Yo vengo a vender mi corazón: De rockero pseudo-rebelde a agorero mercader de las decepciones
Por Paula Marconi.
Los falsos amigos de Cuba son peligrosos, porque las raíces de su amistad son tan endebles como las raíces de la hierba que crece sobre las lápidas; esos que son amigos, mientras reciben trato de celebridad y miran la realidad desde las ventanas del Hotel Nacional. Parece ser el caso de Fito Páez, quien pasó sin escalas de: “Cuba me salvó la vida, acá recibí un abrazo de amor que hasta el día de hoy es uno de mis sostenes para vivir”; a decir: “ya pasaron 64 años, ya está, se terminó. Basta de echarle la culpa al bloqueo norteamericano”; “hay que buscar una manera más inteligente para que no siga muriendo gente de hambre ni en el mar”.
No voy a referirme puntualmente al documental; aunque considero el título demasiado generoso en relación al protagonista; pero quizá responda a la dosis necesaria de ficción para dicho producto audiovisual.
Las declaraciones de Páez, sirven como disparador para abordar algunos criterios, porque en general, la gente siempre tiene más para decir, que lo que realmente está diciendo; pero la deshonestidad es lo que no se puede tolerar.
Que la exhibición haya sido masiva, por la televisión abierta, cuando tu pretensión era otra; no justifica que, para mostrar tu ira, tu colapso emocional; te disfraces de analista político y emitas juicios de valor sobre un país, que ha alcanzado niveles de justicia social que tu propio país no ha logrado, eso me parece de una deshonestidad y un atrevimiento supinos.
Tales declaraciones traducidas en conclusiones a la ligera, manifiestas en ataques, como reflejo espasmódico, también emergen de la soberbia y la falta de respeto por el sistema político que la mayoría de los cubanos, que viven en Cuba, deciden para sus vidas; y esa falta de respeto se traduce en la descalificación y la mentira.
Opinar livianamente sobre la muerte de Camilo Cienfuegos, con la significación que el Señor de la Vanguardia tiene para el pueblo cubano; remitirse a repetir con toda imprudencia, la falacia tejida alrededor de tan doloroso y sensible hecho; cuando existen los documentos que explican el contexto de aquel suceso y todos los esfuerzos que aquella situación trágica demandó; resulta canallesco.
Referirse al secuestro, a mano armada, de una embarcación en la que viajaban civiles; como si fuese algo que el Estado Cubano debiera permitir y tolerar, es nuevamente ser funcional al discurso construido por la gusanera, la mafia de La Florida.
Expresar, “que no siga muriendo más gente de hambre en Cuba”; como decimos los argentinos: “es de mala leche, Páez”; porque constituye una mentira despreciable. Sabés que de todos los niños que mueren de hambre a diario en el mundo, ninguno es cubano, y eso, no es producto de la divinidad ni del azar; es fruto de la revolución cubana, su pueblo y su gobierno.
Cuando venís de una ciudad que fue noticia a nivel mundial, porque la gente comía gatos, y que hoy no aparezca en primera plana, no quiere decir que esa situación no exista. Cuando venís de una ciudad que está ganada por el narcotráfico y los sicarios, al menos, tenés que tener un poco de prudencia, pero también de vergüenza, para erigirte en juez, de lo que debe, y qué no debe hacer, otro país.
Esa antojadiza y forzada separación que hace entre el pueblo y el gobierno cubano; a partir de una mirada sesgada, desde las pseudo democracias burguesas capitalistas, como si fueran la meca democrática mundial imponible a escala planetaria. Afirmar que el gobierno no representa al pueblo, como si el gobierno hubiese salido de un repollo y no fuera la expresión y parte del pueblo cubano, es de una ignorancia superlativa.
De la misma forma que decir, “ya pasaron 64 años, caballeros, ya se terminó, basta de echarle la culpa al bloqueo norteamericano, el mundo va por otro lado”; representa una doble irresponsabilidad. Por un lado, una falta de respeto total al artículo N° 1 de la Constitución de la República de Cuba y a la historia de lucha y resistencia de la Mayor de las Antillas. Por otro, referirse como un pretexto, al criminal, extraterritorial e inhumano bloqueo económico, financiero y comercial que impone EEUU contra Cuba, provocando dolor en la población civil e intentando asfixiar al país para ponerlo de rodillas y que, aun así, el mismo pueblo cubano resiste desde hace más de 60 años. Intentar disfrazar una acción de guerra imperialista como si fuese una excusa gubernamental, es de un atrevimiento, una crueldad y una fatuidad asombrosos.
Para ponerle el moño a tan descaradas declaraciones, sentencia que hay gente que confió en la Revolución y ahora se siente defraudada y que hay que revisar el tema de la confianza, calificándolo de dolor y tragedia; nuevamente, faltando el respeto a Cuba, pero también a la solidaridad internacional.
Cuba es la prueba viviente de que una sociedad justa es posible y que el camino es el socialismo. Está claro para el pueblo cubano que, por eso, resiste y sostiene el sistema político que elige, de manera soberana e independiente. Pero también está claro para sus enemigos, por ello, la necesidad imperialista de asfixiarla económica, financiera y comercialmente; además de las orquestadas campañas de descrédito, basadas en falacias, efectos de edición y fotomontajes, a lo que se suman sabotajes y atentados varios. Si, no estuviese claro también para el enemigo, este genocidio, este bloqueo terrorista imperialista que goza de licencia legal, no existiría.
Páez es uno más, de los que bregan por sus aspiraciones individuales y que nunca entenderán la lucha por una causa colectiva. Para él ya está, ya pasó, pero afortunadamente, para el pueblo cubano la construcción del socialismo y su defensa, es una tarea diaria, vigente. El ejemplo de Cuba quedará para las generaciones presentes y futuras, como semilla de esa sociedad justa posible, y esa experiencia de rebeldía a 90 millas del imperio, para muchos, como Páez, es imposible de digerir.
Foto de portada: Insurgente.