Internacionales

Vigencia del programa de acción encubierta contra Cuba (I)

Por José Luis Méndez Méndez(*)  /Colaboración Especial para Resumen Latinoamericano

El 17 de marzo de 1960, la administración republicana en Estados Unidos, aprobó un vasto plan de acciones contra la joven y en desarrollo Revolución cubana, se organizaron y estructuraron las agresiones que desde el mismo triunfo se ejecutaban, ahora un programa regiría la aspiración de derrocarla, nada se dejaría a la iniciativa y la creatividad de los grupos organizados y financiados por agencia de Estados Unidos.

Una de las acciones elaborada con esmero había terminado en un rotundo fiasco al ser derrotada la invasión mercenaria el 19 de abril de 1961, un año después de aprobado el infalible programa encubierto, que había devorado millones de dólares de los contribuyentes estadounidenses. La flamante conducción del católico presidente demócrata John F. Kennedy, heredó y asumió la derrota, pero también un sentimiento revanchista se instaló en su administración, había sido la primera derrota en América Latina y constituía un mal ejemplo para la convulsa región que clamaba cambios profundos.

La revisión de todo lo actuado fue sometido al escrutinio de expertos, que buscaron culpables en toda la línea de mando involucrada en el descalabro abrileño, miles de hojas fueron escritas desde todos los ángulos posibles, menos reconocer la capacidad de resistir y vencer del pueblo cubano ni su compromiso de defender la Patria agredida. Decenas de justificaciones se elevaron a conclusiones definitivas. Durante décadas se convirtieron en secretos guardados bajo siete llaves, que el desclasificarse no ofrecieron ninguna luz esclarecedora ni nada nuevo por conocer.

Al concluir el proceso depurador, el 19 de mayo de 1961, una versión actualizada volvió a encauzar la sostenida agresión, que nos acompaña hasta el presente con vital vigencia. Se tituló Programa de acción encubierta dirigido a debilitar el régimen de Castro1. En una introducción, tal vez innecesaria por ser más de lo mismo aunque con matices basados en las experiencias de errores pasados, se anunciaba que se suponía se debía hacer.

Las propuestas incluidas en este programa de acción encu­bierta dirigido contra el régimen de Castro están basadas en valoracio­nes realis­tas de los medios existentes y potenciales, tanto dentro como fuera de Cuba, que son capaces de desarrollarse en límites de tiempo aceptables; y en la asunción real de la polí­tica de Estados Unidos.

Contenía, además, una declaración de fe: Para el propósito de este documento se asume que la política de Estados Unidos: No contemplará el uso de sus fuerzas armadas para interve­nir directa o unilateralmente, en ausencia de una acción militar agresiva por parte de Cuba contra Estados Unidos u otro país del hemisferio. Nada más mentiroso, suponía que pondrían la otra mejilla, ante un quimérico “ataque cubano” contra Estados Unidos, tampoco podría concebirse una agresión desde otros países del continente, cuyos gobiernos dóciles estaban al servicio estadounidense, como sucedió dos años después cuando se plegaron a las presiones para aislar política y diplomáticamente a la Isla, en la ya desde entonces impresentable OEA, conocida como ministerio de colonias.

Otra mentira: No permitirá la organización y entrenamiento de la fuerza militar de los exiliados cubanos para una acción adicional contra Cuba. En 1962, se crearon las Unidades Cubanas en el ejército de Estados Unidos, para tener dispuesto un contingente mercenario para una revancha invasora, Miles de cubanos fueron entrenados por oficiales estadounidenses en Fort Knox y Fort Jackson organizados en compañías de combate. A este contingente se sumaron algunas decenas de los vencidos mercenarios canjeados y regresados a territorio estadounidense en diciembre de 1962.

De esos casi siete mil soldados de fortuna, que recibieron entrenamiento militar durante meses se seleccionaron un poco más de 200 para recibir adiestramiento especializado en misiones de contrainsurgencia para operar en la explosiva Latinoamérica.

La CIA organizó en 1963 y durante el siguiente año campamentos de mercenarios de origen cubano en Nicaragua y Costa Rica, para consolidar por medio del terror el bloqueo impuesto el 7 de febrero de 1962, Desde esos focos agresivos se realizaron ataques contra mercantes cubanos y de varias naciones que comerciaban con la nación caribeña y también ejecutaron ataques contra instalaciones económicas en sus costas.

