Los que tenemos vergüenza
Por Ana Hurtado
Lo que muchos han llamado “el peligro rojo”, para atacar y persuadir sin buenas intenciones, para otros significa esperanza y desinterés en las causas justas del mundo. Vida, luz; abrirse paso al futuro por el camino correcto.
El enemigo juega con el miedo para ganar adeptos y avanzar en sus andanzas. Saben que es el arma que mejor les sirve, la que paraliza a muchos, aunque active a tantos otros más.
Dentro de las filas enemigas de la paz y el humanismo existe la unión. La unión por el privilegio, por los beneficios personales y, sobre todo, por el dinero.
No podemos decir lo mismo ―siendo fieles a la historia―, dentro de nuestro bando.
Desde los primeros días del bolchevismo, la izquierda ha estado dividida. Internacionalmente. Nos fracturan las razones ideológicas, porque somos el bando de las ideas. Pero, ¿puede la desvergüenza unir más que una trinchera de ideas?
El problema surge cuando la desvergüenza entra en nuestra propia trinchera y confunde. Cuando los llamados “amigos” le hacen el juego al enemigo.
Cuando observamos en público, e incluso también en privado, que se tiene la misma narrativa (a veces edulcorada, otras no) que aquellos que son adversarios de una defensa pura de la justicia social.
Algunos están agazapados, sacan la mano de vez en cuando. Otros no tienen pudor y fomentan bulos. Los populares conocidos como “lleva y trae”, sin pensar en un objetivo social y colectivo, sino en satisfacer sus propias carencias intelectuales y personales.
Creo que en estos casos, antes que repetir cual cacatúa lo mismo que dicen los que quieren ver a la izquierda rota, harían muy bien en leer a José Martí. Ya no se trata de leerlo, sino de comprenderlo y ahondar en cada una de sus frases.
Puede que ya estén contaminados por la ceguera individual. Por lo placentero. Por la inmediatez de lo efímero. Por ganar algo que regale sentido a sus caminos.
Quizás son más útiles del otro lado que del lado de la vergüenza. Puede ser.
En 1892, José Martí escribió: “Los hombres van en dos bandos: los que aman y fundan. Los que odian y deshacen”.
Y en el momento en que se pierde la perspectiva del amor, se ha perdido todo.
Para mí, concretando, hay dos tipos de hombres: los que hacen y los que deshacen. Y debemos entender que, en muchos casos, esos y esas deshacen porque no saben hacer o porque quieren hacer solos. Por eso, de manera consciente o inconsciente, forman parte del grupo de la torpeza.
Es importante que los que hacen con acciones y valentía, con luz y dignidad, sigan haciendo. Por mucho que tiren montañas de basura sobre nuestras cabezas, la verdad es solo una, aunque, recordando a Martí, a veces tenga que andar oculta.
Pero esa verdad va a salir cuando menos se espere, y será arrolladora. Llegará sin avisar y sin pedir permiso.
Entonces, todas esas montañas de basura con las que han querido mancharnos y ensuciarnos serán borradas, trituradas por el viento de la historia. Inexorablemente.
Y se agacharán cabezas.
Tomado de Cubadebate/ Imagen de portada: Jorge Arche.