Internacionales

Libertad de mis compatriotas y todos los secuestrados por el crimen de ser humanos

Por Juan Grabois.

Como todos sabemos, el pueblo palestino está siendo martirizado en violación a las más elementales normas del derecho internacional, víctima de crímenes de guerra perpetrados por el gobierno de Benjamin Netanyahu que constituyen un verdadero genocidio.  

No sólo las bombas que se llevaron la vida de decenas de miles de civiles palestinos, periodistas, trabajadores humanitarios, niños y niñas, muchos de ellos sepultados bajo los escombros del hogar que millones ya no tienen— sino también el hambre planificado, utilizado como arma de guerra, producto de la infinita crueldad de quienes consideran descartable la vida de todo un pueblo al que han deshumanizado en su conciencia y tratan como si su vida no tuviera ningún valor. 

En una nueva violación al derecho internacional, el gobierno del Estado de Israel presidido por el criminal de guerra Netanyahu secuestró a cientos de activistas humanitarios y cuatro compatriotas nuestros, entre ellos, mi querido compañero Cascote, parte de la flotilla Global Sumud.

El accionar contra la flotilla viola simultáneamente el derecho del mar, el derecho internacional humanitario marítimo, las medidas vinculantes de la Corte Internacional de Justicia (CIJ) y el mandato del Consejo de Seguridad de la ONU en su resolución 2720. 

En alta mar rige la libertad de navegación y la jurisdicción exclusiva del pabellón: ningún otro Estado puede detener, inspeccionar o imponer sanciones a un barco extranjero (UNCLOS, arts. 87, 90 y 92). Las únicas excepciones están en el art. 110 (piratería, trata, buque sin pabellón, etc.) y la persecución en caliente del art. 111 no aplica a convoyes civiles lejos de aguas jurisdiccionales. Abordar y capturar barcos humanitarios en alta mar viola ese marco. 

Si Israel invoca un bloqueo, el derecho humanitario impone límites claros: el Manual de San Remo prohíbe causar hambre a civiles o impedir socorros (Reglas 93, 98, 100, 102, 104). El Protocolo I (art. 54) prohíbe usar el hambre como arma; el Estatuto de Roma (art. 8.2.b.xxv) lo tipifica como crimen; y el Convenio de Ginebra IV (arts. 23 y 59) obliga a permitir el paso de ayuda. Interceptar alimentos y medicinas no es control: es ilegal. 

Además, en 2023 la CIJ dictó medidas provisionales en el caso Sudáfrica c. Israel ordenando facilitar asistencia, y el Consejo de Seguridad en la Resolución 2720 creó un mecanismo para acelerar la entrada de ayuda. Desviar cargas o detener tripulaciones viola esas decisiones. Si hay argentinos a bordo, rige la Convención de Viena sobre Relaciones Consulares (arts. 5 y 36). 

La Convención de las Naciones Unidas sobre el Derecho del Mar, el Manual de San Remo, el Estatuto de Roma, la resolución 2720 del Consejo de Seguridad de Naciones Unidas 2720, etc, etc, etc, no son poesía: son ley internacional. Y la ley dice que impedir socorros civiles en alta mar es ilícito e inhumano. Como expresó claramente el Papa León XIV, es urgente “que se facilite la entrada segura de ayuda humanitaria y que se respete plenamente el derecho internacional humanitario”.  

Cascote, un hermano de lucha por la justicia social, compañero de mil batallas, compatriota argentino, está secuestrado en algún lugar cerca de Gaza junto a otros tres argentinos valientes; ellos, como tantos hombres y mujeres de distintos países que integran la flotilla Global Sumud, sienten como propias las heridas del pueblo palestino. Para quienes creemos en la dignidad inalienable del ser humano, ninguna injusticia, en ningún continente, nos es ajena… y cada uno de nosotros tenemos la obligación de levantar la voz contra ellas. 

Cascote, además de levantar la voz, puso su cuerpo, su corazón y sus conocimientos náuticos para contribuir a la apertura de un corredor humanitario. Nada más sencillo, nada más humano; comida, medicamentos. Recuerdo que en noviembre de 2023, enviamos 10 toneladas de alimentos “De los excluidos en la Argentina a los excluidos en Palestina» creyendo que la pesadilla terminaría pronto. Nunca imaginamos que dos años después toda la Palestina fuera una desolación y menos aún que el gobierno criminal del Estado de Israel cerrase todas las vías para la ayuda humanitaria.  

Frente al fracaso de la comunidad internacional para frenar tanta maldad, Cascote y tantos otros decidieron “remar mar adentro” ( Lucas 5, 1-11). 

Cascote perteneció a esa generación de luchadores que, navegando contra la marea, rompió el espejismo neoliberal en la Argentina de los noventa y que luego, junto a nosotros, la generación del 2001, construyó la mayor organización social del país, la Unión de Trabajadores de la Economía Popular, agrupando a los excluidos, descartados también por un sistema inherentemente injusto; en ese camino de construcción comunitaria, fuimos encontrando formas colectivas para que cientos de miles puedan recuperar la autoestima, el trabajo, la dignidad.  

