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Aznar, dos expresidentes mexicanos y el juez que encarceló a Lula: “Liberales” en Madrid contra el “retroceso” de la izquierda

Por Victor Honorato.

La Fundación Internacional para la Libertad, auspiciada por el escritor Mario Vargas Llosa, busca la defensa de la democracia y el Estado de derecho, según sus principios fundadores, con los que se identifican políticos de la derecha latinoamericana y española, defensores también de la influencia estadounidense.

La fundación acaba de cumplir 20 años, y entre sus patronos cunde la preocupación: la izquierda latinoamericana recupera posiciones, la presencia del amigo norteamericano se difumina y los populismos (los de signo político distinto al suyo) amenazan el proyecto liberal. Para intercambiar impresiones al respecto, la asociación reunió en Madrid a tres expresidentes: el español José María Aznar y los mexicanos Ernesto Zedillo (1994-2000) y Felipe Calderón (2006-2012), así como el juez brasileño Sergio Moro, aplaudido en su día en esos ambientes por encarcelar a otro presidente, Lula da Silva. Todos coincidieron en que el panorama es negro.

Recién llegado de Chile, Aznar dio unas pinceladas de su visión sobre la actualidad. Así, el progreso tecnológico y la digitalización presentan oportunidades, pero han permitido que “nunca el ser humano haya sido tan manipulable”, en referencia difusa a la desinformación. El expresidente se refirió brevemente a la guerra de Ucrania como un “conflicto cruel” que no se vivía en Europa desde hace décadas, salvo por unos “problemas en los Balcanes”. “Hay un riesgo de extensión real y cierto de la contienda”, advirtió, sin abundar en el papel de España y la OTAN en el asunto. No hubo espacio en su intervención para explicar si sería partidario de eventuales bombardeos por parte de la alianza atlántica, como llegó a plantear con respecto al Líbano en 2006, si bien los tiempos y los contendientes son otros. Se refirió también, casi de pasada, a la crisis económica pospandemia, más severa en España, a su entender, por “las malas políticas que se practican”, en general.

Tras Aznar intervino Ernesto Zedillo, que fue presidente al mismo tiempo que él, a mediados de los 90, y con similar afán privatizador, centrado en los ferrocarriles, en su caso. El exmandatario del PRI, que cerró un periodo de 71 años de gobierno ininterrumpido del partido, apuntó que América Latina está sumida en una “década perdida” y cargó veladamente contra el actual mandatario mexicano, Andrés Manuel López Obrador, con quien ha tenido agrios enfrentamientos a cuenta de la gestión de la crisis del coronavirus. Así, dijo que los populistas llegan al poder democráticamente pero se deslizan por una pendiente que sucesivamente lleva al “autoritarismo, el fascismo y la dictadura”. Al respecto de Ucrania, defendió que la invasión rusa va camino del “genocidio”, pero concedió que “hay otras partes culpables, quienes han decidido en algunos momentos apartarse del derecho internacional”. Aznar, gran defensor de la invasión estadounidense de Irak en 2003 en contra del Consejo de Seguridad de la ONU, no se dio por aludido.

Felipe Calderón fue rival político de Zedillo, tras cuyo mandato “comenzó la democracia plena en México”, una vez reformada la ley electoral que permitió desalojar al PRI del poder. Con un discurso en clave de política interna mexicana, aseguró que, en sentido contrario, la democracia en su país “está a punto de caer” por la reforma electoral que plantea el Gobierno. Luego pasó a criticar los defectos del Ejecutivo actual y comparó el acceso al poder por vía electoral de Hitler y Mussolini con el de Hugo Chávez en Venezuela y el de Daniel Ortega en Nicaragua. También se lamentó por la falta de cohesión de la derecha latinoamericana, en comparación con la izquierda. “Ellos tienen el Foro de São Paulo; nosotros, si no es por Vargas Llosa, no nos reunimos”, bromeó.

 
Juez, ministro y senador
El juez Sergio Moro, ahora senador, antes ministro de Jair Bolsonaro (a quien nadie llamó populista durante el cónclave), después enfrentado a este y ahora de nuevo partidario de su campaña presidencial, recordó su papel en la operación Lava Jato y su empeño en encarcelar a Lula da Silva. Habló en portugués, tras excusarse por no dominar el castellano y ofrecerse a usar el inglés, lo que generó toses en el público (estaba entre los presentes el locutor Federico Jiménez Losantos).

De su polémica actuación jurisdiccional, defendió que no fue una operación de ‘lawfare’ o guerra judicial, como le reprochan sus detractores, sino un legítimo intento de atajar la corrupción que fue abortado por “el Ejecutivo, el Congreso y parte del poder judicial”, en referencia al Tribunal Supremo del país, que le achacó falta de imparcialidad en su investigación al expresidente. “Hay un riesgo de retroceso”, manifestó él también. Por eso apoya a Bolsonaro, “a pesar de sus fuertes divergencias” con el actual jefe del Ejecutivo brasileño. También porque, como los asistentes hoy, es un “liberal” que no cree en la visión “burocrática y estatalizante” de su rival político. El discurso se cerró con aplausos unánimes.

 

Tomado de El Diario/ España.

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