Lecciones del genocidio israelí
Por José Ernesto Nováez Guerrero.
El sostenido genocidio israelí que viene desarrollándose ante los ojos del mundo desde 1948 ha tenido, sin duda, uno de sus picos más brutales en la ofensiva emprendida por “Israel” a partir del 7 de octubre de 2023 sobre la Franja de Gaza. A casi siete meses de exterminio planificado, televisado, gráficamente expuesto en redes sociales, podemos sacar algunas lecciones que la brutalidad israelí ha dejado más descarnadas que nunca.
La primera es la naturaleza genocida del sionismo y su propia versión de la “solución final” respecto al “problema palestino”. Hay pruebas suficientes para el que quiera ver. Desde un viejo vídeo de Benjamín Netanyahu reconociendo con total honestidad sus objetivos en contra de los palestinos, pasando por las declaraciones de ministros y generales del actual equipo de gobierno hasta la breve y sintomática entrevista de un desconocido soldado de las Fuerzas de Defensa Israelíes (FDI) que preguntado sobre la brutalidad que han desplegado sobre Gaza, respondió: “Todos son de Hamas” “¿Incluso los niños?” preguntó el entrevistador. “Todos” concluyó tajantemente, dando por suficientemente explicados con este argumento las decenas de miles de toneladas de bombas, las decenas de miles de muertos y mutilados, la destrucción de casas, hospitales, mezquitas, escuelas y el asesinato de hambrientos que esperaban por comida.
La segunda lección importante es que Occidente no va a hacer nada para detener el genocidio en curso, como no ha hecho nada para detener ninguno de los anteriores. La posición de Estados Unidos y sus aliados ha puesto en ridículo al Consejo de Seguridad, la ONU y sus numerosas agencias. Más que en ridículo, las han convertido en inútiles anticuallas que pertenecen a un mundo y una geopolítica ya superada. A medida que se agudizan las contradicciones entre bloques, los grandes poderes tienden a actuar en beneficio de sus intereses aun cuando sea en contra de la posición de la mayoría. Eso explica, en parte, que Estados Unidos vetara en solitario los sucesivos intentos de alcanzar el alto al fuego inmediato y solo cediera ante una resolución vaga con fines y objetivos no claramente definidos. En la geopolítica futura es más importante un portaaviones terrestre con armas nucleares en Medio Oriente (o sea, “Israel”) que la totalidad de la estructura de Naciones Unidas.
La tercera lección es que “Israel”, como potencia ocupante, está decidido a eliminar de facto cualquier posibilidad de existencia de un estado palestino. No solo mediante el exterminio físico, sino mediante el desplazamiento forzoso. La ideología dominante políticamente en el país dota sus posiciones de una superioridad moral que impide cualquier juicio autocrítico ante la palpable brutalidad de sus acciones. El ejército es un poderoso aparato de educación ideológica, por donde pasan forzosamente cientos de miles de jóvenes que son educados para aceptar las bases fundantes del sionismo: la convicción de ser el pueblo elegido, la concepción de “Israel” como agredido que se defiende, la certeza de que sus enemigos son algo inferior a lo humano y por lo tanto el respeto a sus vidas se relativiza hasta el punto casi de perderse.
La posibilidad de los dos Estados, sostenida por la comunidad internacional como fórmula salvadora, se torna realmente inviable. Por un lado la resistencia palestina, expresión de un pueblo colonizado y sometido a la crueldad permanente rechaza esta imposición exterior que fue resultado de decisiones arbitrarias por parte de potencias extranjeras, ejecutadas mediante las armas, el exterminio y el robo de las tierras, que permanecen hasta el día de hoy. Por el otro la entidad ocupante, en virtud de la impunidad de la que goza, tampoco tiene interés en revivir esa vieja fórmula, ya revocada en la práctica de expolio y saqueo sistemático. La solución se convierte entonces en una apelación vacua, incapaz de resolver de ninguna manera la situación en curso.
Una cuarta lección de esta etapa ha sido la convicción de que la solución para los conflictos del mundo árabe y el palestino en particular no es posible esperarla de ninguno de los grandes poderes occidentales. Europa y Estados Unidos siguen siendo, tal y como en el pasado, catalizadores conscientes de las contradicciones en la región para el exclusivo beneficio de sus agendas imperialistas. Actitud que contrasta con la forma en la cual se han insertado en el área potencias como Rusia y China, con un enfoque mucho más constructivo y de respeto a la soberanía de los países.
Es posible extraer otra importante lección respecto a quiénes son los verdaderos aliados de la causa de la resistencia del pueblo palestino. A pesar de la brutalidad israelí, de la propaganda, del sistemático asesinato simbólico de la resistencia palestina por parte de los grandes medios cartelizados, de las prohibiciones por parte de los “democráticos” gobiernos europeos respecto al tema, vemos cómo se alza un masivo movimiento de solidaridad popular. Trabajadores y estudiantes de numerosos países están dispuestos a arriesgar su libertad y afrontar la represión para denunciar el genocidio. Palestina ha despertado la conciencia de una generación que, a través del prisma de lo que ocurre en Gaza, comienza a ver la dimensión más brutal del imperialismo y el peligroso retorno del fascismo, que se esconde detrás de toda ideología supremacista. Gaza ha sido una escuela de humanidad, una prueba de que el genocidio no pertenece al pasado, sino que está frente a nosotros, avalado por los grandes poderes en decadencia.
Pero también el mundo árabe se ha dividido entre los que apoyan de palabra a los palestinos y los que los apoyan con los hechos, por encima de cualquier diferencia de tipo religioso o político. Y muchas veces las milicias populares han llegado mucho más lejos que los gobiernos. Desde los hutíes en Yemen hasta Hizbullah en Líbano, pasando por Irán, cuya más reciente ofensiva ha demostrado la fragilidad de la costosa maquinaria defensiva de “Israel”.
Antonio Gramsci, revolucionario italiano, sostenía en un artículo de juventud que vivir es tomar partido. Quizás la más importante lección de estas tristes jornadas sea asumir si estamos del lado de los que luchan o estamos del lado de sus genocidas. La indiferencia, ante un hecho de esta magnitud, es una de las formas de la complicidad.
Tomado de Al Mayadeen.