Sin ambages, se concedía el derecho de permitirse el apoyo encubierto a activida­des clandesti­nas cubanas y la ejecución de operaciones unilaterales encubiertas como las descritas aquí, incluyendo el uso de las facilidades marítimas y aéreas dentro de Estados Unidos así como las bases para el andamiaje de sabotaje, la infiltra­ción y exfiltración, suministros, ataques sorpresivos y operaciones de propaganda (incluida el lanzamiento aéreo de volantes).

Objetivamente reconocía la situación interna del país elegido para agredir: La posición del régimen de Castro dentro de Cuba se ha fortalecidos significativamente debido al fracaso de la invasión a mediados de abril. Esto es principalmente el resultado de dos factores: (a) los efectos psicológicos de la victoria de Castro sobre el pueblo cubano, en general, y de las fuerzas de seguridad, en particular; y (b) un marcado decrecimiento en las capacidades de las fuerzas anticastristas, tanto en el exilio como dentro de Cuba. Por ello es probable que no haya un cambio mayor en las condiciones políticas internas durante los próximos seis meses.

Se equivocaban, como lo han hecho hasta ahora y por eso han fracasado por más de seis décadas. Separaban al pueblo de su dirigencia revolucionaria, si hubiese sido así, la Revolución no podría haberse consolidado ni vencido los retos, desafíos, superado las crisis y los miles de planes para derrocarla. La unidad y la cohesión han sido factores que permitieron vencer los obstáculos y agresiones de las más diversas maneras de manifestarse, concebidas por generaciones de políticos estadounidenses por más de una docena de administraciones de ambos partidos predominantes. La confrontación ha superado con creces los llamados “diferendo” y “conflicto”, ha sido en realidad una permanente y sistemática agresión, lo han intentado todo, probado métodos violentos y los dirigidos a subvertir la Revolución por dentro, erosionando sus bases, sin descartar el estrangulamiento económico-financiero, el terrorismo de Estado en todas sus facetas.

Los descalabros le dejaron enseñanzas y lecturas, pero como no aprendieron de ellas, repitieron los errores, El documento renovado reconocía: Dada la fortaleza de la maquinaria militar de Castro y la probada efectivi­dad de sus servicios de seguridad, solo existe una ligera posibilidad de que el régimen pueda ser derrocado desde dentro en un futuro previsible. Este criterio conclusivo está vigente en estos días de ofensiva imperialista.

Con la esperada llegada de los aviones Mig, soviéticos y la probable adquisición de una pequeña flota de lanchas rápidas, la capacidad militar del régimen se incrementará. Esta apreciación quebró la impunidad con que atacaban las costas los agentes de la CIA por la vía del canal marítimo y la incursión de aviones que atacaban los rubros entonces exportables como las plantaciones de caña y los centrales azucareros, además de sembrar el terror en la población cubana. La vida útil de la enorme base instalada en Miami por la CIA, llamada JM Wave, tenía sus días contados, como consecuencia de la capacidad defensiva adquirida por el país, para salvaguardar sus conquistas y defender la tranquilidad y seguridad de sus ciudadanos.

La contundente derrota y la desarticulación de la llamada “quinta columna interna”, que no fue más que los cientos de contrarrevolucionarios, que esperaban la añorada invasión para regresar al capitalismo y recuperar sus bienes en su mayoría malversados, a los cuales se sumaron los grupos subversivos, que fueron introducidos en la Isla, previo a la agresión para preparar, por medio del terror, lo que ocurriría.

La evaluación realizaba, reconocía: Aparejado a esto, está el hecho de que la oposición ha perdido algunas de sus fuerzas más poderosas; la clandestinidad ha sido afectada sensiblemente e incuestionablemente, tomará meses recons­truirla; y la confianza en Estados Unidos se ha estremecido. El síndrome del abandono de los derrotados mercenarios por parte de la administración Kennedy, cuando todo había terminado, vive hasta hoy en el medio contrarrevolucionario. Continuará…

(*) Escritor y profesor universitario. Es el autor, entre otros, del libro “Bajo las alas del Cóndor”, “La Operación Cóndor contra Cuba” y “Demócratas en la Casa Blanca y el terrorismo contra Cuba”. Es colaborador de Cubadebate y Resumen Latinoamericano.

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