Internacionales

El narcotráfico y la conjura de las ejecuciones extrajudiciales (III)

Por José Luis Méndez Méndez* / Colaboración Especial

Resumen Latinoamericano

Recordemos que el citado Manual de Campo 31-20-3, tácticas, técnicas y procedimientos de defensa interna para las fuerzas especiales en el extranjero, parte de la premisa subyacente de que Estados Unidos tiene una misión que cumplir en el ámbito mundial, que es la salvaguarda de los intereses de ese país frente a las amenazas consideradas.  como el terrorismo, la subversión, la insurgencia y el tráfico de drogas.

Esta tarea planetaria, heredada de las nociones del “Destino Manifiesto” que otorgan a ese pueblo escogido por la Providencia el derecho de expandirse fuera de sus fronteras, supuestamente en nombre de la libertad y la democracia, hace necesaria la elaboración de incontables manuales destinados al aprendizaje de sus fuerzas especiales para conducir la guerra contrainsurgente a cualquier oscuro rincón del mundo, proclamada durante la administración republicana de George W. Bush, donde: “el desorden interno sea de tal naturaleza que constituya una amenaza significante a los intereses nacionales de Estados Unidos”.

El manual especifica que la llamada “nación huésped” siempre puede obtener ayuda militar y asesoría de Estados Unidos para enfrentar la amenaza interna a su seguridad causada por individuos sin ley, como los narcotraficantes, que, en el caso de Colombia, es el titulado “Plan Colombia”, que se ha fortalecido con la presencia de numerosas bases militares de Estados Unidos en su territorio, también en la “Iniciativa Mérida”, para México y otros proyectos en Centroamérica.

Ahora el díscolo ambarino,  amenaza también con invadir Colombia, en una especie de renovada cruzada que va por el continente apoderándose de riquezas con el pretexto de combatir al narcotráfico. 

Este emprendimiento intervencionista venció las limitaciones impuestas al entonces USAID para el apoyo policial extranjero, en el contexto de la hasta entonces  vigente enmienda 660 de la ley de asistencia exterior de 1974, que fueron  definitivamente suprimidas en el 2008, cuando se aprobó la denominada Iniciativa de Mérida o Plan Mérida. Este nuevo programa contemplaba la entrega de 400 millones de dólares al gobierno mexicano y 65 millones a los del área centroamericana, una parte del cual sería destinada al entrenamiento de las fuerzas policiales.

En 2009, en la en apariencias mutada USAID fue formalmente incorporada en la Iniciativa Interagencial de Contrainsurgencia de Estados Unidos, junto al Departamento de Estado y el Pentágono. En 2007, se había publicado el documento, “La Contrainsurgencia para los políticos del gobierno de Estados Unidos: Un trabajo en progreso”, que destacaba a la USAID como un ente fundamental para asegurar el éxito de las operaciones de contrainsurgencia”.

Al hacerse pública la incorporación de la referida USAID en cualquier iniciativa de contrainsurgencia contra movimientos y estados  soberanos considerados “adversarios” por Washington, se está evidenciando su retorno oficial a los programas de entrenamiento de las fuerzas represoras en el mundo, que otrora fueran fuentes de  acciones criminales y de la práctica de la tortura, lo que de hecho la convierte en una agencia de guerra, con los harapos de su disfraz  humanitario.

Destacado protagonismo se les ha dispensado a los planes desestabilizadores hacia Venezuela con la intención de derrocar a su legítimo gobierno. Fueron parte de las provocaciones que en el primer semestre de 2019 se produjeron en la frontera común, que obligó, como medida defensiva, a la ruptura de relaciones por parte de Venezuela en respuesta a la sistemática participación de paramilitares o mercenarios que operaban desde el borde fronterizo colombo-venezolano.

Cuando se observa la magnitud descomunal del negocio de drogas ilícitas, se afirma que el circuito comercial mueve unos 800 mil millones de dólares anuales, por arriba de la venta de petróleo, pero por debajo de la de armas, que sigue siendo el mercado más redituable en todo el mundo. La hipótesis principal radica en esbozar, que el poder hegemónico liderado por Estados Unidos ha encontrado en este nuevo campo de batalla un terreno fértil para prolongar y readecuar su estrategia de control universal. Como lo ha encontrado también con el llamado “terrorismo”, plaga que ha posibilitado la nueva estrategia imperial de dominación militar unipolar con su iniciativa de guerras preventivas.

Se sostiene que los mismos factores de poder que mueven la maquinaria social del capitalismo global crearon la oferta de estupefacientes, generaron la demanda, y “sobre la base de ese circuito tejieron el mito de unas maléficas mafias súper poderosas enfrentadas con la humanidad, causa de las angustias y zozobras de los honestos ciudadanos, motivo por el que está justificado una intervención policiaco-militar a escala planetaria”.

Pero además de un enorme negocio, el tráfico de drogas ilegales tiene otro significado: es utilizado como mecanismo de control de las sociedades. Es un dispositivo que permite una supervisión del colectivo por parte de la clase dominante. Se pasa a controlar a la sociedad en su conjunto, se la militariza, se tiene la excusa ideal para que el poder pueda mostrar los dientes. Una población asustada es mucho más manejable.

Por su parte, el imperialismo estadounidense viene aplicando en forma sostenida un supuesto combate al negocio de las drogas ilícitas, cuyo objetivo real es permitir a Estados Unidos intervenir donde lo desee, tenga intereses, o los mismos se vean afectados. A más de doscientos años de la expansiva Doctrina Monroe, Estados Unidos y sus aliados se han instalado en el Caribe, con la rapacidad de apoderarse de cuanta riqueza exista en la región.

Terminar con el narcotráfico está absolutamente fuera de sus propósitos. Donde haya recursos que necesita explotar –petróleo, gas, minerales estratégicos, agua dulce, etc. y/o focos de resistencia popular, ahí aparece el “demonio” del narcotráfico como llave maestra para el despojo.

(*) Escritor y profesor universitario. Es el autor, entre otros, del libro “Bajo las alas del Cóndor”, “La Operación Cóndor contra Cuba” y “Demócratas en la Casa Blanca y el terrorismo contra Cuba”. Es colaborador de Cubadebate y Resumen Latinoamericano.

Foto: Getty images

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