Internacionales

Volodymyr Chemerys, la oveja negra de la política ucraniana

Por Oleg Yasinsky.

Estas palabras son para un amigo y compañero cuya vida corre peligro. En el paisaje político ucraniano, cada vez más pobre, decadente y predecible entre tantas marionetas y tantos fanáticos, quedan pocas personas políticas. Las llamas que ahora se levantan sobre el país, con mas claridad que nunca alumbran la tierra negra quemada, sin ideas, sin pensamiento, sin miradas, un territorio que desde mucho antes de esta guerra, fue despojado de cualquier posibilidad de futuro, sembrado generosamente solo con las venenosas semillas del odio nacionalista. En el medio de este paisaje desolador, a pesar, y contra todas las leyes de la lógica y de la naturaleza, sobreviven grandes personas y su grandeza es solo de estos tiempos jodidos. Las ovejas negras que en realidad son los elefantes o las ballenas sostenedoras del mundo. El nombre de una de ellas es Volodymyr (en ucraniano) o Vladimir (en ruso, como prefieren) Chemerys. Pensando en él, siempre me acuerdo de esta canción de Silvio sobre la oveja negra:   

“…Es la misma oveja oscura que de noche 
No se ve bajo los rayos de la luna. 
Es la misma que se atora en los barrancos. 
Es la misma que anteayer maldijo el cura…”

La primera vez lo vi en la pantalla del televisor, en Kiev, en octubre 1990, era uno de los principales líderes estudiantiles, protagonistas de la “revolución en el suelo de granito”, un amplio movimiento de alumnos ucranianos que entre sus variadas demandas, exigían nuevas elecciones parlamentarias, servicio militar de los ucranianos solo en el territorio de Ucrania, una nueva constitución, la postergación de la ratificación de pertenecer Ucrania a la URSS hasta lograr “un estado de derecho, independiente, política y económicamente estable”, y la renuncia del primer ministro. La caída de primer ministro y la aceptación de la mayor parte de sus exigencias por parte del gobierno, fue un evento decisivo para la proclamación de la independencia de Ucrania en menos de un año. Volodymyr se veía delgado, fue uno de más del centenar de estudiantes que estuvieron en huelga de hambre, de 15 días en carpas en la plaza central de Kiev, cuando la palabra “Maidán”, todavía no era conocida para el mundo. Me acuerdo de una ejemplar organización de seguridad en la protesta. Entre los manifestantes había encargados de prevenir cualquier expresión violenta, estuvieron muy disciplinados y mantuvieron un permanente contacto informal con la policía que tampoco quería reprimir. En las tres semanas de marchas diarias, con cientos de miles de participantes, no hubo ni un solo hecho de violencia. Al igual que una enorme parte de nuestra generación en aquellos tiempos, él se sentía decepcionado de los dobles estándares del socialismo burocrático, creía en los valores de la democracia liberal, compartía su gran idealismo con una enorme ingenuidad tan típica para nuestra sociedad sin tradición de debate político. Era un amplio movimiento nacionalista democrático, (todavía bastante democrático y poco nacionalista), muy inclusivo y muy creyente en las entonces populares burradas de pensar que podría haber una convergencia entre lo mejor del socialismo y del capitalismo para avanzar como sociedad. A pesar de nuestro desconocimiento total del mundo real, en medio de estos movimientos, tuvimos algunas discusiones bastante interesantes y profundas. La política todavía no nos parecía algo sucio y mucho menos un negocio, la creíamos un asunto de idealistas y revolucionarios. No teníamos idea de nada.

