Lo que se anuda en las almas no lo desata un decreto
Por Ana Hurtado
Se llama José Javier Benítez pero podría llamarse de cualquier otro modo. Viajamos juntos hace unos meses, con una donación que vino de Estados Unidos a un hospital de Pinar del Río, de la mano de Puentes de Amor. Ahí lo conocí personalmente, aunque ya había mantenido contacto con él en redes sociales por la lucha que a ambos nos une contra el bloqueo genocida de Estados Unidos a Cuba. A él como cubano que ama a su patria, y a mí como internacionalista y Fidelista que veo en este hecho un acto criminal.
Llegó a Miami en el 94, tras el derrumbe del campo socialista, cuando Cuba se enfrentaba a una durísima situación económica, que pasó a conocerse en la historia como el “periodo especial”. Aquella época de los balseros, en plena crisis migratoria. El vecino del norte se frotaba las manos pensando que la isla se hundiría en el mar. Cuan equivocados pueden estar a veces los poderosos.
Se trataba de un Miami convulso, como el de ahora, pero sin la exposición que tenemos nosotros. Sin internet ni redes sociales. La violencia que sufre el pueblo cubano no era tan evidente a los ojos. No era un territorio tan mediático que diera lugar a opiniones tan virulentas como las que luego se fueron mostrando.
Pero pasaron los años y José, al igual que más compañeros, fue tomando conciencia de lo que realmente era el bloqueo contra Cuba. Me cuenta en su última visita a La Habana que empieza a adquirirla escuchando lo que en Miami se llamó la radio alternativa. Una emisora donde estaba Francisco Aruca, Max Lesnik y Álvaro Sánchez Cifuentes, recuerda el compañero. Hablaban de la dureza de lo que en Estados Unidos llamaban “embargo”. Y fue escuchándoles que tanto él, como más cubanos, empezaron a despertar interés por la información que durante años estuvo silenciada en el territorio que está a 90 millas de la isla libre. Nada más y nada menos que el verdadero efecto que este delito causa sobre la población del país caribeño.
Le pregunto si es difícil pedir en Estados Unidos, y sobre todo en Miami, el fin de esta atrocidad que se comete por parte de la administración norteamericana a su tierra. Soy consciente de que las personas que lo hacen han sido y son amenazadas de muerte por lo más rancio de la derecha de Miami y por los esbirros al servicio de los herederos de Batista. Su respuesta es contundente: Sí, es muy difícil.
Lo es porque tienen poco acceso a los medios de difusión masiva, aunque gracias a las redes sociales se les hace más fácil denunciar la atrocidad y difundir el mensaje. Su mensaje no es conveniente y los conglomerados de información no están de su parte, ni a su alcance.
A muchos de ellos, les han publicado en redes sociales la dirección de sus trabajos, de sus casas, sus números telefónicos, fotografías, al más puro estilo mafia de Al Capone (o peor). Métodos fascistas con personas trabajadoras que piden el bien para su pueblo. Pero este cubano, es de los afortunados, (o así se considera él) porque mentalmente ha vencido este tipo de obstáculos.
Pero que este tipo de mensajes con asociaciones solidarias como Puentes de Amor se emitan, es un logro que hace unos años habría sido impensable. Las victorias se consiguen paso a paso. Y esta es una. Colocar un mensaje en las entrañas del imperio, reclamándole que se ponga fin al sufrimiento y al dolor que causa en un pueblo inocente. Obviamente, si este mensaje tuviera más herramientas de difusión, llegaría al pueblo norteamericano, a políticos, a congresistas. Pero Roma no se construyó en dos días. Vísteme despacio que tengo prisa dicen en la tierra mía. Hay muchos cubanos y cubanas dispuestos a seguir viviendo en Miami y a seguir luchando contra el bloqueo.
Está claro que es una tarea complicada revertir el trabajo ideológico que durante décadas ha hecho la extrema derecha contra la Revolución Cubana. Pero como dice el compañero, las fuerzas de los cubanos residentes allí están ahora concentradas en destinarlas a solicitar una y mil veces el cese de la crueldad impuesta.
Sanear esta comunidad es una misión extremadamente trabajosa, a la cual él se sumaría, pero su prioridad es la anteriormente expuesta. ¿Sería factible sanear Miami? Solo el tiempo lo dirá. Serán responsables las autoridades norteamericanas que han permitido al parecer de mi interlocutor que se apoderen de la Florida personas con mucho poder económico pero con un odio sin límites. Y este sentimiento es destructivo. Cuando la sociedad norteamericana lo vea, querrán limpiarlo irremediablemente de su suelo.
Tomado de Cubadebate/ Foto de portada: Ana Hurtado