América Latina en la mira del plan geopolítico de Trump
Por Raúl Antonio Capote*
Colaboración Especial/ Resumen Latinoamericano
El anuncio reciente de la administración Trump sobre la reorientación de fondos de ayuda internacional, 1.800 millones de dólares, 400 de ellos para subvertir el orden de Cuba, Nicaragua y Venezuela, plantea una profunda preocupación para América Latina y el mundo.
Bajo el lema de “Estados Unidos Primero”, este plan no solo busca redirigir recursos hacia programas destinados a frenar la influencia de gobiernos catalogados como “marxistas y antiamericanos”, sino que también extiende su alcance a Europa y Groenlandia con el fin de contener el avance de China en sectores estratégicos.
Este giro refleja una visión estrecha y unilateral que prioriza de nuevo los intereses económicos y de seguridad de Washington por encima de las necesidades reales y urgentes de los pueblos. La estrategia, lejos de fomentar la cooperación internacional basada en el respeto mutuo y la solidaridad, se fundamenta en una lógica de confrontación que pone en jaque la estabilidad regional y global.
Un elemento central de este plan comenzó con el desmantelamiento progresivo de la Agencia de Estados Unidos para el Desarrollo Internacional (USAID), organismo clásico para la subversión bajo el manto de la entrega de ayuda humanitaria y cooperación al desarrollo.
Esta decisión ha derivado en despidos masivos y en una reducción alarmante del envío de alimentos y medicinas a países que enfrentan crisis profundas. Diversos organismos humanitarios han alertado que tales medidas agravan las condiciones de vida de comunidades vulnerables, generando un costo social que no puede ser ignorado.
La notificación oficial, fecha 12 de septiembre, señala que los fondos desviados se destinarán a fortalecer el liderazgo global estadounidense mediante la diversificación de cadenas de suministro de minerales críticos y la promoción de inversiones en infraestructura estratégica.
Además, se incluye una vaga referencia a “abordar la crisis migratoria”, una problemática que esconde causas estructurales complejas, muchas de ellas vinculadas a décadas de intervenciones y presiones económicas dominantes desde Norteamérica.
Este enfoque revela una política exterior agresiva que utiliza la ayuda internacional como instrumento de dominio geopolítico y no como puente de ayuda genuina. En el contexto latinoamericano, en particular, la estrategia implícitamente busca aislar y debilitar a gobiernos soberanos que encarnan modelos alternativos de desarrollo político y social, evidenciando una nueva escalada de la vieja doctrina intervencionista estadounidense.
América Latina, signada por su historia de injerencias y bloqueos económicos, sufre nuevamente las consecuencias de una visión imperialista que desconoce el derecho de los pueblos a decidir y avanzar en sus propios proyectos de nación.
Mientras, la disminución de recursos vitales para la salud y la alimentación en países fuertemente afectados pone en relieve la deshumanización intrínseca de esta política, que antepone cálculos geoestratégicos a la protección de la vida.
Por otro lado, la apuesta por contener la presencia china extrapola la competencia comercial hacia un terreno geopolítico donde las amenazas y miedos se traducen en medidas que pueden escalar tensiones internacionales. Groenlandia y Europa no quedan ajenas a esta disputa, ilustrando un Washington que busca afirmar su hegemonía mediante la reconfiguración global de espacios estratégicos y recursos naturales.
En definitiva, la estrategia anunciada por la Casa Blanca representa un foco renovado de conflicto que eclipsa la cooperación y el entendimiento multilateral necesarios en un mundo cada vez más interconectado y complejo.
Para Cuba y los países de la región, es un claro recordatorio de que la defensa de la soberanía y la autodeterminación sigue siendo un desafío actual y vital ante las presiones externas.
La ayuda internacional debe orientarse hacia la justicia social, el desarrollo equitativo y la superación de desigualdades estructurales, no al servilismo de intereses imperialistas que solo perpetúan la dependencia y la fragmentación regional.
En este escenario, el llamado a la unidad, la solidaridad y la resistencia política no puede ser más claro ni urgente. América Latina debe fortalecer su integración soberana y su voz firme contra estos embates que buscan relegarla a un mero tablero de juego en las luchas geopolíticas globales.
(*) Escritor, profesor, investigador y periodista cubano. Es autor de “Juego de Iluminaciones”, “El caballero ilustrado”, “El adversario”, “Enemigo” y “La guerra que se nos hace”.
Foto: Kevin Lamarque/ Reuters

