Internacionales

Más de seis décadas de la injerencia de la CIA en Venezuela (II)

Por José Luis Méndez Méndez* / Colaboración Especial

Resumen Latinoamericano

El trabajo de la CIA, era intenso, querían adquirir con celeridad la capacidad de decidir y actuar en Venezuela, los esfuerzos de contrainsurgencia desplegados por la administración de John F. Kennedy, para la cual había designado a su hermano Robert Kennedy, al frente del Departamento de Justicia, intentaban frenar el clamor emancipador en América Latina, inspirado en la Revolución cubana. El prometido y esperado éxito de la insulsa Alianza para el Progreso, se avizoraba como un fracaso inevitable.

Por tanto era necesario acceder y conocer al grupo de seguidores cercanos a Rómulo Betancourt con su partido Acción Democrática y poder tener ojos y oídos tan cerca de él como fuese posible. Ni el jefe de la estación ni sus pocos oficiales tenían capacidad siquiera para proponer ideas en qué invertir el dinero disponible, para enfrentar la llamada influencia Castro-comunista, según la imagen norteamericana.

Instalada la CIA en Venezuela comenzó a captar colaboradores locales, agentes en todas las instancias, por medio de la identificación ideológica, política, por medio del dinero y también por el chantaje a figuras dedicadas a esquilmar las arcas locales como medio de vida. Para el tráfico documental Venezuela se identificó como CI, dígrafo, que presidía a los reclutados. Se registran algunos casos identificados como CIGOAL-1, correspondiente a Marcos Díaz Lanz, cubano; CIHUMP-1 José de Jesús Planas y CIMOTIF-1 para identificar al citado Reynold González.

La exploración dio el resultado esperado, la CIA conoció que el presidente venezolano quería poseer un periódico no oficial para promover y divulgar su programa, pero no tenía los recursos suficientes. Esta era una oportunidad ideal para alcanzar los propósitos estadounidenses de tener acceso y control sobre el Presidente. Sería un proyecto de la llamada “propaganda gris”; como un instrumento de acceso a los líderes políticos de Acción Democrática. Eso permitiría caracterizarlos, estudiarlos, incluso seleccionar a candidatos como informantes y, al final, poder tener agentes de influencia que actuaran acorde con los intereses estadounidenses, era la psicología de los renovadores oficiales de la CIA, que comenzaron a actuar en Caracas y sería una fachada sólida para comenzar a infiltrar y canalizar fondos hacia blancos de interés.

La República era el título del periódico que se financiaría de manera encubierta. El presidente Kennedy, después del fiasco de Bahía de Cochinos, urgía resultados, pero los mecanismos seguían siendo lentos, Burkholder debió sustentar la probable eficacia del periódico de manera personal ante el recién nombrado nuevo director de la CIA y él, además, sería el ejecutor del proyecto en Venezuela; estaría bajo su supervisión directa y aparecería como socio de la parte venezolana interesada en sufragar ese medio de difusión, que en realidad era una pantalla detrás de la cual estaba la CIA. El proyecto, recibió la debida aprobación, aunque otros “halcones” de la agencia ponderaban invertir en otras acciones más beligerantes a corto plazo.

Se presentó una prioridad en la entonces llamada Guyana inglesa, donde había posibilidades de ocupar espacios de influencia antes de que se independizara del tutelaje inglés y asumiera su propio destino. La CIA calificaba al líder local, Cheddi Jagan, como un comunista peligroso que había vencido a su rival más cercano, Forbes Burnham, quien ocupaba el cargo de primer ministro.

En Guyana, años después, en 1976 había fuertes intereses de la CIA y del gobierno del entonces presidente Carlos Andrés Pérez, en ese país no había estación ni base de esa agencia, por eso la de Venezuela recibió la misión urgente de conocer y desviar toda inclinación progresista en ese pequeño y emergente país. En años recientes las apetencias imperiales se han expuesto de manera descarnada para dominar las inmensas riquezas existentes en ese país, parte de las cuales pertenecen a Venezuela.

El terrorista Reynold González, del llamado grupo contrarrevolucionario Movimiento Revolucionario del Pueblo (MRP), fue capturado y presentado en rueda de prensa, en sus declaraciones expresó: “En la Embajada de Venezuela existían muchos asilados… nosotros ayudábamos con dinero a los que se encontraban allí, con la cantidad de mil pesos todos los meses, los pasajes de todos los asilados, les enviamos cajas de comestibles; yo en persona entré en la embajada llevado por el embajador para conversar con los asilados del MRP. Salí también en la máquina del embajador. Se utilizó la embajada para entrar y salir muchos elementos de los grupos, para guardar cosas, para guardar documentos, para sacar documentos también. En fin, no recuerdo, pero era una ayuda amplia y decidida; esa es la verdad”.

