Internacionales

A 50 años de un legado criminal (I)

Por José Luis Méndez Méndez* / Colaboración Especial

Resumen Latinoamericano

El proceso de hacer oficial la transnacional del crimen Operación Cóndor, ha cumplido sus primeros cincuenta años, desde antes y después, existieron pactos con semejantes propósitos, con diferentes títulos y aún hoy están vigentes alianzas equivalentes, es una historia que nos acompaña, es memoria instalada y transmitida, algunas conocidas, otras por ahora, ignotas.

La referida Operación Cóndor, antes, durante y después de su constitución pública, cuya fecha se ubica a partir de su reunión fundacional convocada por inteligencias de ejércitos latinoamericanos a celebrar en Santiago de Chile, con el patrocinio de la Dirección de Inteligencia Nacional, DINA, entre el 25  noviembre y el 2 de diciembre de 1975.

Su inicio no empezó entonces en esa conferencia de Inteligencia en Chile, en la que se instituyó formalmente la coordinación de las fuerzas represivas bajo el nombre de Cóndor. Estudios no concluidos ubican rastros en el año  1972, algo incluso, intervenían frente a objetivos comunes, entiéndase: opositores a la injusticia social, a los desmanes que estas dictaduras cometían, se incluían a  simples simpatizantes de la Revolución cubana, a la que sucesivas administraciones estadounidenses intentaban, en vano, derrocar o subvertir por medio del terror. o que es clave en la génesis sobre ese proceso.

Entre otros, sus antecedentes se remontan mucho tiempo atrás, cuando las alianzas de las dictaduras del Cono Sur operaban allende a sus fronteras territoriales, intercambiaban informaciones, transferían a detenidos, e incluso, intervenían frente a objetivos comunes, entiéndase: opositores a la injusticia social, a los desmanes que estas dictaduras cometían, se incluían a  simples simpatizantes de la Revolución cubana, a la que sucesivas administraciones estadounidenses intentaban, en vano, derrocar o subvertir por medio del terror.

Solo un ejemplo, de cómo funcionaban coordinadamente los servicios represivos en América Latina, insertados, desde la década de los 60 del siglo pasado, en el programa de con­trainsurgencia diseñado por Estados Unidos, es el contenido del documento 00019F 1269, ubicado en los Archivos del Terror, de la Corte Suprema de Justicia de Paraguay. Este documento da fe de la información transmitida el 3 de oc­tubre de 1966, mediante la cual el Servicio Secreto de Brasil informaba a su agregado militar en Asunción, que, supuesta­mente, el argentino Ernesto Guevara de la Serna, había salido de Curumba, Brasil, con destino a Paraguay. Se especificaba que viajaba bajo el nombre de Oscar Ferreira, a bordo del barco Victoria Dos Palmares. El barco había llegado al puerto fluvial de la capital paraguaya el domingo 2 de octubre y, si bien llevaba un pasajero con el nombre consignado, este no tenía relación con el legendario y buscado guerrillero. Así funcionaba la colaboración entre esos países del Cono Sur, al acecho de los movimientos del revolucionario argentino.

Rememorar a medio siglo, sus atrocidades, es tributo a los miles de esas víctimas, unas bien conocidas, otras poco, pero y, sobre todo, para colocar en el sitial imborra­ble de los mártires del fascismo a quienes han permanecido anónimos hasta el presente. También a los todavía miles de desaparecidos. Es deber de las actuales gene­raciones dejar un legado histórico a las futuras, para que el añorado y necesario Nunca Más, sea algo más que un lema deseado por todos y para que sea realidad cotidiana la lucha contra las causas, que generaron y permitieron ese brutal accionar.

La Operación Cóndor, ha sido estudiada en extenso por investigadores de varios países, pero aún falta. Algunos hallaz­gos se han publicado por medio de artículos o libros; abundan en cientos de sitios en Internet las reseñas de denuncias; la justicia se ha encargado de parte de sus actores, pero otros permanecen ocultos en las sombras, tratan de evadir el llamado de sus víctimas y se han incorporado a la vida de sus países, “reciclados en democracia” como se conoce en algunos países latinoamericanos, haciendo referencia a estos crimina­les que, insertados en sus medios, se escabullen, esquivan su pasado. Pero, como registra el refranero de los pueblos: Todo es secreto hasta un día, o como sentenció San Lucas (12,2): Porque nada hay encubierto, que no haya de descubrirse; ni oculto, que no haya de saberse.

Una mirada cronológica a documentos secretos estadounidenses desclasificados ha permitido leer a 1975, como la institucionalización de un proceso previo, sostenido en convenios y acciones bilaterales. La progresión establecida muestra acuerdos puntuales, informales y hasta sostenidos por relaciones personales entre agentes de inteligencia y entre oficiales, para alcanzar objetivos comunes.