Como cuentan sus hijos en la carta que se incluye a continuación, Cascote lleva un legado de lucha y la marca de ser hijo de víctimas del terrorismo de Estado en la dictadura genocida argentina.  

Yo también llevo un legado que me inspira a acompañarlos en este momento: el de mi padre espiritual, Francisco, que hasta el último suspiro bregó por el fin de la masacre en Gaza, comunicándose a diario con la única iglesia católica de la Franja, la Iglesia del Sagrado Corazón, también bombardeada; y el de mis ancestros judíos que llegaron a estas tierras escapando de pogromos y que, como millones de judíos e israelíes, se indignarían hoy frente a las atrocidades de quienes dicen actuar en su nombre, encerrando a un pueblo en un campo de concentración a cielo abierto. 

Por eso firmo esta carta no solo con mi nombre cristiano y apellido judío, sino como miembro del Dicasterio para el Desarrollo Humano Integral designado por Francisco, para pedir a todos los que están en posición de hacerlo, comenzando por el gobierno de mi propio país, que exijan al Estado de Israel la liberación inmediata de Cascote y de todos los secuestrados. A continuación, acompaño la carta de Felipe y Manuela a su padre: 

Carta de Felipe y Manuela Bertola 

Hay tres argentinos surcando el mar Mediterráneo. Intentan llevar a destino comida, medicamentos, ayuda humanitaria esencial ante una carencia programática y diseñada para el exterminio de un pueblo: del pueblo palestino. 

En la flotilla Global Sumud, hermana en un mismo gesto el grito por un mundo que se niega a mirar para otro lado, van —como mencioné anteriormente— tres coterráneos: María Celeste Fierro, Ezequiel Peressini y Carlos “Cascote” Bertola. El último de ellos, nuestro padre. 

Cuando la sociedad se desgarra en un último suspiro, aunque más no sea del otro lado del mundo; cuando algunos se atreven a desdibujar fronteras bajo la codicia del capital exuberante, proclamando guerras santas, la solidaridad se viste de gente común, construyendo puentes de humanidad para compartir el pan. La solidaridad nos obliga a no ser ciegos ante las crueldades del mundo, a no ser indiferentes. 

Carlos “Cascote” Bertola, nuestro padre, caminó su vida militando junto a los más humildes. Sabe de resistencias y convoca en ese gesto colectivo a cualquiera que se atreva a soñar que un mundo más justo es posible. Quizás por eso llevó en su embarcación el estandarte de Diego Armando Maradona y la bandera argentina como guía, porque aunque aquí todo esté difícil, las tempestades se despejan con el calor de los nuestros. 

Juan Gelman reconstruyó hace años los testimonios de los hijos de los 30.000 y narró por qué a Carlos lo llaman “Cascote”: si era varón, sería fuerte y sencillo como un cascote. Él no sabe ser otra cosa que eso: un hombre humilde, fiel a un legado, guiado por una idea. 

 

Papá tiene los ojos grises, de un gris que encandila y se mezcla entre el mar y el cielo, papá tiene en sus ojos guardado el horizonte. 

El lunes 25 de Agosto, un avión con destino a Barcelona llevaba a mi viejo al último paso para emprender la proeza, al aterrizar un mensaje se clavó en mi pantalla “Acá no hay héroes, acá hay gente que no puede mirar para otro lado ”.     

Mi papá recoge con ternura los restos que dejamos, las miserias, los dolores, y hoy  nos obliga con sus ojos de horizonte a mirar hacia Gaza, para que la indiferencia no sentencie definitivamente al pueblo palestino. Porque Cascote, está convencido de que la única forma de que el exterminio a toda una nación y su gente pare, es que alcemos la voz con ellos y por ellos.  

En la noche del 1 de octubre de 2025 vimos cómo militares israelíes asaltaron la flotilla donde cientos de civiles, sin más armas que su humanidad, fueron secuestrados a ojos del mundo. Desde entonces, no tenemos información sobre el paradero de nuestro padre. Lo último que supimos fue que el barco que él capitaneaba desapareció del radar al mismo momento en que observábamos cómo la tripulación del “Estrella y Manuel” levantaba las manos, tras ser amedrentados por embarcaciones del ejército israelí. 

Exigimos la inmediata libertad de Carlos “Cascote” Bertola, de María Celeste Fierro, de Ezequiel Peressini y de todos los detenidos de la Global Sumud Flotilla. 

Aquí estamos, papá, esperando que vuelvas para levantar las velas en la Escuela de Náutica Popular que soñás y recorrer con los compañeros toda la extensión de las vías navegables argentinas, del Paraná a las Malvinas y de vuelta a casa. 

Aquí estamos, papá, esperándote más que nunca para fundirnos en un abrazo barroso como el río de La Plata, que dure un poco más que una eternidad. 

Te queremos siempre. 
Tus hijos, Felipe y Manuela Bertola. 

Tomado de Diario Red.

 

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