La injusticia tiembla hace 46 años
Por José Luis Méndez Méndez* / Colaboración Especial para Resumen Latinoamericano.
El proceso de aproximación de los terroristas para alcanzar su objetivo de derribar un avión civil cubano en pleno vuelo continuaron después de los intentos fracasados en Panamá, el 21 de junio y en Jamaica el 9 de julio de de 1976. Ya las autoridades estadounidenses tenían pleno conocimiento de lo que se fraguaba, ninguna medida fue tomada, tampoco se alertó a las cubanas del inminente peligro que se cernía sobre los aviones, total complacencia e impunidad.
El delincuente internacional Luis Posada Carriles, había enviado a Freddy Lugo y Hernán Ricardo Lozano, dos de sus secuaces venezolanos asalariados a estudiar las instalaciones de la línea aérea Cubana de Aviación y de otros países que mantenían relaciones con la Isla, radicados en el Caribe.
El atentar contra ese tipo de blancos, se había ejecutado desde principios del año 1976. El llamado Ejército de Liberación Cubano, había colocado el 14 de marzo bombas contra las representaciones aéreas de Checoslovaquia y la Unión Soviética en Estados Unidos.
El 10 de julio, al siguiente día de haber estallado la bomba dentro de la maleta que sería colocada a bordo del avión cubano en Kingston, la llamada Coordinación de Organizaciones Revolucionarias Unidas, CORU se adjudicó haber situado una bomba en la oficina de Cubana de Aviación en Barbados y otra contra la British West Indies de Barbados por los servicios aeroportuarios que daba a la empresa cubana. El 11 de ese mismo mes, la misma organización terrorista coloca otra bomba contra la línea aérea Air Panamá en Bogotá, Colombia. El 18 de agosto la CORU, colocó sendas bombas contra las oficinas de Cubana de Aviación en la capital de Panamá y en su aeropuerto internacional de Tocumen.
Los estudios realizados por los mercenarios venezolanos enviados por Posada Carriles, determinaron que era factible derribar el avión civil cubano, que desde el 7 de octubre de 1973, hacía el recorrido por el Caribe en la ruta Guyana-Trinidad y Tobago-Barbados-Jamaica y Cuba y hacia ese objetivo encaminaron los detalles para ejecutar el crimen. Esta vez no debía haber fallos.
El acto de terror lo harían, quienes mejor conocían el terreno donde se operaría por haberlo estudiado en detalles: Lugo y Ricardo. El terrorista Pablo Gustavo Castillo Díaz, quien después de participar en el intento de secuestro del Cónsul cubano en Mérida, Yucatán el 23 de julio, escapó de México, tuvo un breve tránsito en Miami y después se refugió en Venezuela, preparó las dos bombas con sus componentes explosivos e incendiarios, el mecanismo que las haría detonar y les dio el entrenamiento necesario a los dos mercenarios venezolanos para ejecutar la acción.
El día 5 de octubre todo estaba listo para comenzar la operación terrorista, Bosch, quien había llegado a Caracas en septiembre, convocó a todos los conjurados para el local de la llamada Asociación Patriótica José Martí en esa ciudad. Terminado el control de todos los pasos a realizar, los terroristas cenaron y brindaron por el éxito.
En resumen los mercenarios venezolanos habilitados con pasaportes falsos abordarían el vuelo 228 de Pan American de Caracas a Puerto España, Trinidad y Tobago a donde arribaron el 6 de octubre en las primeras horas de la madrugada, llevaban las bombas. Horas después abordaron el vuelo CU 455 de Cubana de Aviación con destino a Barbados, que el martes 5 de octubre a las 8:35 de la mañana había llegado al aeropuerto Timerhi, en Guyana. A las 10:57 despegó con destino a Trinidad y Tobago, allí subieron a bordo los dos terroristas venezolanos con destino al aeropuerto de Seawell, en Barbados.
El vuelo estaba demorado debido a la espera de una delegación cultural de la República Popular y Democrática de Corea, integrada por cinco personas, que iban a viajar a La Habana en ese vuelo.
Ambos se sentaron en la cabina económica y durante los 32 minutos que duró el vuelo, colocaron las bombas activadas en dos lugares seleccionados. Una en la propia zona donde estaban sentados y la otra en uno de los baños. Estimaban que ambas explosiones ocurrirían a la vez, cuando el avión estuviese a gran altura entre Barbados y Jamaica, lo que haría difícil determinar el origen del derribo y poder recuperar restos de la aeronave y de las personas a bordo.
Todo el financiamiento de la operación lo había proporcionado el ginecólogo cubano radicado en Venezuela Hildo Folgar, quien había sido médico personal de la familia del coronel de la policía de Fulgencio Batista y torturador Conrado Carratalá Ugalde.
El vuelo CU 455 se elevó a las 10.49 hora local y arribó a Seawell a las 11:21. Después de dejar las cargas mortales, los criminales descendieron y desaparecieron hacia la capital barbadense. Mientras el avión cubano se preparó para su travesía hacia Jamaica, la experimentada tripulación recibió el plan de vuelo y los reportes meteorológicos de la ruta, tenía los aeropuertos alternos para cualquier eventualidad y el del Norman Manley en Kingston, Jamaica.
