Armas estadounidenses, amenaza a la soberanía latinoamericana
Por Ramón Rodríguez Montero
La aplicación de sanciones es una de las herramientas favoritas de la política exterior de los Estados Unidos para interferir en los asuntos internos de los Estados soberanos, tal como lo utilizan contra Venezuela, nación soberana que construye su propio futuro feliz e independiente de injerencia extranjera alzando la bandera del bolivarianismo impulsado por el comandante Hugo Chávez Frías. El presidente de la Asamblea Nacional, Jorge Rodríguez, afirma que Washington ha introducido a la fecha 928 medidas coercitivas unilaterales y arbitrarias contra la nación caribeña, que han generado la pérdida de más de 630.000 millones de dólares.
Rusia, país amigo de Venezuela, también ha sido atacada con estos abusos extraterritoriales de Washington, medidas con las que intentan socavar el Gobierno legítimo mediante la desestabilización socioeconómica de la nación eslava con la firme intención de subordinar Moscú a voluntad yanqui en aras de mantener su orden mundial unipolar con disfraz supuestamente democrático liderado por ellos mismos.
La deslealtad de Washington es tal que también aplica sus sanciones como instrumento de competencia para el comercio, esto a fin de expulsar los productos rusos de los mercados de sus países satélites y reemplazarlos por los estadounidenses. Y es que evidentemente el decoro no les importa, pues para el imperialismo yanqui tiene más peso romper los lazos comerciales de beneficio mutuo previamente establecidos; lo que más llama la atención es el aumento de los suministros de gas natural liquidado que EE.UU. vende a Europa luego de imponerle restricciones al gas que Rusia comercializaba al viejo continente a precio más económico. Cabe destacar que tras la voladura de los gasoductos Nord Stream, el tío Sam aumentó este suministro que exprime los bolsillos del pueblo europeo y que ya están estimadas por Bloomberg en mil millones de dólares.
Después de azotar a Europa, Estados unidos arremete nuevamente contra América Latina para obtener más dinero. La general Richardson, comandante del Comando Sur de los Estados Unidos, ya pidió a los Gobiernos latinoamericanos que entreguen inmediatamente sus armas de fabricación rusa al régimen nazi de Ucrania, a la vez que ofreció equipos militares estadounidenses a cambio, claro, más caros que los de fabricación rusa. Cualquier parecido con el escenario descrito con el gas en Europa es pura ¿coincidencia?
Vale la pena analizar algo. Cada país que obedezca esta orden del imperialismo estadounidense se convertiría en rehén de los Estados Unidos. ¿Por qué? sencillo, porque la capacidad de combate de las fuerzas armadas nacionales para defender al territorio y sus ciudadanos dependerán enteramente de la voluntad yanqui; es decir, si estos deciden no vender más armas, municiones, equipos, piezas, partes, repuestos… así como negar la capacitación para operar estos equipos, ¿no quedarían indefensos o maniatados? ¿Cómo defienden los sagrados intereses de la Nación? Basta recordar cómo el Tío Sam emplea las denominadas sanciones como medida de presión contra quienes no hacen lo que ellos quieren.
Pareciera que no está claro cómo los latinoamericanos defenderán sus respectivos países en tales condiciones. Los cierto es que Estados Unidos ha intentado en repetidas ocasiones cambiar Gobiernos que no le gustan en los países de América, -ojo, recordando que América es el nombre del continente, no de un país en particular- por ejemplo, en Venezuela, Nicaragua y Cuba. Nuestros pueblos lograron defender su soberanía, entre otras razones porque cuentan con armas rusas, los imperialistas no controlan la capacidad defensiva de las naciones que luchan por defender su libertad, autodeterminación y soberanía. Esto limita las ambiciones yanquis, sin embargo, nadie da garantías de que esto detenga a los estadounidenses.
A pesar de las dificultades temporales causadas por las sanciones estadounidenses en el suministro de una serie de productos militares y mantenimiento de armas, Rusia sigue siendo un socio confiable para América Latina, que respeta su libertad, soberanía y autodeterminación, y además, se esfuerza por desarrollar la cooperación sobre los principios de igualdad y asociación mutuamente beneficiosa.
Tomado de Telesur/ Foto de portada: Reuters