A menos de 300 kilómetros de Gaza (I parte)
Por Flor de Paz * / Colaboración Especial para Resumen Latinoamericano.
La señal que indica la entrada a la sede del canal televisivo panárabe Al Mayadeen, en Beirut, Líbano, tiene forma de flecha y apunta a la diestra. El aviso encierra un mensaje, en árabe y en inglés: “A doscientos treinta y dos kilómetros del lugar se halla Al Quds” (Jerusalén), ciudad sagrada del islam.
A los libaneses les está vedado llegar a Jerusalén; tienen prohibido el tránsito por cualquier punto de la frontera limítrofe con territorio israelí, que ocupa casi la totalidad de la nación palestina. Hacerlo, es imprescindible para alcanzar la urbe.
—Ves esa señal y te preguntas por qué recibe al visitante la expresión de un anhelo y no una bienvenida a la red panárabe. Pero pronto interpretas esa definición de sentido: la causa palestina es la causa de todos y todo lo que se hace en Al Mayadeen es por llegar a Jerusalén algún día.
Así lo sintieron Leslie Alonso Figueroa y Yodeni Masó Águila, corresponsales de Prensa Latina (PL) en la nación árabe, la primera vez que llegaron a la televisora. Converso con ellos a través de whatsapp y tienen tanto que contar que el diálogo se extiende durante más de una hora.
Su estancia y funciones en el Líbano —que ya acumula un año y medio— ha estado apoyada por la televisora en Beirut, una alianza entre PL y Al Mayadeen. El acuerdo entre ambos medios previó equipar esta corresponsalía con periodistas capaces de asumir la producción audiovisual.
—Y tanto Yodeni como yo procedemos de Cubavisión Internacional. Él apostó en 2019 por PL. La agencia sabía de nuestro matrimonio y que yo también soy periodista, y el 20 de marzo de 2022 lo nombraron corresponsal. En abril ya estábamos en Líbano, cuenta Leslie.
“No hubo tiempo para entrenamientos y nuestro inicio fue traumático; los países árabes son complejos y difíciles de entender, también desde el punto de vista editorial-informativo. Pero el trabajo nos ayudó a adaptarnos, al punto de que mira hasta dónde hemos llegado y lo que nos ha tocado vivir aquí”.
Estudio Aceituna con un olivo sembrado dentro, entrevistando al presidente del canal Ghassan Ben Jed
Yodeni comenta que Al Mayadeen ha sido una casa, que Wafica Ibrahim —asesora del canal y directora de la web en español— ha sido como una madre, una maestra: “ella nos ha enseñado cómo es el Medio Oriente, el Líbano, qué es la causa palestina; ella ha sido fundamental para la consolidación de nuestra labor”.
Leslie narra que la idea del vínculo entre Al Mayadeen y PL fue de Wafi, de manera que la agencia pudiera aprovechar todo lo que la televisora árabe es capaz de aportar a los medios de comunicación cubanos y latinoamericanos. “Y hemos estado en medio de la consolidación de esa alianza”.
Y así ha transcurrido la estancia de Leslie y Yodeni en Beirut: colaboran con Al Mayadeen en su plataforma en español; durante casi un año también prestaron servicio a Telesur y para PL hacen las coberturas en los tres formatos: prensa escrita, televisión y radio. De manera puntual, han hecho reportes para Cubavisión Internacional.
Entrada de Al Mayadeen
—Desde el inicio de la crisis en Gaza se triplicó el trabajo, aunque aquí hemos sabido de verdad lo que es no tener horario. Pero somos jóvenes (Yodeni tiene treinta y tres años y yo voy a cumplir treinta), prácticamente recién graduados, y hemos podido soportarlo bien.
Leslie dice que ellos estaban acostumbrados a determinada intensidad, porque en la televisión los procesos son muy agotadores: “terminas de escribir y empiezas a editar, sales en cámara…
“En la etapa del coronavirus — como vivimos solos, no tenemos hijos, no cuidamos padres ancianos—, nos tocó estar en el canal durante la compleja situación que se vivió en el ICRT con la pandemia“.
“Ahora, en Al Mayadeen, seguimos el ritmo y las dinámicas del equipo: mientras hay trabajo nadie se va a casa. Y con la actual situación en Gaza, solo nos apartamos de la computadora para dormir, aunque el tiempo no alcanza ni para eso. Hay noticias cada un minuto; la causa palestina y el conflicto con Israel generan mucho volumen de información”.
Yodeni precisa que por la organización del trabajo editorial en la agencia, la corresponsalía en El Cairo, Egipto, atiende Israel y Palestina.
—Pero a través de Al Mayadeen —que siempre tiene fuentes de primera mano por su influencia en el mundo árabe— apoyamos también el abordaje de la causa palestina.
Leslie y Yodeni hablan de cuánto les ha enseñado esta experiencia sobre el ejercicio de la profesión, aun en medio de las dificultades que pueden suponer las singularidades de dicha zona geográfica, incluida la barrera del idioma. “De árabe solo sabemos frases que nos auxilian en lo cotidiano, para hacer compras o pagar servicios”.
—Pero gracias a Al Mayadeen hemos tenido acceso a fuentes, testimonios e imágenes que nos han hecho posible ampliar la realización de materiales audiovisuales, apunta Yodeni.