Las 73 personas a bordo, cada una en sus propias ocupaciones se prepararon para partir. A las 12:23 estaban en el aire, listos para reportar su situación al aeropuerto de Seawell. De repente una inesperada y fuerte sacudida estremeció la estructura de la nave. Había sido una explosión en la cabina económica donde ya el humo y el fuego enrarecían el lugar.
De acuerdo con los procedimientos estudiados la tripulación tomó las medidas inmediatas para evaluar y tratar de controlar la nave y se comunicó con el aeropuerto que acababan de dejar, informaron lo sucedido y se prepararon a regresar en emergencia, la que fue autorizada.
De repente una segunda explosión volvió a estremecer la averiada nave, esta vez sería letal, había dañado los mecanismos de control y mando del timón de profundidad y comenzó la caída hacia el mar después de tomar altura bruscamente.
Decenas de bañistas en la cercana costa vieron descender aceleradamente al avión envuelto en humo y penetrar de forma vertical en las profundas aguas. Todos a bordo perecieron, el crimen estaba consumado.
Entre los 57 cubanos que perdieron su vida en este acto de terror, estaban los miembros del equipo juvenil de esgrima, que regresaban contentos a la Patria después de haber ganado todas las medallas de oro en el Campeonato Centroamericano y del Caribe celebrado en Caracas. A estos se sumaron seis jóvenes guyaneses, que estudiarían medicina en Cuba. Otras cinco personas de igual nacionalidad, entre ellas una niña de nueve años, cuyo cadáver acusador emergió del mar, y cinco ciudadanos coreanos de la mencionada delegación cultural. Hubo un pasajero 58, una de las premiadas esgrimistas, Nancy Uranga Romagoza estaba embarazada, la criatura en formación fue víctima del terrorismo antes de nacer.
Los terroristas anticubanos estaban eufóricos, Bosch Ávila había logrado su sueño de atraer la atención sobre sus actos criminales. Los autores materiales fueron detenidos, también los intelectuales fueron procesados durante años, se investigó todo lo sucedido, se establecieron todos los pasos del crimen. En 1985 el terrorista Luis Posada Carriles escapó de una cárcel venezolana mientras esperaba el veredicto de las autoridades.
Un documento secreto norteamericano desclasificado confirmó la participación de estos dos terroristas en el crimen. En la noche en que se efectuó la citada colecta de fondos para realizar el acto terrorista que había sido convocada por el mencionado Hildo Folgar, Bosch dijo: “ahora que nuestra organización ha salido del trabajo contra Letelier con buena presencia, vamos a tratar algo más”. En otra parte del informe se dice: “A los pocos días de la colecta, Posada dijo: “vamos a atacar a un avión cubano” y “Orlando tiene los detalles”.
Mientras Bosch fue declarado en Venezuela no culpable y en 1988, gracias a las presiones de la terrorista Fundación Nacional Cubano Americana con el apoyo de congresistas norteamericanos de origen cubano que lograron su ingreso a Estados Unidos, donde tenía pendiente por cumplir parte de una condena por otros numerosos actos de terror cometidos.
Se inició su proceso de admisión oficial al país y al final del mismo el Fiscal General Asociado Joe D. Whitley, que estudió informaciones secretas y públicas puestas a su disposición por diferentes agencias norteamericanas para poder dictaminar si podía ser admitido o no, concluyó: “Durante 30 años Bosch ha sido decidido e inquebrantable en su defensa de la violencia terrorista. Él ha amenazado y realizado actos terroristas violentos contra numerosos blancos, incluyendo naciones amistosas hacia Estados Unidos y sus más altos funcionarios. Él ha expresado repetidamente y demostrado una disposición para provocar lesiones y muertes de manera indiscriminada. Sus acciones han sido las de un terrorista, sin restricciones legales o de la decencia humana, amenazando y empleado la violencia sin importar la identidad de sus víctimas”. “Como resultado de esta revisión, es ineludible la conclusión que sería perjudicial para el interés público de Estados Unidos, brindarle un refugio seguro a Bosch. He concluido además, que es un extranjero excluible de Estados Unidos”.
“Además he podido constatar, se fundamentaba en el dictamen, por información confidencial consultada que: “la explosión del avión cubano el 6 de octubre de 1976 fue una operación del CORU bajo la dirección de Bosch”. El Fiscal basado en la información confidencial, concluyó que: “Bosch es un extranjero excluible debido a que hay razones para creer que él busca entrar en Estados Unidos para mezclarse en actividades las cuales serían perjudiciales para el interés público, o poner en peligro el bienestar, la seguridad y la protección de Estados Unidos”.
Sin embargo en contra de todas las pruebas y recomendaciones el presidente norteamericano George H. W. Bush, decidió admitir al terrorista en territorio norteamericano. Fue un reconocimiento por los servicios terroristas prestados por el criminal a la CIA, que la dirigía Bush, precisamente cuando el avión civil cubano fue destruido.
Los criminales Bosch y Posada, murieron impunes de los ilícitos cometidos en varios países, hoy a más cuatro décadas del vil acto terrorista la injustica tiempla, porque aún un pueblo enérgico y viril llora la pérdida irreparable de sus hijos.
(*) Escritor y profesor universitario. Es el autor, entre otros, del libro “Bajo las alas del Cóndor”, «La Operación Cóndor contra Cuba» y «Demócratas en la Casa Blanca y el terrorismo contra Cuba». Es colaborador de Cubadebate y Resumen Latinoamericano.