El león no tendría melena si se dejara esquilar
Por Carlos Pereira das Neves(*)
Está bravo traer a colación al mismo animal con el que quien oficia de presidente de Argentina suele compararse, una suerte de prosopopeya pero a la inversa, pero valga la coincidencia y la dialéctica para poder problematizar los elementos simbólicos dentro de los juegos de poder. Siempre, primero, logrando sortear al precoz juez de línea y su grito “eso es hacerle el juego a la derecha”.
Para sortear ese primer grito, esa primera traba, es necesario identificar y diferenciar a quien emite el comentario de quien lo reproduce. Intereses que en el corto plazo pueden confluir pero que no van a modificar en qué clase se va a encontrar cada uno al final de la jornada. Por más anhelada que sea esa búsqueda de pertenencia a las élites, a los tomadores de decisión, a los representantes del vulgo, en el sistema capitalista no hay lugar para todos. Y en la dirección del sistema, menos que menos. Por más letra, por más conducta que se haga, somos obsolescencia programada: así los mortales como las grandes figuras públicas de red social, cámara o entrevistas picantonas de camaradería.
Aunque esto último me parece que es visible, es comprensible, solo que no es atacable. Se ha vuelto reproducible, no se necesita estar en una fábrica para poder cobrar un mejor sueldo o tener una mejor posición y hacérselo sentir al que viene de atrás. Basta una responsabilidad, basta un viento en la camiseta, basta un dulce soplido cómplice al oído para que nuestro compañero o nuestras luchas sean un objeto, un medio. Una picadora de carne en la que la premium sobresale de la especial y ambas de la común, que es mejor que andar cuestionando la maquinaria y ni que hablar al operador, que por lo menos nos da trabajo, nos forma, nos da valor agregado.
Hay que ser león y hay que tener melena, porque hay que tener identidad que valga más que un lugarcito, un sueldito, un gobiernito. O una entrevistita que sume para obtener ese lugarcito, ese sueldito en un futuro gobiernito. Y la identidad hay que buscarla con los nuestros, los nuestros más allá de las listas que hayan conquistado o vencido su apatía, los nuestros que no se marean si hoy comen con aceite o tienen quien le festeje, aunque ese festejo tenga tanto de alienación como de relación directa en el negocio que viene entre manos.
Simbólicamente reproducimos alienación y explotación. Nos la pide el sistema, nos la piden los actores del sistema, pero últimamente parecería que hasta adelantamos nuestras respuestas a futuras posibles preguntas de nuestros celadores.
Pero esto no es todo, la trampa no lo es todo, para mala suerte de quien con alguna sonrisa socarrona dice lo que el otro quiere escuchar. Porque no somos sus amigos, nosotros no sabemos quienes son nuestros amigos y ellos si saben quienes son sus enemigos. Y las preguntas no van a parar, las respuestas tampoco, porque una vez roto el umbral de lo indecible, ya no queda nada más por salvaguardar. La trampa es un círculo concéntrico de trampas y ya no sabemos si nos regalaron la entrada o la pagamos, porque al final la vamos a tener que seguir pagando…¿o acaso alguien puede llegar a esperar un “me fui de boca”?, ¿alguna vez sucedió?
Heredamos el poner la otra mejilla, algo así como la canonización de “hay que gobernar para todos”, que jamás lo vamos a cumplir si es que primero no destrabamos el botón de la acumulación, el comando principal de este sistema operativo. Ya ni se habla de eso…miento, se habla de eso, se dice que no hay que espantar a los mercados. Pero pucha, que tan feos no somos.
Así que, no contentos con nuestras sucesivas confesiones de parte, la llaga sigue invitando dedos profundizando el límite de lo soportable, aggiornándonos a prepo, transformando nuestra limitada capacidad de acción directamente en acción inversa. Y allí están los dedos de personas que no tienen porque ser tan inteligentes para encontrar la incómoda transformación, que no hace más que acelerar esa misma transformación.
Pero es que ya hasta la retórica nos ha abandonado, la cambiamos en el barrio de los judíos por unos gramos de todologismo. Ya no podemos decir lo que pensamos, ni siquiera podemos evitar que nos pregunten lo que pensamos, al punto que nos hemos convencido -con eso de que letra con sangre entra- que podemos decir finalmente lo que pensamos porque ya no tiene nada que ver con lo que alguna vez quisimos, supimos, decir.
Ese es el resultado de esta continua bajada de línea, marcada de agenda, organización discursiva, manejo temático, preparación de oradores, ambientación de la realidad cual camarín de un estudio de grabación. No es necesario que nos intimen a que opinemos sobre lo que no nos favorece hablar, pero igual nos intiman, regalamos la ofensiva porque ya no entendemos su importancia, porque ya nos impusieron que tenemos que gobernar para todos…y ya sabemos quienes pesan más en ese “todos”.
No va a quedar tema que no nos pregunten para que nos sintamos cómodos de haber revisto nuestras antiguas posturas, mientras se van cayendo los apoyos que tanto no importan por la promesa de los nuevos apoyos que ya dijeron que si a la fiesta de los disfraces que haremos en Halloween…que cae unos días después de la votación.
¿Tenemos la iniciativa? ¿Es nuestra? ¿A quién favorece el desboque? ¿Nos estamos atajando? ¿Y frente a qué, si hasta parece que llegáramos a acuerdos?
Como mentores y como policías, la derecha nos hace las preguntas con las respuestas implícitas. Hay otras respuestas, son actores que no son conocidos o no van a ser buscados, porque nadie se va a andar haciendo propaganda en contra. Nadie va a atender una panadería y le va a pedir una opinión al que encontró una rasta de pelo adentro de la flauta. Pero bueno, algunas otras respuestas buscarán la forma de hacerse camino, siempre ha sido así, seguirán las ideas latiendo en los que tengan el coraje de pensarlas, mencionarlas y compartirlas más que consigo mismo, aunque no los inviten a ningún programa…por suerte.
(*) Carlos Pereira das Neves es escritor, columnista y co-Director de Mate Amargo. Coordinador del Colectivo Histórico “Las Chirusas” y miembro del Capítulo uruguayo de la Red de Intelectuales y Artistas en Defensa de la Humanidad (RedH)
Fuente: Mate Amargo