Internacionales

El silencio de los deportados

Por Laura Mercedes Giráldez

Hay silencios necesarios, otros infranqueables. Hay silencios tan punzantes que cortan el pecho, hasta pinchar el alma. Hay silencios ante los que solo la palabra empuñada resulta en arma para la victoria.

Iskévil Yonaiker Peñalosa Chirino supo, desde bien «chamo», conquistar sus sueños con esfuerzo. Fue deportista, practicaba beisbol, aprendió –junto a su padre– el oficio de refrigeración. A los 18 años decidió independizarse y migrar a Chile, buscando nuevos caminos de emprendimiento. «Trabajó muchísimo», cuenta su tía, Yasmira Margarita Chirino Rojas.

«Duró casi cinco años allí, y se regresó a casa. Luego decidió irse, en septiembre pasado, en una travesía terrible, como lo han hecho algunos jóvenes venezolanos: atravesando la selva, de país en país… hasta que llegó a México, donde siguió todos los procesos legales requeridos y logró entrar a ee. uu. Comenzó a trabajar para ayudar a sus hermanitas, que seguían en Venezuela, y estudiaban en colegios privados».

Yasmira Margarita piensa que la decisión de su sobrino, más allá de la situación económica que ha vivido Venezuela, se debe a un «modismo», entre la juventud del continente. Desean la vida que ven en las películas de Hollywood, y el golpe de la realidad los noquea, sin tiempo para defenderse.

En busca de su «sueño americano», Iskévil ha terminado en una pesadilla. Fue silenciado, y es hoy su gente quien habla por él. Desde el 15 de marzo la familia no ha tenido noticias suyas. Filmaba un video cuando fue apresado, tras la orden del presidente Donald Trump, de aplicar contra los migrantes venezolanos la Ley de Enemigos Extranjeros, de 1798.

Llueve en la Plaza Bolívar de Caracas. Los familiares llevan jornadas de desvelos al amparo del Libertador, al cansancio en los brazos por sostener carteles con fotos de sus hijos, hermanos, sobrinos, nietos, connacionales. Muchos ya tienen la voz afectada: piden, reclaman, exigen, porque «no se trata de traer al nuestro, sino a todos».

«Fue un secuestro –asegura Yasmira Margarita–. Podemos demostrar que es un buen muchacho, buen hermano, buen hijo». Dice que la esposa de un amigo de Iskévil identificó a su pareja en un video de deportación hacia la cárcel en El Salvador. ¿Será ese también el destino de su soñador sobrino?

«El presidente (Nayib) Bukele, que se jacta de respetar los derechos humanos, ¿cómo dejó que lo embaucaran en una situación como esta? Le vendieron a nuestros venezolanos, como lo hacían en la esclavitud», cuestiona.

Mientras el pueblo de la nación sudamericana lleva varias jornadas de marcha y refuerza la campaña Venezuela Dignidad Siempre, con la recogida de firmas para apoyar el regreso de los migrantes deportados, quienes suman más de 300 los que guardan silencio en una cárcel de máxima seguridad, por la única infracción de haber nacido en esta tierra. Migrar no es un delito. Sancionar un pueblo, sí.

Fuente: Granma

Foto: EFE

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