Internacionales

Conjeturas sobre la visita de Scott Bessent

Por Atilio A. Boron.

La visita del Secretario del Tesoro de Estados Unidos plantea múltiples interrogantes. Primero, porque es bastante inusual que un Secretario del Tesoro de Estados Unidos visite terceros países y sobre todo aquellos situados en la periferia del capitalismo mundial. Esa tarea suele recaer en el Secretario de Estado, en este caso Marco Rubio, pero no en el Secretario del Tesoro de la Administración Trump. El registro histórico muestra que quienes ocupan tan crucial cargo cuando viajan al exterior suelen hacerlo para participar en las cumbres internacionales acompañando al presidente en las del G7, del G20, o en las reuniones conjuntas del FMI y el Banco Mundial. Eventualmente, si estalla alguna crisis comercial o financiera pueden ser enviados a visitar algunos países de significativa gravitación en la economía mundial, como China, Japón, algún que otro país europeo y, muy ocasionalmente, alguna potencia petrolera de Oriente Medio. Difícilmente se desplazan a países que carecen de una importancia decisiva en el funcionamiento de la economía internacional.

De lo anterior se desprende un segundo interrogante ¿cuáles serían los temas que trae en su cartera semejante personaje? Un hombre vinculado por largos años al Soros Fund Management -fue jefe de su oficina en Londres- y uno de los integrantes del audaz quipo cuya apuesta en contra de la libra esterlina en 1992 produjo para el fondo de inversión del magnate húngaro estadounidense ganancia de más de mil millones de dólares. Cebado por las jugosas utilidades obtenidas a costa de la libra esterlina en el 2013 la emprendió contra el yen japonés y volvió a embolsar una cuantiosa ganancia. De lo anterior se desprende que Bessent no es un economista académico que viene a Buenos Aires para conversar sobre las alucinaciones de Milei en torno al anarcocapitalismo o las divagaciones de la Escuela Austríaca sino un feroz y astuto apostador en el casino financiero mundial. Repito: ¿a qué viene a la Argentina este especulador de clase mundial?

Sugiero algunas posibles conjeturas. En primer lugar y en línea con el ataque frontal de Trump en contra de China -otrora una mera competidora económica y ahora una enemiga vital, así caracterizada por numerosos documentos oficiales de Estados Unidos- seguramente que repetirá las tres palabritas mágicas de la Casa Blanca, pronunciadas por Joe Biden tanto como por Donald Trump: “keep China out”. Es decir, mantenga a China lo más lejos posible de la Argentina. Ya lo había advertido Mauricio Claver Carone pero ahora Bessent se toma tiempo para venir a este país a repetirlo con más énfasis, pese al desbarajuste mayúsculo en que sumió a Estados Unidos la guerra arancelaria desatada por la Casa Blanca. Pese a ello, ¿tiene tiempo y cabeza para venir a la Argentina? Pero dejemos esto de lado y recordemos que China es nuestra segunda socia comercial y principal compradora de los bienes producidos por el complejo agroindustrial de la pampa húmeda. Además la Argentina tiene una deuda de unos 18.000 millones de dólares con China y acaba de renovar un swap por unos 5.000 millones de dólares con Beijing. Aparte es un inversionista fundamental en las paralizadas obras de las dos centrales hidroeléctricas de Santa Cruz, interrumpidas a causa del patológico ideologismo del gobierno argentino, amén de fuertes inversiones en la minería del litio. Seguramente que Bessent exigirá a cambio del apoyo que Washington le está ofreciendo al gobierno de Milei en el FMI, en el Banco Mundial, en el BID y probablemente de la propia Tesorería de Estados Unidos, poner fin a la relación con China. Sabe que este gobierno es profundamente colonial, que Milei se desvive por besar el trasero del emperador y que su mayor deseo es hacer lo que le pida la Casa Blanca. Pero aún así, aplicar la motosierra para cortar de raíz el vínculo con China puede ser una tarea que exceda los límites de lo que este gobierno pueda hacer, aparte de ser una soberana estupidez desde el punto de vista económico y una intolerable afrenta a nuestra soberanía nacional.

Otra posibilidad: ¿por qué no pensar que Bessent viene a inspeccionar sobre el terreno la posibilidad de dolarizar la economía argentina, en momentos en que el dólar está perdiendo terreno en la economía global y que el SWIFT ha comenzado a ser reemplazado, en varios países, por el Sistema de Pagos Interbancarios Transfronterizos (CIPS) administrado por el Banco Popular de China, mucho más rápido (7 segundos versus 3 a 5 días) y más barato que el SWIFT porque se pagan menos comisiones. Dolarizar fue uno de los slogans de campaña de Milei, ¿por qué no pensar que Trump, muy necesitado de aliados en esta parte del mundo, haya decidido sujetar con lazos de acero a la Argentina sacando partido que hoy tiene un gobierno imbuido por una profunda voluntad colonial y que estaría más que feliz con acabar con el peso -un excremento, según Milei- y reemplazarlo por el dólar? Ya éste impera legalmente como la moneda de curso legal en Ecuador, El Salvador y Panamá. Incorporar a la Argentina, la tercera economía más grande de la región, a ese listado sería una formidable victoria para Washington. Y podría hacerlo a un costo casi ridículo para el imperio (que ya manifestó su voluntad de comprar Groenlandia) y aquí, a diferencia de allá, hay un gobierno entreguista, antinacional hasta el tuétano y cuya declarada misión es destruir al estado desde dentro y que desea fervientemente convertirse en el lacayo de la Casa Blanca. Un gobierno al que hasta ahora al menos no se le opone ninguna fuerza política organizada sino un archipiélago de voluntades dispersas y con grandes dificultades para desarrollar una estrategia única para poner límites al régimen de Milei, que ha avasallado todas las instituciones de la república y la misma Constitución.

