Chile: Cuando el Cóndor aterrizó en Europa
Por Geraldina Colotti.
Roma, 6 de octubre de 1975. Dos sicarios atentan contra la vida de Bernardo Leighton y su esposa, Anita Fresno, quienes resultan gravemente heridos, pero sobreviven a los disparos de armas de gran calibre. Leighton pertenece a la Democracia cristiana chilena, formó parte del “grupo de los trece” miembros de su partido que se opusieron al golpe de Estado contra Salvador Allende, llevado a cabo por el general Augusto Pinochet, el 11 de septiembre de 1973.
La mayoría de la DC chilena pronto saboteó a la alianza Unidad Popular, a la que había apoyado en 1970, permitiendo la elección del presidente socialista, aunque con una mayoría reducida. En cambio, Leighton había trabajado, sin éxito, por la mediación entre su partido y el gobierno socialista. Inmediatamente después del golpe, Leighton fue invitado a Italia por la Democracia Cristiana (DC), el partido movido por los EE.UU. pero que contemplaba un amplio espectro de corrientes -desde la golpista hasta la “social”- y que competía por la escena política con el entonces Partido Comunista Italiano (PCI, el más grande de Europa), en el marco de la “Guerra Fría”.
Las conferencias de Leighton sobre las violaciones de derechos humanos perpetradas por Pinochet, provocaron su enfado y la prohibición por Leighton de regresar a su patria, de modo que, a partir de 1974, el político chileno se convirtió en uno de los centenares de exiliados que acogió Italia. Se estima que la dictadura obligó a huir a más de un millón de chilenos, de una población de 13 millones en ese momento. Eliminó a otros 3.200, más de mil desaparecidos.
Bajo el impulso del Partido Comunista y de las organizaciones italianas de extrema izquierda, Roma se había convertido en el principal motor, a nivel internacional, de apoyo a la causa chilena, sede de la asociación “Italia-Chile” y de la organización internacional ” Chile Democrático”. Inmediatamente se produjeron manifestaciones contra el golpe en varias ciudades obreras de la península. Aquella era otra Italia, donde tanto la lucha de clases como el internacionalismo estaban en casa, y ya era evidente el choque entre diferentes opciones para alcanzar el socialismo, que interpretaron de otra manera la “lección” derivada de los acontecimientos chilenos.
Para gran parte de la extrema izquierda italiana (a su vez la más fuerte de Europa y de la que surgirán las organizaciones guerrilleras, también formadas por militantes del PCI que no estaban de acuerdo con la línea del “compromiso histórico”), fue una confirmación de la impracticabilidad de las alianzas-sogas, y en Italia el enemigo a derrotar era el partido de gobierno, la DC.
Para Enrico Berlinguer, quien se convirtió en secretario del PCI en 1972, sin embargo, para no terminar presos en los estadios como en Chile, era necesario construir una alianza entre la parte no golpista de la DC y llegar a un “compromiso histórico”.
Una idea que, tras el golpe, llevó al PCI a reconocer la alianza OTAN, a la que Italia estaba y sigue estando subordinada.
Para impedir que Italia “haga como Rusia” después de la derrota del nazifascismo, el imperialismo norteamericano y sus tentáculos de la OTAN continuaron utilizando fascistas y servicios secretos “desviados”, para sembrar el terror, atribuir la responsabilidad del mismo a la extrema izquierda, e inducir el regreso de un gobierno autoritario. En lo que entonces se llamaba “ruido de sables”, se preveían varios intentos de golpe de estado – en 1964, 1970 y 1974 -, acompañados de las primeras masacres de la “estrategia de la tensión”: en el centro de Milán (la bomba en Piazza Fontana, 12 de diciembre de 1969); en Brescia, durante una manifestación antifascista contra la proliferación de los atentados de extrema derecha (28 de mayo de 1974), y luego, el 4 de agosto, el ataque al tren Italicus, en las afueras del gran túnel de los Apeninos.
A la sombra de la OTAN, en Italia operaban organizaciones ocultas anticomunistas, como Gladio (y en Francia la OAS), y también operó el Plan Cóndor, el pacto criminal liderado por la CIA con el que actuaron las dictaduras del Cono Sur sin fronteras, para deshacerse de los opositores. Oficialmente, el pacto fue estipulado en Chile el 25 de noviembre de 1975, pero su gestión se inició en los años 60 en la Escuela de las Américas y en las Conferencias de los Ejércitos Americanos, con las que EE.UU. enseñó a los oficiales latinoamericanos técnicas de tortura o acciones “preventivas”, como la “estrategia de tensión” italiana.
Los agentes del Condor operaron tanto en América Latina, en los Estados Unidos, como Europa. En este contexto, los fascistas acusados del atentado al matrimonio Leighton, y dirigidos por los anticastristas Orlando Bosch y Luis Posada Carriles, actuaron también por órdenes del servicio secreto de Pinochet (la Dina). Uno de los dos acusados, Stefano delle Chiaie, miembro de Gladio, estará activo hasta su muerte junto al golpismo latinoamericano – desde Chile, hasta Argentina, Brasil y Bolivia -; y revelará el papel activo de la CIA en las operaciones.
En Madrid, los agentes del Cóndor intentaron secuestrar a líderes del MIR chileno, mientras que en Roma operaron contra disidentes políticos argentinos. Una investigación de la periodista francesa Marie-Monique Robin, que encontró documentos originales en los archivos del Ministerio francés de Asuntos Exteriores, ha mostrado que, entre Paris y Buenos Aires existía un acuerdo, con fecha de 1959, por una “misión militar francesa permanente”, integrada por oficiales empleados contra la guerra de independencia de Argelia, ubicado en las oficinas del jefe del Estado Mayor del Ejército Argentino. El colonialismo francés, maestro de tortura contra los resistentes argelinos, ha entrenado oficiales argentinos desde 1957, dos años antes de la Revolución cubana, y el gobierno de Valéry Giscard d’Estaing continuó a colaborar en secreto con las dictaduras militares argentina y chilena.
Según declaraciones del almirante argentino Luis María Mendía, quien reveló la práctica de los vuelos de la muerte, a través de los cuales los opositores eran lanzados al mar, un agente de inteligencia francesa, Bertrand de Perseval, miembro de la OAS, participó al secuestro de dos monjas francesas, eliminadas después.
El 11 de septiembre de 2008, cuando la oligarquía separatista de Santa Cruz intentó derrocar el gobierno de Morales en Bolivia, y masacró a un grupo de indígenas, se identificó a otro neofascista italiano, Marco Marino Diodato, quien creció en el paramilitarismo golpista y el narcotráfico en la sombra de la CIA.
En febrero de 2015, se inició a Roma un juicio por crímenes de lesa humanidad cometidos contra 23 ciudadanos italianos en el marco del Plan Cóndor. El juicio terminó con cadena perpetua para 14 ex-militares del Cono Sur.
Tomado de Resumen Latinoamericano Argentina.