Ablación femenina, nada peor
Por Yaima Cabezas
En la actualidad existe una práctica cruel no, lo siguiente, inhumana e injustificada, que no solo mutila un trozo del cuerpo de las mujeres y acaba de un tajo con un capítulo fundamental de la satisfacción sexual, también lacera su psiquis y deja huellas irreversibles en autoestima.
Nos referimos a la ablación, ese procedimiento impuesto con fines no médicos que extirpa total o parcialmente los genitales externos de las féminas en edades muy tempranas. Se trata de una costumbre en algunas regiones del mundo que consideramos un atraso y una ofensa a la humanidad.
De acuerdo con el Fondo de las Naciones Unidas para la Infancia (UNICEF), aunque el número exacto es desconocido, se presume que hoy viven alrededor de 200 millones de mujeres y niñas que han sido sometidas a este tipo de experiencia, a pesar de ser prohibida y reconocida internacionalmente como una violación de sus derechos humanos fundamentales.
Es una tradición arcaica de origen variable, cultural o religiosa, y se practica a las niñas cuando nacen o en el transcurso de la niñez o la pubertad, casi siempre con el consentimiento de la familia sin importar los daños físicos y psicológicos extremos que genera. Consiste en la mutilación de los genitales, a veces puede ser parte o todo el clítoris, y en otras ocasiones incluye el corte de los labios menores, o mayores, o ambos, y este es el peor de los casos: cuando dejan el área completamente despejada solo con los orificios vaginal y uretral.
Pregúntense qué necesidad hay de cometer semejante aberración. Pareciera un ritual macabro de la prehistoria, y casi casi, así es, constituye un intento por reprimir la sexualidad o salvaguardar la castidad de las niñas. ¡Tan absurdo!
Su persistencia en este momento es multifactorial. Además de estar sustentada en creencias heredadas, se fundamenta en un estilo de vida primitivo, incluso con base económica, pues en ocasiones es el único modo que encuentran las familias de crear alianzas a través del matrimonio concertado, y creen que así las niñas llegarán “puras”.
A pesar de las advertencias la ablación genital femenina persiste y en ese camino de violencia continúa dejando niñas seriamente afectadas que desde el mismo momento de la extirpación soportaron graves complicaciones, unas para toda la vida, sino la muerte. De las inmediatas podemos citar hemorragia, dolor intenso, infecciones, estado de conmoción mental. Muchas necesitan atención médica periódica porque las secuelas físicas llegan a ser importantes, algunas tienen que ver con el bloqueo de la función urinaria, entre otras lesiones ginecológicas.
Significativos pueden ser también los daños psicológicos, deja traumas, pérdida de confianza, ansiedad, y depresión. Muchas veces no se supera.
Sin dudas es una forma de tortura infantil, atenta contra el derecho a la salud, a la seguridad y a la dignidad, y es una manifestación inequívoca de discriminación y desigualdad de género profundamente arraigada en, al menos, más de treinta países.
Los estudios sobre la ablación genital femenina arrojan números sorprendentes. Indican, por ejemplo, que en naciones como Guinea, Mali o Somalia, más del 90 por ciento de las mujeres sufrieron mutilaciones, y que asimismo en Egipto, Etiopía e Indonesia se encuentra demasiado extendido. En más de la mitad de los casos esta tradición coincide con sociedades que viven un agudo subdesarrollo económico y social, o situaciones de conflicto, a lo cual se le suma esta crisis sanitaria, y se hace muy complejo de enfrentar.
En el presente existen programas de entidades internacionales, con respaldo de la Asamblea General de la Organización de Naciones Unidas y el Consejo de Derechos Humanos, que trabajan en regiones donde esta práctica se desarrolla comúnmente, sobre todo en el continente africano. No obstante, en otras zonas más cercanas como Colombia y Estados Unidos, se han reportado casos.
El objetivo es conseguir transformar esas normas sociales, hacer comprender sus perjuicios, e implementar sistemas de atención inmediata a las afectadas. Para ello se requiere de la cooperación de todos los factores de las comunidades implicadas, desde la población, los líderes religiosos, el personal médico y educativo, y los políticos.
Sin embargo, sensibilizar y promover el abandono colectivo de la mutilación genital femenina no es tarea fácil. Así se manifiesta, incluso, en áreas donde ya se encuentra prohibida. Por eso se cree que en un corto plazo no será posible de erradicar.
En resumen. Hablamos de una práctica que en sí misma es una forma de violencia femenina sistematizada en no pocas naciones del mundo, donde nacer mujer es una desgracia por el alto nivel de desprotección y sometimiento que padecen. Este tipo de ablación no posee absolutamente ninguna justificación, es un procedimiento realizado arbitrariamente, a la fuerza, con premeditación, en forma de ritual, en ocasiones sin presencia de personal médico ni higiene, y con graves consecuencias para la vida, la salud y la estabilidad emocional.
Tomado de Cubasí / Foto de portada: AP