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Chile: ¿Una nueva Constitución? No, gracias

Por Karla Díaz Martínez.

El pueblo de Chile rechazó la propuesta de nueva constitución con una abrumadora mayoría. Los contenidos de la propuesta, redactada por la Convención Constitucional, en buena medida no se llegaron a entender, a propósito de una campaña de desinformación y mentiras sin precedentes en combinación con una inexiste pedagogía popular. Otra parte de los contenidos no le llegaron a hacer sentido a las grandes mayorías.

Es mucho lo que se debe analizar y reflexionar para entender las causas de este resultado. Algunos indicios pueden encontrarse en la campaña de desinformación, el papel de los medios y las redes sociales. Además, de un proceso de despolitización de larga data que viene a resultar favorable a los intereses de la derecha y los sectores más conservadores en una coyuntura política crucial como es la posibilidad de un cambio constitucional por la vía democrática y participativa.

La campaña por el rechazo comenzó con el inicio mismo del funcionamiento de la Convención Constitucional, se evidenció un enorme despliegue comunicacional con importantes recursos económicos. Se instaló un debate de muy bajo nivel sobre la base de desinformación, mentiras y toda clase de absurdos, que impidió discutir los contenidos sustantivos y reales del texto.

Se divulgaron mentiras como que las personas no podrían ser propietarias de su vivienda, que no se podrían heredar los fondos de pensiones, que ya no se podría vender el agua ni siquiera la mineral, que desaparecería la salud privada, entre otras que generaron una sensación de miedo e incertidumbre. A las vocerías de la derecha no les importó rebajar su inteligencia para llevar la discusión y el debate al nivel de lo absurdo y el sinsentido.

Resulta sorprendente como grupos que podrían verse reflejados, reconocidos y reivindicados en derechos en la propuesta de nueva constitución votaron mayoritariamente por el rechazo. Las personas privadas de libertad, por ejemplo, que por primera vez ejercían el derecho al voto, rechazaron en una proporción de 58% vs. 41%. Así mismo, en las comunas con mayor población que se autoreconoce perteneciente a un pueblo indígena ganó el rechazo, como en casi todas las comunas y todo el país.

Por su parte, el impacto de los medios de comunicación, en su mayoría comprometidos con la difusión de los contenidos del rechazo, periodistas y editoriales, que sin mecanismos de control por parte del Estado, jugaron un rol fundamental en desinformar, reproducir y multiplicar contenidos falsos, y posicionarse abiertamente por la opción del rechazo. Lo mismo que las redes sociales, respecto de lo cual ya aparecen análisis que detallan lo que se invirtió en recursos y cómo eso impacto en las tendencias electorales.

Sin pretender responsabilizar a los medios o justificar un escenario de compleja lectura, sin duda estos factores jugaron un rol fundamental en el resultado.

En combinación con lo anterior, una cuestión a considerar es que la sociedad chilena ha sido objeto de un proceso de despolitización durante décadas. El proyecto neoliberal implica desvincular de la política a las personas, delegar aquello a expertos o políticos profesionales, y limitar el ejercicio de lo público al ejercicio del voto, si acaso.

Esta elección incorporó por primera vez, como factor sorpresa, una combinación de inscripción electoral automática con voto obligatorio, bajo riesgo de multa. Esta fórmula fue parte del acuerdo político alcanzado en noviembre de 2019 y que dio pasó al proceso constituyente.

Varios millones de quienes votaron esta vez no lo habían hecho nunca antes, rechazan todo lo vinculado a la política, no perciben que la legislación o la constitución tenga impacto sobre su día a día. En Chile, la materia de formación cívica se excluyó del currículo educativo en 1997, y lo relativo a la Constitución, no es algo que sea ni del conocimiento ni del interés de las mayorías.

Más allá de las necesarias autocriticas que deben hacer los liderazgos de la opción por el apruebo, no se llegó a difundir y discutir los contenidos de la propuesta de nueva constitución, por lo que mucho del voto rechazo no se enteró muy bien de lo que realmente se estaba rechazando. La carencia de un liderazgo visible con conducción del proceso, los límites impuestos y autoimpuestos del gobierno para involucrarse en la difusión, y la carencia de una pedagogía popular que lograra acercar los contenidos a las grandes mayorías ha sido una de las causas de los resultados obtenidos.

Por otro lado, algunos de los contenidos derechamente no le hicieron sentido a muchas personas. La sociedad chilena vive importantes cambios culturales pero tal vez la profundidad y la extensión no alcanza a las grandes mayorías, sino que más bien están dándose en contextos urbanos, universitarios y académicos, en sectores de clase media y no así en las poblaciones, el mundo rural y los sectores menos informados.

Si bien la propuesta de nueva constitución incorporaba un importante catálogo de derechos fundamentales, la transversalidad del respeto a los derechos humanos, mecanismos de participación popular, y una nueva institucionalidad en materia de derechos sociales que pudo haber generado adhesión, los temas relacionados con derechos sexuales y reproductivos, el reconocimiento de las diversidades y disidencias sexuales y de género, lo relativo a plurinacionalidad y derechos de pueblos indígenas, y los cambios de paradigma respecto de la seguridad pública, parecen haber generado resistencia en las grandes mayorías. Cambios muy profundos que no llegaron a hacer sentido.

Sigue en vigencia una constitución con más de 42 años, ilegítima, generada en dictadura, sin derechos. Se cerró la posibilidad de superarla esta vez. Se mantienen abiertas alternativas para la redacción de un nuevo texto más acorde con las expectativas populares.

Los desafíos están en salir del ciclo constituyente con una nueva constitución, que transforme un sistema reproductor de desigualdad, que le haga sentido a las mayorías. Muy relevante es que las alternativas no se diluyan en los tiempos institucionales. Una institucionalidad, como el Congreso, con abiertos detractores fortalecidos y con incidencia en lo que puede venir.

 

Tomado de Alai.

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