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Las piedras del río de Miami suenan (I)

Por José Luis Méndez Méndez* / Colaboración Especial para Resumen Latinoamericano.

En el sur de Florida, en la concurrida ciudad de Miami, los caracoles se mueven, se tiran, se les pregunta en espera de respuestas, en el escenario de las próximas elecciones generales del país. Los rumores son numerosos y nada halagüeños, cabos sueltos, nudos que se desatan y exhiben historias que revelan asuntos olvidados, es el momento de “sacar los trapos sucios al aire”.

La comisión municipal la integran los llamados comisionados, algunos de ellos vetustos camajanes, instalados en esos cargos por décadas, que han hecho del tráfico de influencias un estilo de vida, que roza con lo mafioso. Hace pocas semanas el díscolo Joe Carollo, de sesenta y ocho años uno, de los más veteranos en su cargo, fue condenado por un tribunal por malas prácticas administrativas y debe pagar cifras millonarias por sus deslices laborales y aprovecharse de su posición para venganzas políticas. Un grupo de empresarios y ciudadanos preocupados de la emblemática e influyente Pequeña Habana, se convocaron ante el City Hall, en demanda de su remoción. Los manifestantes coincidían en que Carollo había dejado de ser servidor público desde hacía años atrás.

Un proceso de renovación siempre ha emergido con fuerza cuando se aproximan las elecciones generales, así fue el caso de José Suárez en el 2017, cuando sin abolengo político, lanzó su candidatura para la Comisión de Miami. Hizo imprescindible la inversión en propaganda, comenzó, con fotos de familia como la que lo mostró junto a su esposa Wendy Sosa y su hija Camila. Deseaba instalar una nueva imagen cándida, que convenciera al más incrédulo votante.

En ese sistema electoral el aspirante no es nominado por sus electores, el candidato reúne fondos, hace campaña en la cual el prosélito presenta un programa, que intenta seducir al elector, sus fondos y el voto de quienes viven en la zona por la cual aspira.

En este caso, Suárez aspiraba a la Comisión de Miami por el Distrito 3, uno de los pocos en la carrera por el puesto sin linaje político, para enmendar esta ausencia lanzó oficialmente su candidatura desde su casa en la Pequeña Habana junto a vecinos y líderes comunitarios. En el pasado, se registran intentos parecidos en otras ciudades, cuando los aspirantes suman votos casa por casa, con el agotante proceso de convencer a los escépticos electores cansados de escuchar promesas, que después no se hacen realidad y lo prometido pasa de campaña en campaña, como tema de fondo.

El solicitante José Suárez, entonces de 43 años, no tenía experiencia en la política ni estaba emparentado con otros Suárez instalados en la escena cabildera local, como el ex alcalde de Miami Xavier Suárez, actual comisionado condal, y su hijo Francis, entonces comisionado de la ciudad y quien ahora se postuló para aspirante a la nominación republicana a la Presidencia estadounidense para el 2024 y hasta su renuncia, fue el belicoso alcalde de esa urbe.

En pasadas semanas Francis, ha recorrido Estados, donde se han celebrado las primeras elecciones primarias para exhibir lo que él llama “el milagro de Miami”, donde expone la vitrina de sus aparentes éxitos, como un vendedor ambulante de supuestos encantos, ha viajado en son prosélito, en el intento por captar favores partidistas. Esto explica las asombrosas estadísticas que aseguran e insisten en la disminución de la criminalidad en la “capital del sol”. La desaparición de indigentes segregados en campamentos alejados de la ciudad para no afearla ante los turistas y visitantes. Compite contra el ex gobernador de Florida Ron De Santis, con quien ha tenido confrontaciones en varias ocasiones y discrepado abiertamente.

Pero el postulante, no ha podido explicar las malas prácticas de Carollo, inmerso en un juicio civil que le fue desfavorable, acusado por empresarios locales de violar sus derechos amparados por la Primera Enmienda de la Constitución estadounidense, por enviar inspectores a sus bares y restaurantes como represalia política. Durante el proceso emergieron testimonios de servidores públicos, que dieron fe sobre lo tóxico y disfuncional que era trabajar en el Ayuntamiento, dirigido por Francis X. Suárez.

Se recordó, además, la expulsión del oficial Hubert Arturo Acevedo, el impecable jefe de policía, que fue cesanteado por el autoritario, por no mirar al lado, cuando descubrió irregularidades en el desempeño administrativo e intentar adecentar la entidad de tráfico de influencias, pilar del sistema de funcionamiento de la ciudad. Su pecado fue denunciar a los concejales de traficar influencias y de existir lo que él calificó con sobradas razones como “mafia cubana” en la ciudad. De manera premonitoria Acevedo propuso se investigara a los concejales Alex de la Portilla, Manolo Reyes y al hoy confeso y corrupto Joe Carollo, eso bastó para que fuese declarado no grato a los ojos del clan municipal.

