se comporta como si fueran especiales.

Entonces, ¿Cómo manejar las tensiones que empiezan a surgir entre figuras recién llegadas, como Javier Corral, con figuras históricas, como Gerardo Fernández Noroña?

-Acá entran las particulares de cada cual, pero a la hora de hacer evaluaciones políticas debemos partir de un plano general y no del plano particular. Estamos hablando de una organización, una plataforma y un proyecto político. Si nos colocamos en este segundo terreno -que es el que importa- hay comportamientos que se esperan de esa persona y si se aparte de ese comportamiento está cometiendo un error e, incluso, una deslealtad a las ideas que dijo asumir. Si alguien adhiere a un proyecto se debe adherir a lo que colectivamente la organización, que sostiene ese proyecto, considera que es el camino a tomar. Si te desvías de ese camino, estás faltando.

Usted hablaba de las experiencias internacionales, ¿Qué balances debería hacer el partido de los gobiernos progresistas de América del Sur donde estas discusiones internas fueron muy difíciles de dar?

-Sería un gran error cerrarle las puertas al debate. Todos los debates deben estar permitidos y a nadie se le debe perseguir ni menospreciar ni aislar por pensar de determinada manera. De hecho, ese es el error más disolvente de una organización. Cuando la gente siente que si asume algunas ideas que él mismo elaboró va a ser menospreciado es fatal. He tenido varias experiencias de esas donde llega un momento en el que el aire se vuelve irrespirable porque la gente no piensa en las ideas, sino en las consecuencias por sostenerlas. Eso nos persigue. Entonces, plena libertad para discutir las ideas al interior de Morena. Segundo, no debemos creer que lo que logramos es eterno. Eso fue fatal en la primera ola progresista porque lo ganado se daba por ganado para siempre y eso no existe. Hay que ir tratando de conquistar lo que sigue y consolidando lo anterior. Tercero, convertir a la organización política en un aparato del Estado, es decir, identificar al partido con el gobierno. Tiene que haber una autonomía. En el marco de la autodeterminación debe haber libertad de pensamientos, de ideas, de debates y distancia, la que sea necesaria, respecto al Estado. Cuarto, debemos entender que el partido es la trinchera permanente porque llegan al gobierno y creen que el gobierno es de ellos y una vez que pierden el gobierno también pierden el partido. Hay varios ejemplos latinoamericanos de estos en los que el gobierno absorbió al partido y se pierde al gobierno y al proyecto.

Esa secuencia fatal es la que hay que evitar, por lo tanto, se debe tener en claro el papel del partido. La diferencia es que los movimientos y el gobierno son los reinos de la particularidad y el partido es el reino de la universalidad, es lo que permanece. Cuando los movimientos terminan, los partidos siguen. En un lapso pequeño surge un movimiento y sucede una especie de muerte luminosa: si fracasan, desaparecen y si triunfan, desaparecen. Es decir, la victoria de un movimiento es la conclusión histórica del movimiento. Si hay un movimiento que lucha por conseguir la tierra, el día que se reparte la tierra muere ese movimiento. Puede surgir otro, pero ese termina ahí. Pero el partido tiene alcance, propósitos conservadores o transformadores que rebasan las coyunturas. Esto es a lo que hace referencia Gramsci cuando habla del cambio como una transformación intelectual y moral, que se resume en una transformación cultural. Cuando nosotros hicimos esto y tuvimos éxito, ahora la ultraderecha, como reacción, dicen Milei, Bolsonaro y Trump, deben dar la lucha cultural. Tienen toda la razón, un poco tarde porque alguien ya la hizo antes exitosamente. Entonces, quieren luchar contra nosotros. En México deberían dar la lucha contracorriente de los logros de Morena porque nosotros ya hicimos la lucha. La lección para todos es que el que no da permanentemente esa lucha cultural, está frito. ¿Quién da esa lucha? Como elemento central, el partido.

¿Le preocupa un escenario de ultraderecha en México al tener en cuenta que las experiencias tradicionales como el PRI y el PAN se encuentran desprestigiadas?

-Si hablamos estrictamente de ultraderecha se podría decir que en México no hay condiciones en estos momentos para la aparición y mucho menos para el crecimiento de una corriente. Así lo demuestran los hechos. El representante de la ultraderecha que intentó ser candidato se retiró rápidamente en cuanto vio que no tenía la menor posibilidad ni siquiera de reunir las firmas que necesitaba. La reunión que hizo la ultraderecha aquí en Sant Fe no tuvo el menor impacto en la población. Esa es la condición de ahora, pero sería un grave error echarte a dormir y suponer que no van a crearse condiciones nunca. Eso podría ocurrir y podría ocurrir de una manera dramática. Ese es uno de los fenómenos más interesantes que tenemos: la aceleración política de los procesos. En un dos por tres te puedes llevar la sorpresa de tu vida. Eso fue lo que pasó en Argentina. Y puede ocurrir de un lado hacia el otro porque ahora los procesos son más vertiginosos y, por lo tanto, más profundos. Entonces, no se puede cantar victoria de una vez para siempre. Creo que sí, durante un tiempo, la ultraderecha va a dar lata en la región y, eventualmente, va a obtener algunos éxitos, como el de Argentina, lamentablemente. Pero a la par sucedió lo de Colombia, que es un gran avance, en Brasil volvió Brasil y Uruguay también volvió.

