El trabajo infantil niega a los niños el derecho a ser niños
Por Patricia María Guerra Soriano / Colaboración especial para Resumen Latinoamericano
Cuando en 2019 los miembros de la Asamblea General de las Naciones Unidas decidieron, por unanimidad, adoptar la resolución que declaraba al 2021 como el Año Internacional para la Eliminación del Trabajo Infantil y Protección del Adolescente Trabajador, lo hacían pensando en la integridad física y mental de, aproximadamente, 152 millones de niños, niñas y adolescentes que aún trabajan en el mundo.
Para Guy Ryder, director general de la Organización Internacional del Trabajo (OIT), “este año internacional no se trata de hablar, se trata de hacer”. Y en ese “hacer” al que convocó el funcionario durante el lanzamiento de la campaña para América Latina y el Caribe, está el propósito de que la región sea la primera en el mundo en poner fin al trabajo infantil.
De acuerdo con Alicia Bárcena, secretaria ejecutiva de la Comisión Económica para América Latina y el Caribe (Cepal), debido a los efectos sociales de la pandemia de la COVID-19, en la región puede experimentarse un “importante aumento de la tasa de trabajo infantil, lo que implica que al menos entre 109 000 y 326 000 niños, niñas y adolescentes podrían ingresar al mercado laboral sumándose a los ya 10, 5 millones que están en la misma situación”, es decir, el 7,3 por ciento de la población regional de 5 a 17 años de edad.
Según la plataforma de cooperación tripartita “Iniciativa Regional de América Latina y el Caribe Libre de Trabajo Infantil”, 2021 inició con una importante movilización global, inaugurada por la OIT y la Asociación 8.7 y alineada con la Agenda de Desarrollo Sostenible 2030, que insta en una de sus metas al trabajo conjunto de las naciones para promover medidas legislativas prácticas contra el trabajo infantil.
Desde esta perspectiva, la Meta 8.7, aboga por que los Estados tomen medidas eficaces para erradicar el trabajo forzoso, pongan fin a la esclavitud moderna y a la trata de seres humanos y velen por la prohibición y erradicación de las peores formas de trabajo infantil para 2025, en particular, el reclutamiento y la utilización de niños como soldados.
El año 2020 cerró con un avance sin precedentes en la historia de la OIT, al ser ratificado, por sus 187 miembros, el Covenio 182 (1999), lo cual significa que todos los niños y niñas disponen de protección jurídica contra las peores formas de trabajo infantil como la servidumbre por deudas, la explotación sexual y la producción y tráfico de estupefacientes, y demuestra que existe consenso mundial de que esas formas de explotación no tienen cabida en nuestra sociedad.
Un informe presentado por la OIT y el Fondo de las Naciones Unidas para la Infancia (Unicef), detalla que la propagación del coronavirus resulta en un aumento de la pobreza y por tanto, en un incremento del trabajo infantil. Algunos estudios-precisa el documento-aseguran que un aumento de un punto porcentual del nivel de pobreza representa un incremento del 0, 7, o más, de trabajo infantil. Unido a estos indicadores, el cierre temporal de las escuelas, que afecta actualmente a más de 1 000 millones de alumnos en más de 130 países, podría condicionar que los encargados de los menores no los envíen una vez reiniciadas las clases.
El trabajo infantil también plantea un sesgo de género relacionado con los estereotipos dominantes en roles sexuales. La Cepal señala en “Desafíos”, su boletín de la infancia y adolescencia sobre el avance de los objetivos de desarrollo del Milenio que, mientras en los varones prevalece el trabajo remunerado fuera de casa, “las niñas cargan con el mayor peso en las tareas domésticas no remuneradas” que pueden llegar a ocuparles 43 horas o más en la semana.
La realidad a la que se enfrenta el mundo es dolorosa, por eso Vinícius Pinheiro, director de la OIT para América Latina y el Caribe, abogó por “pisar el acelerador en la lucha contra el trabajo infantil”, en la lucha contra “una crisis que podría hacernos retroceder en un año el equivalente a una década de avances”, y que niega a los niños-como dijo una vez el uruguayo Eduardo Galeano-el derecho a ser niños.
Foto de portada: El economista