Un jurado falló a favor de los demandantes y declaró al comisionado responsable del pago de más de 63 millones de dólares por daños y perjuicios. El veredicto significó que los electores de Miami están pagando millones por la estupidez de elegir y mantener durante décadas al incompetente y tramposo Joe Carollo. El desarrollo del juicio significó a los contribuyentes la erogación de 1,9 millones de dólares en gastos

La inmaculada estampa del espejismo del otrora “sueño americano”, que Miami pretende asumir, se diluye en narrativas confusas, donde lo real es lo que no se ve y se esconde desde hace tiempo, esa imagen retocada que se proyecta a los foráneos, con frecuencia ignora realidades internas oscurecidas.

El “caso” Carollo, llegó en muy mal momento y mostró un gobierno municipal desunido, confuso, sumido en problemas internos, debilidades postergadas, cuando la urbe recibe a miles de inmigrantes, que fuerzan los servicios de vivienda, trabajo, seguridad, ocasión en el que el ambicioso alcalde Suárez, llegado a la cúspide alcaldesca en el 2017, valiéndose de la imaginaria popularidad de la ciudad, intenta catapultarse a empeños presidenciales, dejando atrás decenas de problemas no resueltos.

Si bien, salió ileso del escabroso proceso de su astuto comisionado, pero el escándalo lo persigue y sus adversarios políticos sabrán hurgar en esa herida llagada no cicatrizada, para demostrar la incompetencia de quien no pudo dominar a una ciudad, mucho menos lo podrá hacer con una nación como la estadounidense, a lo cual se suma su estilo de cowboy tropical, para enfrentar situaciones límites.

Recordar que en julio de 2021, tuvo la iniciativa de intentar satisfacer las exigentes de algunos de sus electores de origen cubano ante los hechos vandálicos ocurridos en ciudades de la Isla, pedir la intervención militar de Estados Unidos con el bombardeo previo de sus ciudades como preparación anticipada.

Un ejemplo de la debilidad de acción dejada en su predio, fueron las declaraciones del artero comisionado veterano Manolo Reyes, también de origen cubano y quien lleva varias décadas asalariado allí, quien declaró de forma descarnada y oportunista, tras la salida de Suárez: “Miami no es el lugar glamuroso que todo el mundo cree, tenemos problemas y tenemos que resolverlos y atajarlos de frente”. Era su daga guardada para la oportuna ocasión, como la venganza, un plato que frío sabe mejor.

Esos problemas que tanto preocupan a Reyes, son evidentes y trascienden. Hace pocas semanas un juez ordenó a la ciudad que trazara nuevos distritos de la comisión al determinar, que los comisionados dolosamente omnipotentes manipularon los límites con fines raciales, a su favor.

Asimismo, un exvocero del Ayuntamiento se declaró culpable de recibir fotografías pornográficas de un joven de 16 años, después de conocerlo en su puesto de trabajo en el 2019. Mientras, dos agentes de la policía afro descendientes, denunciaron haber sido discriminados y recibir represalias al revelar casos de corrupción en el cuerpo policial.

De regreso al impropio José Suárez, ese candidato que no pertenecía a ninguna dinastía política de Miami, y que en lugar de percibir esto como una desventaja, pareció querer sacarle provecho en su anuncio de campaña, esgrimió como arma que deseaba acabar con el nepotismo político y traer un cambio real a la Pequeña Habana, en clara alusión al clan Suárez, instalado por décadas en la Comisión y en Ayuntamiento municipal. “Estoy en una campaña contra las dinastías políticas de Miami”. “Son las mismas caras de siempre”. “Mi familia ha considerado a la Pequeña Habana como su hogar por los últimos 54 años, y hemos visto de primera mano cómo han descuidado a nuestra comunidad durante décadas por la mala administración y la politiquería”, dijo Suárez en un comunicado. “Es hora de que alguien de la comunidad represente a las voces de los vecinos”. Con este discurso desafiante y crítico, se abrió paso. Y lo más lapidario, según el candidato crítico: “los vecinos de la zona estamos cansados de comisionados que no piensan en nosotros sino en ellos”. Ser el candidato del pueblo por haber sido los vecinos quienes lo impulsaron a postularse para la Comisión de la ciudad, y se sintió inspirado por ellos. “Cuando la gente se une se pueden lograr cosas”, dijo el candidato, “y mis vecinos me dicen que tenemos que tener cambios”. Con ese discurso populista y demagogo caló en las mentes necesitadas de soluciones y se granjeó el apoyo económico y en votos de los electores. Continuará…

(*) Escritor y profesor universitario. Es el autor, entre otros, del libro “Bajo las alas del Cóndor”, “La Operación Cóndor contra Cuba” y “Demócratas en la Casa Blanca y el terrorismo contra Cuba”. Es colaborador de Cubadebate y Resumen Latinoamericano.

Foto de portada: El Nuevo Herald.

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