Internacionales

Ser antifascista, ser anticapitalista

Por Enrique Ubieta Gómez.

Acaba de finalizar en Caracas el Encuentro de los Equipos Coordinadores de la Internacional Antifascista, cuyo antecedente, la Red en Defensa de la Humanidad, celebra en estos días sus primeros veinte años. Uno de los nombres que entonces propuso Fidel para la Red era el que ahora adopta la Internacional de manera clara, ante el peligroso avance del fascismo. Intelectuales, activistas sociales, revolucionarios de 74 países nos reunimos en esa ciudad, que hoy es uno de los centros en disputa del imperialismo transnacional.

En América Latina el imperialismo intenta asfixiar en lo económico, pero también en lo simbólico, a las revoluciones cubana, venezolana y nicaragüense. Y ablandar y dividir en lo posible a las izquierdas en el poder, algunas más débiles que otras, más orgánicas al capitalismo. En el Medio Oriente, la guerra se extiende contra los pueblos palestino, libanés, iraní, yemenita y sirio. En Europa, el foco, la trinchera, es Ucrania: la OTAN se apoya en el fascismo local para desgastar y doblegar a una Rusia renovada, que ha recuperado su orgullo, y su fuerza. Mientras, en Asia se anuncia una nueva escalada contra China, que detenga su vertiginoso crecimiento, y su liderazgo económico y político. Para ello, parece previsible que se jueguen la carta de Taiwán.  

Ese es el mundo de hoy. Cada “pequeña” guerra (unos incitan y justifican, entregan las armas; otros ponen los cuerpos sin vida, los mutilados y los desaparecidos), aporta decenas de miles de muertos. De cierta manera, ya transcurre la tercera guerra mundial. No es, por el momento, como las anteriores, pero sus escaramuzas económicas, mediáticas y morales nos involucran. Es una peligrosa guerra en tres dimensiones: la primera, entre bloques económicos, uno establecido pero en decadencia, otro ascendente, por establecerse; uno que apuesta al ejercicio unilateral del poder, otro que ensaya una visión multilateral; la segunda, entre países explotados y países explotadores, una guerra de carácter geopolítico que de alguna manera tributa a la primera; la tercera, entre el capitalismo (imperialismo) y la sociedad del futuro, que en el siglo XX llamábamos socialista, y puede conservar ese nombre o recibir otro, a condición de que sea esencialmente anticapitalista.

Como las anteriores guerras mundiales, esta tiene un sustrato económico, pero las motivaciones de sus protagonistas son diversas. En una reunión como la que acaba de finalizar en Caracas, se unen y respaldan mutuamente los invadidos, los oprimidos, los que tienen como horizonte la liberación nacional y los que luchan por un mundo otro. Se unen los reclamos de soberanía nacional y los anticapitalistas, porque de un modo u otro, los primeros no pueden conquistarse sin los segundos.

En Caracas pude abrazar a Wafi Ibrahim, una libanesa-cubana, aunque pudiera decir que es también palestina y venezolana, y de cualquier otra nacionalidad oprimida o asediada. Los misiles sionistas (estadounidenses) al vacío cayeron sobre su edificio de apartamentos en la capital libanesa, y lo desaparecieron. Nada quedó, nada, ni una foto familiar, ni un recuerdo, lo tangible y lo intangible de una vida fueron reducidos a polvo. Ella no, su pueblo tampoco, porque se renuevan en cada amanecer, en cada mártir. Por eso le infringieron una humillante derrota a los invasores, que tuvieron que aceptar el acuerdo del cese al fuego en los términos menos deseados.

Explicaba Wafi que Israel ya no es un estado de semitas, porque los colonos extranjeros vienen de todos los confines para establecerse en las mejores tierras palestinas; pueden ser rubios, ojiazules, y lo que los une es la religión, heredada o adoptada. Pero en el mundo no existen ciudadanos de la Cristiandad, o del Budismo, sino de diferentes naciones donde practican esas religiones. Ella sueña con una Palestina unida y democrática, que acepte la existencia en igualdad de todas las religiones: el cristianismo, el islamismo, el judaísmo, entre otras posibles. Pero el reclamo más fuerte, más urgente en esta reunión de pueblos, es el cese del genocidio sionista en Palestina, el intento de limpieza étnica, que ya ha cobrado más de 40 mil vidas.

Otro reclamo, naturalmente, es el cese del hostigamiento y del cerco a los países latinoamericanos en rebeldía, de las campañas mediáticas, de las agresiones, el robo de recursos, la planificación de asesinatos y atentados con total impunidad por los que, supuestamente, son más fuertes. Pero sabemos que no cesarán, y que se avecinan tiempos de guerra total. Por eso, es necesario identificar a nuestro enemigo, y unirnos para repelerlo en trincheras de ideas, y de ser necesario, en trincheras de piedra. A la fuerza se opondrá la fuerza. Porque sin dudas, el imperialismo y el sionismo asumen comportamientos fascistas.

En algunos países europeos y latinoamericanos el fascismo puede adoptar medidas económicas y sociales de alto impacto popular y reprimir con violencia a los inconformes. En otros, sin embargo, puede acarrear muertes, por disparos de bala, de hambre o de enfermedades; puede provocar invasiones y el exterminio masivo de sus pueblos. ¿Qué es el fascismo? Es una de las formas de conservación del capitalismo (de su plusvalía, de sus ganancias, de su explotación ilimitada, de su expansionismo) ante peligros extremos; una forma que desestima las normas tradicionales de la democracia burguesa, porque ya no son eficientes en su única función reproductora del poder, y este pasa a ser ejercido de forma violenta. Si lo entendemos así, comprenderemos que toda lucha antifascista, es necesariamente anticapitalista. Que no se trata de restaurar el capitalismo “democrático”, sino de superarlo.

Pero, ¿por qué los pobres, los explotados, los desposeídos, los anulados, pueden votar por sus opresores?, ¿soportar la explotación con la esperanza de ser, algún día, explotadores?, ¿apostar por soluciones radicales ante la crisis que los ahoga, cuando la izquierda amaestrada, cobarde, carente de horizontes, pacta, se mueve con cautela, declara sin sonrojos su moderación, defiende la democracia abandonada por los burgueses? El mundo necesita cambios radicales, y el fascismo promete aplicarlos, así sea en contra de sus pueblos. Los revolucionarios convertidos en políticos de izquierda colaboran, sin saberlo, con el peligroso ascenso de la ultraderecha, del fascismo. La Internacional antifascista recientemente creada en Caracas debe actuar y demostrar que existe la democracia popular, que otro mundo mejor es posible. Al radicalismo fascista tenemos que oponer el radicalismo revolucionario. No será nunca una cuestión nacional, de cada nación por separado; no habrá victoria en un país, hasta que no se conquiste la victoria en todos los países. La resistencia de Cuba y Venezuela, es nuestro aporte. Cuando ocho cubanos subimos al estrado con la bandera de la estrella solitaria, con la intención de tomarnos una foto, los asistentes empezaron a corear “Cuba sí, yanquis no” y “Cuba sí, bloqueo no”. Entonces se produjo la magia: delegados de muchos países subieron al estrado también y nos rodearon; de repente, la delegación cubana se multiplicó, la estrella solitaria brilló más fuerte, más alto. Todos fueron cubanos esa tarde, porque la Patria para nosotros es Humanidad. La consigna siempre será una, como diría el Che Guevara: al imperialismo, al sionismo y al fascismo, “ni un tantico así”.

Tomado de Cuba Sí.

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