Por segunda vez, lo volví a ver unos 15 años después. Yo ya vivía en Chile y cuando muy de vez en cuando viajaba a Ucrania, mis amigos de izquierda me invitaban a conversar sobre América Latina, ya que siempre hubo mucho interés y poca información directa. Me acuerdo que una vez, lo hicimos en la sede del Instituto República, fundado y dirigido por él. Fue un extraño proyecto de construcción del pensamiento ciudadano abierto para todos (cuando aún se podía). A nuestra conversación sobre América Latina llegaron los comunistas, los anarquistas, los troskistas y los nacionalistas ucranianos. Debatimos distintos temas durante horas. Todavía se podía dialogar y a pesar de los clarísimos desacuerdos, casi en todo, y las burlas políticas entre todos, todavía nos dábamos la mano y podíamos salir a tomar un trago juntos para seguir discutiendo. Me preguntaban mucho sobre los zapatistas. Cuando después nos quedamos solos un rato con Volodymyr, él me habló de su admiración de toda la vida por la Revolución Cubana, por los sandinistas y por Allende. Era la izquierda en la que él creía. Ucrania todavía era un lugar muy tranquilo y las guerras parecían ser asunto de otros mundos exóticos y lejanos.

Algunos recordarán, que durante la invasión norteamericana a Irak, el 8 de abril de 2002, por el disparo de un tanque al hotel “Palestina” en Bagdad fueron asesinados dos periodistas extranjeros: el español José Couso y el ucraniano Tarás Protsiuk. Tarás fue amigo de Volodymyr. En los años siguientes Chemerys, frente a la total indiferencia de su gobierno, organizó en Ucrania una campaña exigiendo al gobierno norteamericano reconocer su responsabilidad y el pago de la indemnización a su familia. Obviamente, sin obtener ningún tipo de respuesta.

Pocos meses después del golpe de estado, mediáticamente conocido como “la revolución del Maidán”, en mayo del 2014, él me contaba en una entrevista:

“Lo que ahora se conoce como Euromaidán tuvo su origen en una protesta de una parte de la clase media educada (“creative class”), debido a la negativa del gobierno de firmar el acuerdo sobre asociación con la Unión Europea. Se inició el 21 de noviembre de 2013 y prácticamente se agotó hacia fin de mes. Las manifestaciones ya estaban por desaparecer, pero en la noche del 30 de noviembre, violando la constitución y con una crueldad inusual, fueron reprimidas por las fuerzas especiales de la policía, la Berkut, y al día siguiente, el 1 de diciembre, salieron a las calles de Kiev varios cientos de miles de ucranianos indignados. Pero esto ya no era propiamente Euromaidán.

El fondo “Iniciativas Democráticas” señala que la exigencia de una asociación con Europa era apoyada sólo por una minoría de quienes protestaban; la mayoría (más de un 70 por ciento), quería, en primer lugar, mejorar la vida en Ucrania y la renuncia del corrupto presidente Yanukovich. Las palabras “cambio de sistema” fueron las más populares en el Maidán, pero su voz fue secuestrada por representantes de la oposición burguesa, dos partidos liberales y uno nacionalista. Fueron ellos justamente los que tuvieron recursos necesarios para imponer su agenda, mientras la ultraderecha se dedicó a destruir los monumentos a Lenin, hacer marchas con antorchas y agredir físicamente a los sindicalistas.

La gente que protestó lo hizo por demandas sociales y en primer lugar quiso acabar con el poderío de los oligarcas; pero estas demandas no se convirtieron en las del Maidán. Esto sucedió porque la izquierda está literalmente atomizada, y la sociedad civil no tuvo la suficiente fuerza ni organización para resistir la avalancha de recursos económicos de los partidos. Al final, los líderes de la oposición política, varias veces abucheados por el Maidán, fueron los únicos que lograron capitalizar la caída del régimen de Yanukovich formando su gobierno de transición.