Tercera hipótesis: Bessent viene para sellar un acuerdo comercial, una especie de libre comercio con Estados Unidos. Aparte de que Trump no cree en eso, al punto tal que está saboteando el T-MEC que se firmara durante su primera administración (2017-2021) con México y Canadá, no parece probable que una figura de la gravitación del Secretario del Tesoro vuele casi diez horas para discutir sobre las exportaciones de limones, miel, carne vacuna y otros productos del agro argentino. Más probable es que trate de lograr un acuerdo en torno al litio, exigiendo la expulsión de las empresas chinas (o de otros países pero asociadas con ellas) de los yacimientos existentes en varias provincias del Noroeste. Puede ser, pero creo que para una tal negociación podría haber enviado al Subsecretario del Tesoro, Michael Faulkender, y no venir él personalmente para discutir asuntos de menor calado. Tiene que haber algo más.

Y ese algo más da pie a una cuarta hipótesis, o conjetura: dado que nuestro país no tiene -ni tendrá- condiciones de pagar la deuda heredada por el préstamo del FMI a Mauricio Macri en 2018 y mucho menos pagar la nueva deuda que contrajo Milei, ¿por qué no pensar que Bessent viene a exigir, a cambio del salvataje argentino, la autorización para instalar varias bases militares de Estados Unidos en distintos puntos del país -muy especialmente en la Patagonia y en Tierra del Fuego- de forma tal de controlar el acceso a la Antártida y el paso bioceánico en caso de conflicto en la zona del Canal de Panamá, sin tener que negociar nada con sus devaluados socios de la OTAN estacionados en la gran base inglesa construida en nuestras Islas Malvinas. Trump podría retirarse de la OTAN, lo ha dado a entender varias veces, y hacer que sean sus tropas, para las cuáles ha solicitado un presupuesto exorbitante, sin precedentes: un billón de dólares (un millón de millones de dólares) para el 2026, las que controlen una zona cuya importancia geopolítica y también económica no ha hecho sino acrecentarse con el paso del tiempo.

Probablemente, más allá de la información a la que se tenga acceso sobre lo que realmente vino a hacer Bessent, este lunes sabremos cuál de estas hipótesis se acerca más a la realidad. Son todas malas noticias para la Argentina, pero no le será tan fácil a este gobierno imponer lo que Washington le pueda transmitir con la visita de Bessent. Hay un actor sobre el cual hasta ahora no hemos hablado: el pueblo -o si se quiere usar una expresión más apropiada para algunos oídos muy delicados: la sociedad civil- que aún no termina de despertar y cuando lo hace aparece confundida y débilmente organizada, ganado por el relato del “sálvese quien pueda” de la ultraderecha y su culto de la antipolítica, una peste que se retroalimenta con la crisis de la dirigencia del campo popular, más empeñada en dirimir sus internas y sus espacios de poder que en oponerse al gobierno. Esto es una desgracia, pero sería un grave error pensar que esta situación de relativa pasividad popular va a perdurar indefinidamente. Es un hecho que la movilización social ha crecido en los últimos meses y que, como lo demuestran todas las encuestas, cunde la frustración incluso entre quienes votaron a Milei. Razones sobran para el desencanto: crece la pobreza; caen los ingresos y haberes jubilatorios así como la inversión en salud y educación públicas; irrita la obscena manipulación de las cifras de la inflación y la mentira de pseudo periodistas y de los medios “ensobrados”; escandaliza la descarada compraventa de votos en el Congreso y la sumisión de algunos gobiernos provinciales todo esto coronado por la ferocidad represiva de las “fuerzas de seguridad”, que actúan como si fueran tropas de ocupación de una potencia enemiga … ¡contra nuestro propio pueblo! Una sociedad golpeada y maltratada con crueldad por las políticas económicas del gobierno, y que parece estar resignada a ello. Sin embargo, una atenta lectura del pasado de este país nos enseña que el humor popular puede cambiar de forma relampagueante ante acontecimientos que, en otro contexto histórico, carecerían de importancia. Probablemente en la Argentina nos estemos acercando a un momento de ese tipo.

Tomado de Página 12 / Foto de portada: EFE.

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