El Salvador y los asesinatos de mujeres
Por Luis Beatón
Una semana de febrero terminó con al menos cinco feminicidios lo que desató la alarma entre la población y las autoridades. No era para menos, El Salvador durante años se mantuvo entre las naciones punteras en ese nefasto y bochornoso renglón delictivo.
El repunte llevó a las autoridades a reunirse en Casa Presidencial en horas de la madrugada para adoptar acciones y analizar estrategias para frenar esos crímenes. Las autoridades de Seguridad manifestaron que ningún crimen quedará en la impunidad.
Datos del Observatorio de Violencia de Género de la Organización de Mujeres Salvadoreñas (Ormusa) indicaron que 64 mujeres murieron asesinadas en el 2022, 51.5 por ciento menos que en el 2021 cuando hubo 132 casos.
Hace unos años en El Salvador había muertes diarias de mujeres asesinadas por sus esposos o personas cercanas, incluso se llegó a considerar una epidemia, ya que en 2016 y 2017 se registraron tasas de 16 y 12 por cada 100 mil habitantes.
Sin embargo, desde 2019, la violencia homicida contra féminas comenzó a disminuir y las autoridades lograron enjuiciar esos casos, capturar a los agresores y condenarlos a penas máximas.
El gobierno atribuye esos resultados a estrategias de seguridad implementadas bajo el Plan Control Territorial (PCT) que influyó en una disminución de delitos de manera significativa.
Para arreciar el combate a los abusos contra las mujeres, la Asamblea Nacional de El Salvador aprobó el 21 de febrero una reforma a la ley para eliminar la prescripción del delito de feminicidio, un paso más en el largo camino que deben aun recorrer las féminas en este país, para la desaparición de ese flagelo.
Sin embargo, muchos expertos plantean que las condenas no resuelven ni eliminan la violencia contra las mujeres y sus huellas, y abogan por el diseño de una política adecuada de prevención.
En esa dirección se manifestó, Morena Herrera, activista feminista y defensora de Derechos Humanos, integrante de diversas expresiones del movimiento feminista en El Salvador y Centroamérica, quien aseguró que “Ni los fusiles ni las condenas detendrán los feminicidios”.
Herrera, en un análisis publicado en el diario salvadoreño “El Faro”, abordó el camino cuesta arriba de las salvadoreñas para emparejarse a los hombres, un clan que no entiende de igualdad de derechos y deberes y que, en muchos casos, ve a la fémina como la esclava del hogar, objeto sexual, al que hay que castigar y maltratar si no cumple con el papel diseñado por el hombre.
La discriminación es palpable en todos los aspectos. Por ejemplo, menos de la mitad de las mujeres participan en el mercado laboral (46.8 por ciento) frente a más del 80 de los hombres. Y sobre eso, las brechas salariales son de 18 por ciento, es decir, que por cada dólar que gana un hombre, las mujeres reciben 0.82 centavos.
En su aproximación al tema, Herrera reafirmó que el verdadero desafío está en identificar qué tipo de medidas se necesitan para evitar los asesinatos de mujeres. La prevención es mejor cura que el fusil o la cárcel, subrayó.
No es que no existan acciones de prevención, ni leyes, las hay pero, al parecer hay una omisión cómplice en su aplicación, faltan mecanismos y decisiones que coloquen al mal llamado sexo débil en una posición de igual y de derechos en todos los campos.
A veces, algunos se preguntan, qué pasaría si en vez de feminicidio existiera el “hombricidio o machicidio”, quien sabe cómo llamar el fenómeno. Como aquel que dice, el grito se escucharía en el cielo. Habría que pensar, hipotéticamente, cuál sería la reacción. Imagíneselo, póngase en el lugar de las mujeres, opinan activistas.
La solución de problemas sociales requiere rutas diferentes y, en muchos casos, específicas y cuidadosas de quienes asumen la dirección de las instancias estatales, señalan observadores.
Sin embargo, con frecuencia se adoptan decisiones políticas que no reflejan rutas claras de reconocimiento, procesos de diagnóstico y, sobre todo, comprensión de los fenómenos y los problemas.
Según Herrera, este parece ser el caso de la violencia contra la mujer. Que la presencia de los militares en las calles ahora también sea parte del plan para «detener los feminicidios» es prueba de ello.
Si bien puede servir de escarmiento, apuntó, el uso de la fuerza en realidad no soluciona ni hará desaparecer la violencia basada en género. El feminicidio es apenas la expresión más visible de ello.
Prometedoras son las expresiones de Gustavo Villatoro, ministro de Justicia y Seguridad: La justicia selectiva quedó atrás, estamos llamados a hacer justicia colectiva, no vamos a tolerar crímenes de sangre, delitos sexuales y ningún acto de violencia. Ojalá, manifiestan algunas mujeres, esas palabras no queden solo en promesas.
Hoy las autoridades fiscales señalan que “nada justifica los feminicidios” por lo que hacen un llamado a denunciar agresores para detener el círculo de violencia y evitar llegar a la muerte.
“El feminicidio es un delito grave y hay que hacer hincapié en los casos de violencia contra las mujeres. Como consecuencia de cualquier expresión de violencia podemos tener un feminicidio», asegura la fiscal adjunta para la Mujer, Niñez y Adolescencia y otros Grupos Vulnerables, Marina de Ortega.
La violencia, el asesinato contra mujeres es acompañado además por otros problemas vinculados como el de la violación.
Según la Unicef, la Organización de Naciones Unidas para la Infancia, en El Salvador este es un problema en muchos casos desatendido, sobre todo la violencia sexual contra niñas, niños y adolescentes.
Todavía hay camino por recorrer, pese a que en 1994 la Asamblea General de la ONU estableció el 25 de noviembre como Día Nacional de No Violencia Contra las Mujeres.
Hay que trabajar para que se tomen decisiones más eficaces, entre ellas, comprender las dinámicas, las causas y, sobre todo, las maneras de prevenir el feminicidio y todas las formas de afectación contra el sostén de la vida en el universo, la mujer madre, hermana, hija y compañera, opinan comentaristas internacionales.
Tomado de PL/ Foto de portada: Reuters