El miedo siempre estuvo del otro lado
Por Bruno Lonatti
En los últimos años hemos visto como la ofensiva de la derecha en el terreno cultural se centró en la memoria histórica de la última dictadura cívico militar. Ahora tenemos que ser testigos de cómo la Legislatura de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires, supuesto edificio público de la república representativa, sea espacio de provocación y reivindicación de las atrocidades cometidas por el estado en lo que ellos llaman “el proceso” pero también anteriormente con la formación de las AAA (Alianza Anticomunista Argentina) y el Operativo “Independencia”.
La nefasta Triple A merece un protagonismo mayor en el debate público instalado actualmente. La organización fascista tuvo sus inicios desde la presidencia interina de Raúl Lastiri en 1973 y en Córdoba tuvo su capítulo funesto con el “Comando Libertadores de América” apoyado por el Interventor Federal de la provincia, Raúl Oscar Lacabanne.
No es casual que busquen instalar esta agenda, es una clara instigación al exterminio que atenta contra la institucionalidad de nuestra joven y limitada democracia. No faltarán quienes menosprecian la importancia de estas provocaciones, o crean que el silencio es la mejor opción. Como si invisibilizando al fascismo detendríamos su crecimiento.
En esto hay que ser claros, esto no es un acto aislado, es una prueba de fuego de la ultraderecha. El resultado de este acto es el del proceso de desinformación masiva y manipulación emocional que vienen llevando a cabo hace años:
Primero, consolidándose en terrenos digitales, generando una base social que sostenga su relato, que no es más que una reversión de la teoría de los dos demonios, que encuentra un enemigo en la militancia popular Argentina. Segundo, incentivando y avalando mediante su silencio las continuas agresiones de dicha base social a las organizaciones del campo nacional y popular así como a organizaciones sociales, comunicadores, artistas y la lista podría seguir hasta tornarse interminable.
Ejemplos tenemos por montones, ataques a locales partidarios, escraches negacionistas, como vimos hace pocos días en la Escuela de Educación Media N°7 “María Claudia Falcone” y en la estación de Subte “Rodolfo Walsh”, así como decenas de denuncias de amenazas en todo el país hacia militantes.
En tercer lugar convierten este movimiento en su política, realizando las mismas provocaciones desde las esferas de la institucionalidad Argentina.
Frenar este accionar depende de quienes sostenemos los derechos humanos como bandera y sabemos que nuestra democracia (de baja intensidad) es fruto de una victoria pírrica del pueblo.
Si somos catalogados como enemigos por la ultraderecha, es porque son conscientes que la destrucción total del tejido social que pretenden, sólo es posible con una terrible represión de la organización popular. Saben que para llevar adelante su programa requieren de la erradicación de los límites institucionales de la política, por eso el ataque persistente al estado, único garante de los Derechos Humanos.
Es momento de asumir nuestra posición, que conlleva la responsabilidad de sostener la iniciativa, ahora en defensa de las instituciones, pero posteriormente en la necesidad de transformaciones profundas en nuestro país. Algunos compañeros repiten que “plata y miedo nunca tuvimos” pero ellos, la ultraderecha, sí tienen mucho miedo, incluso son movidos por ese sentimiento, tienen miedo a que en este país haya justicia porque defienden el privilegio de unos pocos.
Detrás de la parafernalia de los insultos y el odio desmedido que despilfarran se oculta que ante todo, buscan consolidar un perverso sistema de acumulación por desposesión. Quieren que todo lo nuestro, dígase educación, salud, recursos naturales, sea su negocio.
Demostremos que a pesar de toda provocación o ataque, el miedo siempre está de su lado.
Tomado de Enfant Terrible/ Foto de portada: Paloma Cerna