Desde entonces el gobierno de Betancourt no solo hizo lo que le indicaron desde la Casa Blanca, sino que se prestó para toda conjura contra la revolución. En enero de 1962 se celebró la VIII Reunión de consulta de los ministros de Relaciones Exteriores de la OEA en Punta del Este, Uruguay, donde se resolvió “la incompatibilidad entre el sistema interamericano y el marxismo-leninismo al que se adhirió Cuba y, por lo tanto, esas incompatibilidades excluían a Cuba del sistema”. Puesto el tema en primer plano, el 23 de octubre de ese año el Consejo de la OEA, como órgano provisional de Consulta con el apoyo de Venezuela, resolvió pedir la expulsión de Cuba de esa instancia.

Para consolidar su poder y derrocar todo intento libertario, Estados Unidos, por medio de la CIA, envió sus operativos de contrainsurgencia para organizar, fortalecer y modernizar la represión en Venezuela. Con esta asesoría se secuestró, torturó, mutiló, asesinó y desapareció a cientos de venezolanos, se les causó daños irreversibles a muchos de ellos; dejaron huellas indelebles en decenas de familias que todavía hoy claman y exigen justicia.

Terroristas conocidos como el mencionado Luis Posada Carriles, Ricardo Morales Navarrete y Rafael Rivas Vázquez fueron precursores de la citada Disip, entidad especializada que sustituyó la Dirección General de la Policía (Digepol) para reprimir a la población. Uno de estos agentes estadounidenses fue Rafael Trémols Fresneda, para la CIA, CITUTOR-1 y CIWREN-2, Juan Manuel Salvat Roque, cubano cuando lo movían de Miami a Venezuela, ya que para actuar en Estados Unidos, aparecía como AMHINT-2.

En Venezuela surgió la figura del desaparecido mucho antes de extenderse como método contrainsurgente en Centroamérica y después en Argentina, Paraguay, Chile, Bolivia, Uruguay y Brasil, entre otros países. En ese método, la asesoría de los agentes de la CIA de origen cubano estuvo presente.

Durante la segunda mitad de los años sesenta del siglo xx estos asesores foráneos, convertidos a la fuerza y por decreto en ciudadanos venezolanos, se encargaron de mantener a sangre y fuego el orden dictatorial del momento. En los años sucesivos, terroristas confesos y prófugos –como Orlando Bosch Ávila, por ejemplo– recibieron abrigo de sus colegas de origen cubano insertados en la política y represión local. Ellos, sin duda, emplearon el terrorismo dentro del territorio venezolano para agredir los intereses del Gobierno cubano y amedrentar a sus amigos.

En territorio venezolano se radicaron cientos de contrarrevolucionarios integrados en organizaciones opuestas a la revolución, las mismas que ahora conspiran contra la nación bolivariana. Allí se gestó el abominable acto terrorista contra un avión civil cubano que estalló en pleno vuelo, cerca de las costas de Barbados, y causó la muerte de setenta y tres personas.

Este repudiable acto criminal convirtió a las autoridades y simples ciudadanos venezolanos, ajenos a las conspiraciones políticas, en blancos del terrorismo anticubano, ordenado por un cuervo como Orlando Bosch, que intentaba sacarles los ojos a sus aliados locales convertidos, según él, en traidores. Intereses venezolanos en varios países fueron agredidos, amenazados; se colocaron artefactos explosivos en representaciones diplomáticas, comerciales, aviones y empresas de esa nacionalidad: todo por tener en sus cárceles a los autores materiales e intelectuales del mencionado crimen.

Grupos como el titulado Cuba Independiente y Democrática (CID), del traidor Huber Matos Benítez, y del Comité de Ex-Presos, integrados por contrarrevolucionarios que emigraron de forma masiva a finales de la década de los setenta, como resultado del indulto otorgado por las autoridades cubanas. Eso ocurrió debido a que se honraron los acuerdos entre representativos de la emigración cubana y del Gobierno cubano en 1978, para la salida segura, ordenada, legal y voluntaria de ciudadanos que fueron juzgados e incluso sancionados por delitos cometidos, no por sus convicciones políticas. La presencia de las agencias de espionaje y subversión como la CIA, han seguido gestando planes desestabilizadores, como lo hace ahora.

(*) Escritor y profesor universitario. Es el autor, entre otros, del libro “Bajo las alas del Cóndor”, “La Operación Cóndor contra Cuba” y “Demócratas en la Casa Blanca y el terrorismo contra Cuba”. Es colaborador de Cubadebate y Resumen Latinoamericano.

Foto: AA

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