¿Cómo explica, entonces, la victoria de Claudia Sheinbaum después del gobierno de López Obrador al tener en cuenta que las reelecciones les costaron al progresismo latinoamericano?

-Muchos de mis amigos tenían temor de que ocurriera lo que ha ocurrido muchas veces, que después del éxito de Andrés Manuel viniera un descalabro repentino y se perdiera la elección. No solo que no se perdió, sino que se amplió el tamaño de la victoria. No tuvimos ni de lejos una situación en la que la oposición pudiera ganar. Eso va a durar un tiempo y es probable que venga una larga fase de reinado de la izquierda, si es que aprendemos de estos procesos.

¿Cómo analiza los primeros meses de gobierno de Clara Brugada?

-Está haciendo lo que era previsible con gran velocidad y con mucha imaginación. Es un caso fuera de serie el de Clara como dirigente y gobernante. Es una mujer muy imaginativa, lo que escasea en lo político y sobra en ella. Ella es una especie de torbellino desde el punto de vista de la práctica porque no es una política que dice que va a hacer algo y hay un tiempo indefinido, es una maquinaria de acción política y de gestión gubernamental. Eso hace altamente probable el éxito de su gobierno. El que piensa bien y hace mucho seguramente tenga buenos resultados. Lo que todavía no está a la altura es la comunicación. Eso se necesita mejorar porque se está haciendo más de lo que se está comunicando. Pero no me cabe duda de que en poco tiempo empezaremos a ver nuevos resultados, como ocurrió con Claudia Sheinbaum. Se están planeando 100 Utopías. En Iztapalapa hizo 16. Hay que pensar el efecto de 100. Es una cosa bárbara. Además, constantemente está anunciando nuevas iniciativas, retomando iniciativas ya planteadas que uno suponía que podían tardar, pero que ya están siendo impulsadas. Es una gobernante que promete mucho en términos de buenos resultados y tiene un sentido de cercanía popular que tienen pocos gobernantes en otros países.

Creo que el gobierno de Clara va a ser un éxito rotundo no solo por los logros, sino porque, además, va a abrir mucho camino nuevo

¿Cuáles cree que son los retos para su gobierno?

-En estos momentos no se ven dificultades sobresalientes, pero algunos peligros que podrían malograr su gobierno son muy claros. El primero, que se llegara a descontrolar la seguridad, pero hasta ahora no parece ser el caso. La segunda, un descuido con el manejo honesto de los recursos públicos. Son los posibles brotes de peligro, pero tampoco lo advierto mucho. De hecho, me consta que tiene un especial cuidado con este tema y que está muy pendiente de que no haya ninguna posibilidad de que brote algo incorrecto por ahí. Entonces, creo que podemos estar tranquilos. No es una mujer a la que le falte experiencia porque ya ha gobernado varias veces y, además, tiene mucha experiencia con el movimiento popular. Creo que el gobierno de Clara va a ser un éxito rotundo no solo por los logros, sino porque, además, va a abrir mucho camino nuevo. Dos proyectos que ya anunció transformarían por completo la Ciudad. Uno es el proyecto del sistema de cuidados por el efecto socioeconómico y cultural que eso tendría porque les daría un nuevo papel a las mujeres, modificaría las relaciones familiares, mejoraría las condiciones de bienestar internos en diversos grupos y haría más consciente a la gente de la importancia de crear estos lazos de colaboración. El futuro es ese, una sociedad de cuidados. El segundo es el sistema educativo porque está planteando cosas muy novedosas, ¿Por qué las escuelas funcionan solo cinco días y no el sábado y domingo? Eso es lo que me gusta de Clara, que rebasa el sentido común. En efecto, a veces se habla de la falta de espacios públicos y los fines de semana tenemos un sistema fabuloso para hacer otras tareas. Todo esto tiene un efecto muy integral y son las características positivas de su gobierno. Por último, cada vez queda más en evidencia la teoría falsa que sostiene que hay contradicciones entre el gobierno de la Ciudad y Claudia Sheinbaum. Con eso quedamos garantizados por los próximos seis años.

Fuente: La Polìtica Online

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