También encuentros que comienzan a hacerse más frecuentes y periódicos a medida que los tiempos se hacían más convulsos. Muestran cómo se aceleraron y multiplicaron las consultas y las comunicaciones. Cómo y quiénes estaban bajo la lupa de la represión regional. Se registran nombres de figuras principales de las organizaciones políticas y armadas. Además, discrepancias entre en los servicios de inteligencia. Pero además, queda al descubierto el desempeño gestor de Estados Unidos y de la administración del republicano Richard Nixon y la alarma continental por el triunfo en Chile de la Unidad Popular.

Del enorme caudal de documentos, uno destaca por su contenido revelador, es el del 12 de septiembre de 1972 un acuerdo secreto bilateral de Inteligencia entre las fuerzas armadas de Paraguay y el Ejército argentino. El texto llama a aunar esfuerzos de las agencias de Inteligencia sobre grupos u organizaciones”. Y a “prestar colaboración mutua en la lucha contra la llamada subversión marxista mediante medidas oportunas, desalentando elementos presentes en uno u otro país. Argentina presentó un informe sobre los grupos “insurreccionales paraguayos o extranjeros” que detectó en la zona del nordeste. Señala que “la región del nordeste del país no puede sustraerse de la presión marxista”. Describe, el texto, la presencia de uruguayos en esa región, ingreso de armamentos, movimientos en el ámbito estudiantil de alumnos paraguayos.

Añadía, que los “sacerdotes y laicos para el Tercer Mundo tienen vigencia y presencia en casi todas las provincias” bajo esa brigada. Ya las tres fases que confirmaron a la Operación Cóndor oficializada, tres años después, estaba en pleno desarrollo: El intercambio de información, la entrega de prisioneros entre fronteras y fermentos de la más letal, la ejecución extrajudicial de “adversarios comunes”.

Por lo tanto la convocatoria de noviembre de 1975, fue una más de las conjuras, que por lo menos años antes se sostenían de manera bilateral o en grupos reducidos de represores. En 1975, el crecimiento de la represión regional, urgía un nivel de organización superior. Allí se acordó, el rol de los agregadores militares en las embajadas de los países integrantes; el amplio presupuesto y como se conformaría; la letal fase tres referida, tomó forma con la participación de grupos de tareas especializados, así como el empleo de las valijas diplomáticas para proteger y trasladar informes, armas, dinero y todo lo necesario, entre otros acuerdos.

El nexo de la Operación Cóndor y su impacto contra Cuba, tiene asideros tangibles, sólidos, fundados y establecidos. Primero, los procesos políticos en la Isla, fueron acuñados como los gestores de los esfuerzos emancipatorios continentales, la manida y pretextada e inexistente “exportación de revolución”, ha servido de justificación para todo tipo de agresiones; los grupos terroristas de corte fascista dentro de la contrarrevolución cubana radicados en Estados Unidos, se sumaron de inmediato al servicio de los golpistas chilenos, fueron sicarios en la Operación Cóndor, operaron en varios países como parte de los grupos punitivos y los intereses, representaciones y personal cubano en varios continentes fueron añadidos a los blancos a atacar. El secuestro y desaparición forzada fueron incorporados como método al accionar del terrorismo anticubano, intentos y logros, fueron registrados en ese tenebroso entramado criminal.  

La Revolución en Cuba, ha sido y es un proceso sostenido de pro­fundas transformaciones económicas, políticas, sociales, cul­turales, que marcaron el inicio del tránsito de una dictadura capitalista feroz a un proceso encaminado a reivindicar todas las aspiraciones de una sociedad empeñada desde hace más de 60 años en construir un proyecto justo, equitativo, con todos y para el bien de todos. A pesar de la obstinada oposición de las sucesivas administraciones de Estados Unidos, que tratan en vano de someter a millones de cubanos por medio del bloqueo genocida y criminal más prolongado de la historia, que pretende retrotraernos al pasado oprobioso, al mundo del “nunca jamás” de donde salimos hace más de medio siglo, por medio de la lucha, sangre, sudor y lágrimas de los cubanos y de hijos solidarios de muchos pueblos del mundo, comprometidos y con la profunda convicción de que no volveremos.

El aislamiento económico, político y diplomático que el imperialismo trató de imponernos para ahogar a la Revolución, con el paso de los años, fue sufriendo grietas: en la década de los 70 del siglo pasado, gobiernos latinoamericanos comen­zaron a restablecer relaciones plenas o parciales con la Isla.

(*) Escritor y profesor universitario. Es el autor, entre otros, del libro “Bajo las alas del Cóndor”, “La Operación Cóndor contra Cuba” y “Demócratas en la Casa Blanca y el terrorismo contra Cuba”. Es colaborador de Cubadebate y Resumen Latinoamericano.

Foto: Archivo

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