Internacionales

Crisis humanitaria extrema a las puertas de Afganistán

Por Patricia María Guerra Soriano / Colaboración especial para Resumen Latinoamericano

El tejido social de Afganistán está infestado de quistes: pobreza, conflictos bélicos y civiles, fracaso sanitario y educacional, economía en la frontera del colapso definitivo, desplazamiento ciudadano y un rígido sistema machista y misógino que ataca contra los más elementales derechos humanos de mujeres y niñas.

Tales desgarramientos han comenzado a plagar con más fortaleza el cuerpo público de un país que, a principios de 2021, ya enfrentaba una de las situaciones más preocupantes en el mundo, y en el que, con la llegada de los talibanes al poder, se han profundizado la inseguridad, el miedo y la desesperanza.

Las pruebas tangibles aparecen en los reportes de la Organización de Naciones Unidas y de organizaciones no gubernamentales (ONG) que asisten a sus habitantes. Por ejemplo, a inicios de este año, la mitad de la población, unos 18, 4 millones de personas, requerían asistencia humanitaria; actualmente, existen más de 3, 5 millones de desplazados internos, de los cuales 600 000 abandonaron sus territorios ante la escalada de la violencia.

Aunque en el mundo la realidad suela resumirse a números, hay una subjetividad dolorosa y olvidada que se personifica en cada afgano y afgana, fuera de tableros estadísticos, en su vida cotidiana y en su coexistencia con el sistema de instituciones estatales y con la ausencia de políticas públicas efectivas que antepongan el bienestar y la igualdad ciudadana.

Con la llegada de los talibanes al Gobierno, el país dejó de percibir el impulso de capitales foráneos de los que, según Reuters, dependía la mitad de la población. Si la crisis afgana no despierta la preocupación real de la comunidad internacional y se diluye su condición prioritaria, no serán los ocupantes del poder quienes carguen con las peores consecuencias.

El coordinador humanitario de Naciones Unidas en ese país, Ramiz Alakbarov, también lo cree. “Las personas de Afganistán-dijo-no deben pagar el precio de los fracasos colectivos (…) merecen una vida normal en paz y con dignidad”.

Se han dado pasos importantes por mejorar la situación del país. El 7 de septiembre, la Oficina de Coordinación de Asuntos Humanitarios de las Naciones Unidas (Ocha, por sus siglas en inglés) abogó por aunar esfuerzos para reunir 606 millones de dólares (más de 524 200 millones de euros), una ayuda que proporcionaría la subsistencia a 10, 8 millones de personas en mayor estado de vulnerabilidad hasta finales de año. Seis días más tarde, en la conferencia de donantes para Afganistán celebrada en Ginebra, los representantes gubernamentales se comprometieron con ayudas financieras que sobrepasan, en total, los 1 000 millones de dólares.

A pesar del avance, aún está por verse que todos los donantes cumplan con sus compromisos, los cuales, aunque mínimos, dan cuenta de un impacto positivo en la sociedad afgana. Debido a la financiación de apoyo en septiembre, más de 3, 8 millones de personas recibieron asistencia alimentaria, de ahí que 21 000 niños en edades comprendidas entre los casi cinco y seis años y 10 000 mujeres obtuvieron tratamiento para la malnutrición aguda; a 32 000 personas se les entregaron mantas y ropas de abrigo para el invierno; 10 000 niños y niñas participaron en actividades educativas en sus comunidades; 450 000 personas recibieron tratamiento médico; 12 000, apoyo psicosocial; mientras que a 186 000 personas afectadas por la sequía se les aseguró agua y 15 000 kits de higiene.

Por otra parte, las mujeres y las niñas integran uno de los sectores que más riesgo sufre con los talibanes en el Gobierno. A esta perspectiva apunta un reciente informe de la organización Refugees International que señala la urgencia a una respuesta efectiva con un enfoque “sensible al género”.

El análisis de la mencionada organización precisó datos estremecedores que evidencian cómo la violencia de género “siempre ha sido un problema enorme en Afganistán”: hasta septiembre de 2020, el 87 por ciento de las mujeres afganas había experimentado, al menos, una forma de violencia basada en el género, mientras que un 62 por ciento había sido víctima de agresiones psicológicas, físicas y sexuales. Sin embargo, Refugees International, denunció que, del monto aprobado por la comunidad internacional el 13 de septiembre, solo un ínfimo por ciento (0, 3 %) se dedicará al programa social para erradicar la violencia en una nación donde las tasas son “notablemente altas”.

Si algo parece evidente, hasta el momento, es que los talibanes también intentarán controlar el destino de la ayuda extranjera, con grandes probabilidades de que estén en detrimento de los más necesitados. Para esa función, crearon la llamada Comisión de Control de Sociedades y Organizaciones que regulará el registro, la fiscalización y las actividades de organizaciones humanitarias y de empresas privadas. Sobre ese aspecto también debe prestar especial atención la comunidad internacional.

Foto de portada: Euronews

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