Culturales

Canta América

No hay quien quede indiferente ante la fuerza arrolladora de su voz, Mercedes Sosa no solo interpretaba canciones, cantaba un continente.

Por Yeilén Delgado Calvo

Canta Mercedes Sosa y es como si se abriera la tierra nuestra, la dolorida y fértil tierra americana, y de sus entrañas saliera la voz.

Es un canto tan hondo, triste y poderoso, como corresponde a la historia del continente. Canta Mercedes Sosa y es América quien canta.

Ese magistral talento para interpretar(nos) empezó a formarse en Haydée Mercedes Sosa desde el mismo nacimiento en San Miguel de Tucumán, el 9 de julio de 1935. ¿Qué no aprendería ella del dolor común? En su casa había solo amor, en todo lo demás eran pobres.

Como no queriendo pero sin poder negarse a la vocación, cantó por primera vez al público: frente a sus compañeros, el Himno Nacional Argentino; y un concurso le permitió llegar a la radio, usando otro nombre, para que no supieran en su hogar. Vencida la resistencia paterna –cantar no era para una señorita «de bien»–, la música lo fue todo, cada vez más.

«Busco en mi pasado y siempre me veo cantando. Cantando en mi casa, cantando en la escuela, cantando en los velorios (…) Cantaba porque sí, sin darme cuenta, porque me salía», contaba Mercedes, que en 1963 se sumó, en Mendoza, al Nuevo Cancionero, un movimiento literario-musical, dentro del ámbito de la música popular argentina.

En el manifiesto inicial afirmaban no desdeñar las expresiones tradicionales o de fuente folclórica de la música popular nativa, sino inspirarse en ellas y crear a partir de su contenido, «pero no para hurtar del tesoro del pueblo, sino para devolver a ese patrimonio, el tributo creador de las nuevas generaciones».

La Negra fue fiel a esos principios durante toda su carrera. Atreviéndose siempre, conquistó al pueblo, a los críticos, y a otros músicos. Grabó discos, llenó estadios e inmortalizó canciones –incluso varias del rock argentino– que, desde su garganta, adquirieron todo el brillo de la belleza, como Canción con todos, Como la cigarra, Solo le pido a Dios, La maza, Gracias a la vida, De mí, Rezo por vos y Yo vengo a ofrecer mi corazón.

No obstante, la encontraría la tristeza; el desamor, y el exilio en tiempos de dictadura fueron heridas brutales. De la depresión, salió creando, haciéndose fuerte en la fuerza de su canto.

Silvio Rodríguez, de quien Mercedes cantó también Sueño con serpientes y Oh, melancolía, la definió magistralmente: «Fue un genio raigal, una de esas singularidades que juntan el amor por un arte y la suerte de estar excepcionalmente dotado (…) Ella sola es un comienzo y un fin, pero a la vez, como un Midas sonoro, fue dotando de una luz especial todo lo que tocaba».

La Voz de América, le decían, y lo era. Sobre una multitudinaria presentación, luego de regresar a su país, dijo: «Lo grande fue que estaba toda la gente, más que amándome a mí, amándose a ellos». Porque comprometida con los que nada tenían, con el arte enraizado y genuino, puso un espejo frente a las masas que mueven los ejes de la historia, y les reafirmó su valor.

Tras la muerte de La Negra, el 4 de octubre de 2009, Hugo Chávez escribió: «…ha partido para quedarse convertida en memoria sublevada, pan del menesteroso y aliento tenaz de los humildes. Nuestra América toda quedará en eterna deuda con esta extraordinaria mujer que encarnó lo más sublime que puede darle sentido a la existencia: la entrega incondicional a los injustamente olvidados de la tierra».

Han pasado 15 años y le seguimos debiendo el canto que confronta al indolente, despierta al desmemoriado y enaltece a los humildes.

Fuente: Granma

Foto: Fundación Mercedes Sosa

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