¿Hasta cuándo dolerá Brasil?
Por Patricia María Guerra Soriano / Colaboración especial para Resumen Latinoamericano
Brasil le está doliendo a los brasileños, a Latinoamérica y al mundo. Es un dolor naturalizado y oculto, del que se habla cuando los números de contagios y muertes por COVID-19 dan el golpetazo en las estadísticas globales, revientan las alarmas y hacen voltear a todos con ese dolor oculto que va apareciendo en los ojos.
En la tierra del Amazonas, el aumento de casos, hospitalizaciones y decesos han condicionado el momento más crítico desde la detección del virus en febrero pasado. Ya superaron las 270 000 muertes y los 11, 2 millones de contagios. El último informe de la Fundación Oswaldo Cruz (Fiocruz), vinculada al Ministerio de Salud, indica que el país acumula el 10.3 por ciento de los fallecimientos registrados en el mundo a causa del virus.
La incidencia del coronavirus se encuentra en niveles elevados en todos los Estados, con una tendencia al aumento en los más poblados, ubicados al sudeste y sur del territorio. Una compleja tesitura que es equivalente al colapso de redes asistenciales públicas y privadas.
Al respecto, Fiocruz reveló que de las 27 ciudades capitales de la nación, 25 tienen tasas de ocupación en las Unidades de Cuidados Intensivos (UCI), iguales o superiores al 80 por ciento de su capacidad.
La crítica situación que se torna más que evidente fue avalada por Margareth Dalcolmo, neumóloga de la Fundación cuando dijo que “el año 2021 será aún más duro”. De acuerdo con la especialista, cuya opinión se une a la de otros expertos, la pandemia en el territorio nacional es más grave por las elevadas tasas de transmisión atribuidas a nuevas variantes del SARS-CoV-2, entre ellas la denominada P1, la cual podría ser hasta dos veces más contagiosa que la original y con una probabilidad de reinfección entre el 25 por ciento y el 60 por ciento.
Desde la Organización Panamericana de la Salud, su directora, Carissa Etienne, aseguró que la situación en Brasil ofrece un recordatorio de la amenaza del resurgimiento, pues “las áreas más afectadas por el virus en el pasado siguen siendo vulnerables a la infección hoy”.
No obstante, todas las infecciones y muertes no se reducen a la causa común de las nuevas variantes aparecidas. Mientras Brasil se convierte en un laboratorio natural que por la incidencia de casos permite evaluar el comportamiento del virus, las medidas contra la propagación resultan insuficientes y demuestran la inacción y descoordinación de un Gobierno con 26 gobernadores, un ejército de alcaldes y un presidente soez para quien la salud pública nunca será prioridad y quien ha tenido el valor de decir en más de una ocasión que su gestión “incansable” ha sido “un ejemplo para todo el mundo”.
A inicios de mes, uno de sus discursos pareció haber rebasado todos los límites aceptables. “Basta con ese cuento de estar lamentándose ¿Hasta cuándo van a estar llorando?”, aseguró ironizando sobre nuevas medidas de aislamiento social impuestas por varios gobernadores. En esa misma intervención agregó: “¿Hasta cuándo van a estar encerrados en casa, hasta cuándo va a estar todo cerrado? Ya nadie aguanta eso. Lamentamos las muertes, lo repito, pero tiene que haber una solución”.
Esas soluciones que propone Bolsonaro se contraponen radicalmente a lo orientado por la Organización Mundial de la Salud para contener la enfermedad y a los protocolos que han permitido aliviar la crisis sanitaria en numerosas naciones del mundo. Prefiere obviar esos elementos y a su paso por distintas regiones del país, estimular aglomeraciones y arrojar dudas sobre la eficacia de vacunas y mascarillas, mientras dedica personal y dinero público a fabricar medicamentos sin eficacia demostrada contra la COVID-19.
La campaña de vacunación va a cámara lenta. Desde que inició, hace casi dos meses, 8,9 millones de personas fueron vacunadas (el 4, 23 por ciento de la población), incluyendo 3, 1 millones con la segunda dosis. Un escenario en el cual-según el epidemiólogo Jonas Brant, de la Universidad de Brasilia-podrán llegar posiblemente a un nivel de 3 000 muertos por día.
De acuerdo con AIDS Healthcare Foundation (AHF), las negociaciones por parte de las autoridades brasileñas con las empresas farmacéuticas para obtener vacunas y otros suministros se retrasaron demasiado, alejando al país de la posibilidad de garantizar dosis suficientes a toda la población.
Como resultado de las demoras-enfatizó esa organización mundial-Brasil perdió el acceso a lo que habría ascendido a alrededor de 316 millones de dosis de vacunas combinadas entre las cantidades ofrecidas por COVAX y Pfizer, lo suficiente para vacunar a cerca del 78 por ciento de la población, otorgando además, a los institutos de investigación nacionales Butantan y Fiocruz, el tiempo de producción del resto de las vacunas para los brasileños.
El director general de la OMS, Tedros Adhanom Ghebreyesus se declaró la semana pasada “muy preocupado” por la situación. “Si Brasil-dijo- no se lo toma en serio, seguirá afectando a la región y más allá”. Cumplir con esa aspiración, que nunca ha estado en los planes del Gobierno, será tan improbable como romper la rutina en la que vive Brasil desde hace un año y en la que se mezclan desesperación y tristeza. La primera por encontrar hospitales con camas libres para los vivos y la segunda por organizar los funerales para los muertos.
Foto de portada: The New York Times