A 50 años de un legado criminal (III y final )
Por José Luis Méndez Méndez* / Colaboración Especial
Resumen Latinoamericano
Como se expresó en anterior entrega, este documento legitimó lo que ya era práctica cotidiana y se instaló de una vez y para el futuro las tres fases de la Operación Cóndor, en el se lista actividades, relaciones, prácticas, que ya estaban desarrolladas de modo bilateral por muchos años. Lo que hizo este encuentro es darle una institucionalidad, un reconocimiento, y decir que de alguna manera había que blindar esas prácticas.
La coordinación en teoría y práctica era una necesidad, la CIA insistía en ello. Se ve que las redes militares ya son muy estrechas. Hay comunicaciones muy fluidas. Pero en 1975 se formaliza cuando toma nombre la Operación Cóndor. En la práctica lo que hace no es solamente reconocer lo que ya se está haciendo sino sentar las bases. Es como construir un edificio para que tengamos todos nuestras oficinas. En lugar de estar todos dispersos, dicen juntémonos y hagamos funcionar más todo esto.
El protagonismo gestor de Estados Unidos, es evidente, pero es necesario demostrar, la presencia, coordinación o participación. Dos documentos dan cuenta de lo último. El primero, es del 10 de junio de 1976, tiene forma de relatoría y da cuenta de una conversación entre el secretario de Estado de EE.UU., Henry Kissinger y el ministro de Relaciones Exteriores de Argentina César Augusto Guzzetti. En el documento, Guzzetti describe la coordinación de Inteligencia con las dictaduras del Cono Sur. Señala que para combatir “el problema” están tratando de unir esfuerzos con Chile, Paraguay, Bolivia, Uruguay y Brasil. Kissinger le responde con una frase muy conocida: “Si hay cosas que tengan que ser hechas, deben hacerlas rápido. Pero deben volver rápido a procedimientos normales”.
El 13 de agosto de 1976 el departamento de Estado emite un documento muy protocolar y una posición bien distinta. “El gobierno de los Estados Unidos se ha dado cuenta del plan de los países Cóndor de participar en una cooperación para asesinar subversivos y exiliados políticos dentro y fuera de los países que pertenecen a la Operación Cóndor”. “Y el departamento de Estado elabora un borrador en el que ordena a sus embajadas conseguir citas con los niveles más altos, lo más pronto posible. Deben expresar que “mientras aprobamos el intercambio de Inteligencia e información, los planes de asesinatos internacionales son muy serios y crearían problemas en las relaciones con los Estados Unidos”.
El punto 10 dice a las embajadas del Cono Sur que “deben por supuesto tener en claro que ninguna agencia del gobierno de los EE.UU. sea implicada de ninguna manera en intercambiar información o datos sobre un individuo subversivo con los gobiernos locales, incluso en esos países donde proponemos expandir nuestro intercambio de información. Es esencial que de ninguna manera nosotros pongamos o apuntemos el dedo sobre individuos que pueden ser candidatos de intentos de asesinato”.
“Realmente el departamento de Estado tiene dos voces en esta época y esto es tema de discusión”. De hecho, en investigaciones sobre Cóndor se habla de “la luz verde y la luz roja”. Lo que se ve es que “el departamento de Estado le está diciendo a los ejércitos de la región que no podían continuar con este nivel de asesinatos. Están diciendo: ya sabemos que Cóndor está matando gente. Y líderes. Eso no puede ser. Nosotros queremos parar eso. Podemos cooperar pero es éticamente imposible de sostener”. Esta retórica humanista y en apariencias ética, es una mera pamplina, porque en la realidad la política es otra. El citado “Kissinger le indica a Guzzetti otra cosa, les da el guiño a los militares argentinos en particular, pero también lo hizo en Chile y en otras partes. La política oficial del departamento de Estado está marcada por el Congreso de Estados Unidos que tiene un debate en ese momento sobre las violaciones a los derechos humanos que está recorriendo el mundo debido a la influencia de las agencias de Inteligencia y las agencias militares. La CIA, estaba bajo lupa por las ejecuciones políticas extrajudiciales. El departamento de Estado asume como política oficial la promoción de los derechos humanos en ese momento.
En 1976 Kissinger dio “luz verde” a la junta militar fascista de Argentina para la guerra sucia que estaba llevando a cabo contra civiles y militantes de izquierda. Un documento revela una reunión que Kissinger sostuvo con el citado militar argentino César Augusto Guzzetti, en junio del año anterior. En ese documento, dijo a Kissinger: “nuestro principal problema en Argentina es el terrorismo”. Kissinger respondió: “Si hay cosas que tienen que hacer, deben hacerlo rápidamente. Pero usted debe volver rápidamente a los procedimientos normales”.
En otras palabras, siga adelante con su cruzada de muerte contra de los izquierdistas, pero apúrense, lo cual equivalía a más intensidad. Finalmente Guzzetti lo hizo. Kissinger le preguntó cuánto tiempo le tomaría (a los argentinos) limpiar el problema. Guzzetti le respondió que se haría a finales de año. Kissinger aprobó”. En agosto de 1976, “Kissinger, confirmó la conversación con Guzzetti e informó que quería que Argentina “terminara su problema con los terroristas antes de fin de año”. Kissinger estaba preocupado por las nuevas leyes de derechos humanos aprobadas por el Congreso. Los argentinos, entendieron el mensaje del estadounidense y actuaron, llegó el año 1977 y los asesinatos habían ascendido tremendamente, gracias a la sugerencia de Kissinger.
Hoy las alianzas, se han fortalecido, la situación convulsa y el deseo de traer la guerra a la pacífica zona de paz latinoamericana, la actitud cómplice de gobiernos dóciles apegados a las órdenes de Estados Unidos, ha puesto en tensión a millones de latinoamericanos, pero la percepción del riesgo y peligro es baja, el pretexto falso de combatir el narcotráfico, los tiene obnubilados, conciben la agresión a Venezuela como bilateral, cuando en realidad el devastador mayor lo que busca es engullirnos a todos, someternos y tener su histórico “patio trasero” libre de amenazas y hacer realidad la política “Maga”, de América, para los estadounidenses. El Cóndor interventor, versión estadounidense, sigue volando, con otros nombres, pero con propósitos y objetivos similares. Estad, alertas.
(*) Escritor y profesor universitario. Es el autor, entre otros, del libro “Bajo las alas del Cóndor”, “La Operación Cóndor contra Cuba” y “Demócratas en la Casa Blanca y el terrorismo contra Cuba”. Es colaborador de Cubadebate y Resumen Latinoamericano.
Foto: Archivo Brecha

