Internacionales

El imperialismo y los horizontes de la confrontación: Venezuela

Por Dr. Tannous Shalhoub.

El asedio impuesto a Venezuela no constituyó una medida de emergencia ni una reacción coyuntural a las políticas de un gobierno específico, sino que es una expresión condensada de la lógica de la hegemonía imperialista en su fase tardía, cuando los mecanismos de control se despojan de toda cobertura ética o legal. Esta lógica alcanzó su cenit durante la era de Donald Trump, donde Estados Unidos pasó de una política de contención e intervención indirecta a un pandillerismo económica, política y militar manifiesta.

1: Venezuela como nudo en la contienda imperialista

Venezuela, al poseer la mayor reserva probada de petróleo del mundo, representa un eslabón central en la lucha por los recursos dentro del sistema capitalista global.

Desde el ascenso de Chávez, y la posterior continuidad de la experiencia bolivariana con MaduroVenezuela ha constituido un modelo inquietante para el imperialismo: un Estado rentista que intentó, aunque con limitaciones, reorientar su excedente petrolero hacia el ámbito social interno, romper la dependencia política de Washington y abrir márgenes de alianza con potencias internacionales adversarias (Rusia, China, Cuba, Irán).

Desde una perspectiva leninista, esta hostilidad no puede ser comprendida sino como una defensa de los intereses del capital monopolista, donde a un Estado dependiente no le es permitido reorganizar su relación con el excedente o apartarse, aunque sea parcialmente, de las condiciones de la división imperialista del trabajo.

2: Trump y la transición de la hegemonía al pandillerismo

Lo que caracteriza la etapa de Trump no es solo el recrudecimiento de las sanciones, sino el lenguaje, el estilo y el enfoque. Su administración trató a Venezuela como un «botín aplazado», no como un Estado soberano.

El reconocimiento de un presidente paralelo (Juan Guaidó), la confiscación de activos (la empresa CITGO), la imposición de sanciones secundarias a cualquier país o empresa que negociara con Caracas, y la prohibición práctica de la exportación de alimentos y medicinas… todo ello se inscribe en lo que puede denominarse una guerra económica total.

Aquí se manifiesta el imperialismo en su forma más desnuda: no hay derecho internacional, no hay instituciones, no hay democracia, sino la lógica del garrote.

Esto concuerda con el análisis de Samir Amin sobre la transición del centro imperial de la gestión del orden mundial a su gestión mediante el caos y el castigo colectivo.

3: El asedio como arma de clase

El asedio no es meramente una herramienta de presión contra el Estado, sino un arma de clase dirigida contra los sectores populares.

Las sanciones no derrocan a los regímenes directamente, pero desmantelan el tejido social, golpean la moneda, crean un mercado negro, alimentan la corrupción y empujan a sectores de la burguesía local a vincularse nuevamente con el exterior.

En este sentido, la crisis económica venezolana no puede ser separada del asedio, como tampoco puede ser reducida a él. La contradicción entre un proyecto nacional-popular limitado, una estructura rentista frágil y una presión imperialista arrolladora produjo una crisis compleja que Washington aprovecha para reintegrar a Venezuela en su antigua posición de dependencia.

4: Horizontes y límites de la confrontación

A pesar de su severidad, el asedio no logró su objetivo estratégico: el derrocamiento o la desintegración del Estado. Esto se debe a una serie de factores:

  • Una cohesión relativa del Estado y sus aparatos, y la no división del ejército.
  • Un apoyo internacional de contrapeso, aunque impulsado por motivos de interés (Rusia, China).
  • Una experiencia acumulada de resistencia en la sociedad venezolana, especialmente tras años de asedio.

Sin embargo, los horizontes de la confrontación no pueden ser solo técnicos (eludir las sanciones), sino fundamentalmente político-sociales. La resistencia prolongada requiere:

  • Profundizar el carácter popular del proyecto, no limitarse a su administración desde arriba.
  • Golpear las redes de corrupción y a la burguesía compradora.
  • Diversificar la economía de manera efectiva, no como un mero eslogan.
  • Vincular la batalla nacional a una batalla internacional más amplia contra el régimen de sanciones como instrumento de gobierno global.

5: Venezuela como espejo del orden mundial

En última instancia, Venezuela no es una excepción, sino un modelo condensado de lo que enfrenta cualquier país que intenta romper, aunque sea parcialmente, la lógica de la sumisión.

Desde Cuba hasta Irán, y desde Venezuela hasta Rusia, la misma herramienta se repite: sanciones, asedio, guerra económica.

Aquí se confirma la vigencia de la tesis de Lenin: el imperialismo no es una mala política que puede ser reformada, sino una etapa histórica del capitalismo cuya violencia no puede ser superada sino superándolo a sí mismo.

Tomado de Al Mayadeen.

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