Médicos en la Isla de Java, una página inolvidable de solidaridad entre Cuba e Indonesia
Por Liurka Rodríguez Barrios
Cuba e Indonesia arriban a 65 años de relaciones diplomáticas. Entre los principales hitos de amistad, respeto mutuo, y cooperación, se destaca la encomiable labor realizada por una brigada del Contingente Henry Reeve en el año 2006. Quienes tuvimos el privilegio de testimoniar tamaña obra lo recordamos como una página imprescindible de la historia de la solidaridad entre dos pueblos.
Aquella madrugada del 27 de mayo del 2006 permanecerá en la memoria de los habitantes del centro de Java, Indonesia. Parte de la isla quedó destruida. El panorama no podía ser más desolador: escombros, ruinas, gente a la sombra de las carpas improvisadas con sus rostros vencidos por la fatiga y las pérdidas. Más de 6 000 fallecidos, 30 000 heridos, y cerca de 100 000 desplazados eran los reportes preliminares, y sin vencer aún las secuelas del devastador tsunami de finales de 2004. El volcán Merapi, amenazaba con su más voraz erupción.
La Brigada Médica cubana arribó al centro de la Isla de Java el 3 de junio. La componían médicos generales, cirujanos, ortopédicos, enfermeros, técnicos de la salud, electromédicos, entre otros. Vertiginosamente, levantaron dos hospitales, una obra colectiva, escapada de cualquier hazaña de la ingeniería de campaña.
La inmensa mayoría de los galenos había regresado de Pakistán, azotado por un sismo mayor, y participaron en la nueva misión asiática con gran experiencia acumulada en las cercanías del Himalaya.
Se realizaron más de 18 000 exámenes de laboratorio, 2200 ultrasonidos, 600 electrocardiogramas y más 3 300 rayos X /Foto: Liurka Rodríguez Barrios
Los recintos hospitalarios recibieron los nombres de Antonio Maceo y Ernesto Guevara. No muy distante el uno del otro, fueron equipados con una tecnología avanzada, listos para atender sin costo alguno a las víctimas del terremoto y a cualquier necesitado de asistencia médica. Allí acudían pacientes poli traumatizados, con fracturas abiertas, entre otras secuelas, en busca de alivio para dolores de antes o después del terremoto. Se comprobó que ni lenguas o dialectos diferentes constituyeron barreras. Enseguida se aprendió que al clamor de “tulán, tulán”, urgía un ortopédico.
Los técnicos y especialistas cubanos pusieron en práctica sus conocimientos innovadores, adecuados a las situaciones de emergencia. Se realizaron más de 18 000 exámenes de laboratorio, 2200 ultrasonidos, 600 electrocardiogramas y más 3 300 rayos X. Al término de la misión, se habían operado a más de 2200 personas.
Se atendieron en consultas de terreno a unos 50 000 pacientes un gran número de ellos con padecimientos crónicos como la hipertensión y la diabetes debido a inadecuados patrones nutricionales, agravados por el consumo excesivo de alimentos fritos.
Para los epidemiólogos también constituyó un desafío la situación sanitaria. Se organizaron charlas y audiencias sanitarias que abundaron los principales factores de riesgo por patología. Se distribuyeron volantes informativos y se comentó sobre la higiene personal y ambiental, lo cual generó la atención y comprensión de los pobladores.
Al término de la misión, se habían operado a más de 2200 personas/ Foto: Liurka Rodríguez Barrios
Las actividades con los más pequeños afectados por el terremoto ganaron un espacio preferido. Los niños dibujaban sus memorias, al tiempo que reflejaban su alegría de tener nuevos amigos en la zona con quien conversar, jugar y aprender. No fueron pocas las partidas de fútbol, los toques de guitarra y todavía se guarda aquel dibujo a mano alzada de la enseña cubana, a la altura de un volcán, como ofrenda sempiterna.
Se logró inmunizar un gran número de personas contra el toxoide tetánico. Hubo captaciones y seguimiento a las embarazadas con la colaboración de enfermeras obstetras, y fueron registrados los hipertensos y diabéticos con sus respectivos tratamientos.
Era tradición que las mujeres tuvieran a sus hijos en las casas, pero se logró con un trabajo paciente que llegaran los hospitales para que sus embarazos tuvieran un feliz término. Y en efecto. Una treintena de infantes vio la luz por primera vez rodeado de cubanos. Como expresión vívida de agradecimiento de unos padres a la obra de los llamados hidalgos de la salud y la vida, hoy encontraremos en una isla del sudeste asiático, a jóvenes llamados Fidel, Raúl, Antonio, Ernesto, Celia, Mariana, Tania, Vilma…
Fuente: Cubadebate
Fotos: Liurka Rodríguez Barrios