En el oriente de Ucrania existía un potencial de protesta quizá incluso más grande que en el occidente; en la primavera del 2013, por ejemplo, en la región de Lugansk, los mineros tomaron el edificio de la administración minera para exigir el cumplimiento de sus demandas sociales al conocido oligarca Rinat Akhmetov. Pero el oriente no apoyó la rebelión de Maidán: en primer lugar, porque no vio expresadas sus exigencias sociales, y también porque rechazó las acciones agresivas de la ultraderecha. Otra razón fue que los obreros casi no estaban representados: de acuerdo a la información de la misma organización “Iniciativas Democráticas”, los obreros en el Maidán eran sólo un 7 por ciento. https://desinformemonos.org/ucrania-dos-miradas-desde-abajo-y-la-izquierda/

Él fue de los poquísimos protagonistas de la lucha por la independencia de Ucrania, quien sin dobleces y de forma categórica, condenó el ataque militar del gobierno ucraniano contra las repúblicas independentistas del Donbass, acusando al poder de crímenes militares y exigiendo un diálogo urgente con los rebeldes. Siendo uno de los autores de la actual Constitución ucraniana, fue de los primeros denunciantes de su sistemática violación, primero por el gobierno de Petró Poroshenko, y ahora por el de Volodymyr Zelensky.

Habló clara y tajantemente sobre los enormes riesgos de la injerencia del FMI, la OTAN y los EEUU en los asuntos internos de Ucrania, llamando a sus gobiernos títeres por su nombre. 

Cuando estuve en Kiev en octubre del año pasado, y las organizaciones de izquierda e independientes del poder, igual que los medios, ya estaban prácticamente prohibidos por el gobierno, él nos invitó, a unos 20 o 30 amigos y conocidos de confianza, a plantar frente a la embajada de los EEUU una arboleda de la Libertad de Prensa. Teníamos miedo de un ataque nazi o policial pero no pasó nada. Fue gracioso que nos ayudó a plantar árboles un guardia ucraniano de la embajada. A diferencia de nosotros, él era de origen campesino y sabía cómo se hacía. El primer árbol se plantó a nombre de Tarás Protsiuk, camarógrafo ucraniano asesinado por norteamericanos en Bagdad, otros en memoria de los periodistas y comunicadores muertos por los paramilitares en Ucrania y con nombres de diarios y canales de televisión cerrados. Otro dedicado a Assange. Entre estos árboles, quedó uno en homenaje a los comunicadores y activistas sociales muertos en América Latina.

Cuando el 24 de febrero empezó la guerra y con esto una brutal represión del gobierno ucraniano contra todos los inconformes, sospechosos y críticos, y varios de nuestros compañeros fueros detenidos, secuestrados, desaparecidos y en caso de algo de suerte, condenados a largas penas por crímenes que jamás cometieron, Volodymyr, a pesar de las constantes amenazas, abrió su canal en Telegram https://t.me/repressionoftheleft donde denunciaba las persecuciones políticas en su país.

Este 19 de julio, los agentes de la inteligencia ucraniana SBU, acompañados por los activistas nazis como testigos, irrumpieron en su casa, y después de los golpes, insultos y burlas, le requisaron todos los aparatos electrónicos. Él está acusado por el articulo 436-2 del Código Penal de Ucrania por “Justificación, legitimación, negación de la agresión armada de la Federación Rusa contra Ucrania y la glorificación de sus participantes”, que de ser hallado “culpable”, lo que le significaría hasta 8 años de cárcel con la expropiación de todos sus bienes. El interrogatorio está fijado para el 26 de julio. Como su computador y teléfonos están en manos de SBU, no sería sorprendente que la acusación presentara como “prueba” algo tan estúpido como “cartas de Putin” o de Lavrov, cosas que normalmente ellos suelen fabricar. El otro riesgo permanente para él es la de ser objeto de algún atentado por los grupos paramilitares que siempre lo han amenazado.

Ya han estado llegando muchas palabras de ánimo y propuestas de apoyo desde Ucrania, Donbass, Rusia y otras partes de Europa, de las buenas personas con diferentes credos políticos y de diferentes opiniones respecto a la guerra actual. También están los otros: unos, celebrando que “le viene de vuelta como boomerang” por ser uno de los “culpables de la independencia de Ucrania” y de otros, los nazis ucranianos, que lo consideran “traidor de su causa”. Los extremos y las estupideces como siembre, se tocan y se abrazan.

Necesitamos toda la difusión y solidaridad posible.

Tomado de Desinformémonos.

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