Así, las costumbres de los árabes, de los musulmanes, no han sido obstáculos con los que hayan tenido que lidiar estos dos jóvenes periodistas.
—A los cubanos nos reciben con una gratitud infinita, se desviven por atendernos, dentro de los campamentos o cuando visitamos sus casas. Jamás he usado hiyab. El Líbano es un país multirreligioso, hay musulmanes y hay cristianos, hay ortodoxos y hay laicos. Para los que venimos de América Latina, que estamos acostumbrados a otras maneras de vestir y de conducirnos, hay más aceptación que en el resto de los países islámicos del Medio Oriente.
De Beirut —donde estamos— a Gaza hay menos de 300 kilómetros de distancia, acota Yodeni. “Pero nuestra cercanía a la zona del conflicto radica, sobre todo, en el sentimiento de solidaridad que hay en el Líbano con la causa de los palestinos“. En territorio libanés —puntualiza Leslie— hay más de 200 mil palestinos en doce campamentos de refugiados. Por tanto, esa proximidad es más que geográfica.
“Y no sólo porque Beirut (1) haya sido invadido por Israel en 1982 o porque ambas naciones continúen en estado de guerra, o porque en Líbano acojan miembros de las direcciones políticas de la Resistencia palestina, o porque no mantengan relaciones diplomáticas; o porque Israel tenga, incluso, granjas y aldeas libanesas ocupadas”.
—La distancia entre Beirut y la zona sur del país, donde hay intercambio de fuego y bombardeos desde el 8 de octubre, es solo de 70 kilómetros. Además, porque sin haber hostilidades abiertas, la ciudad capital es sobrevolada casi a diario por los aviones israelíes, incluso hasta para bombardear Siria. No siempre se sienten, solo cuando rompen la barrera del sonido; así lo explica la prensa local. En la frontera, es constante, repasa Leslie.
Señal que marca la distancia de la frontera sur de Líbano hasta al Quds (Jerusalén), mayo 2023
“Pero la gente aquí sigue su vida normal y ni mira al cielo; eso nos sorprende mucho, y no deja de asustarnos que en los medios de prensa aparezca que hace menos de cuarenta minutos un avión israelí sobrevoló el espacio aéreo del Líbano. Y piensas: “Dios mío, ¿dónde estamos?”
Yodeni explica que en las guerras del 2000 y del 2006 Israel no invadió por tierra al Líbano, pero sus cazas desbarataron toda la ciudad, todo el país. Esa es la incertidumbre, que una locura israelí involucre a Líbano en el actual conflicto bélico.
“Hasta el momento las agresiones han estado concentradas en el sur, donde ahora mismo hay bombardeos. La resistencia libanesa ataca sitios militares y los israelíes, aldeas aledañas. En esas arremetidas siempre hay muertes de civiles. Incluso, también la han emprendido contra equipos de prensa; hacen en el sur del Líbano igual que en Gaza, aunque a menor escala”.
Las responsabilidades profesionales de Leslie y Yodeni les han hecho vivir otras experiencias igual de extraordinarias para estos periodistas cubanos. Tal fue su visita a la frontera entre el Líbano e Israel en mayo de este año.
—”La tensión aumenta en la medida que uno se acerca al muro; conlleva permisos de la resistencia, del ejército libanés, de los cascos azules. A todo el mundo hay que presentarle credenciales, carnés, documentos de estancia legal dentro del país para tener acceso a la zona”.
Yodeni apoya la reflexión de Leslie y añade:
—Nosotros estuvimos en Odaisseh, un poblado del sur fronterizo. Desde allí vimos una parte del muro. En el camino, una carretera conduce a la cárcel de Khiam, que fue un centro de torturas israelí durante la década de los ochenta hasta que la resistencia los expulsó en el 2000.
“Hay un tramo que no tiene muro, pero sí una línea divisoria. Se ve que es tierra ocupada por Israel: las construcciones son europeas, es evidente que allí está asentada una población que llegó y montó sus viviendas, muy distintas a las de la cultura árabe. Eso conmueve, y el muro también, por supuesto”.
—Hasta los jardines, las flores que siembran, los árboles son foráneos, acota Leslie.
—Lo que hay detrás del muro o la línea divisoria logra verse desde un punto elevado que se halla en medio de comunidades y casas muy rurales. Son dos realidades contrastantes. De un lado, los ajimeces árabes, y del otro, viviendas con techos de tejas europeas y construcciones modernas, añade Yodeni.
—Está bien marcada la diferencia cultural, aun donde no hay muro…
—Exacto, asiente Leslie.
Aunque —acota Yodeni— los israelíes han tratado de apropiarse de la cultura palestina no relacionada con los valores religiosos.
—¿Por qué?
—Porque no proceden de un pueblo en particular; trajeron aquí las culturas de muchos países. En América, por ejemplo, los europeos nos implantaron su religión, su manera de vestir, su idioma… compara Leslie.
“Pero los israelíes crearon un estado en la tierra de otros, y como no tenían pueblo ni tradiciones propias, adoptaron las de aquí, como el falafel (especie de croqueta típica árabe y palestina) y el fattoush o el tabbouleh (ensaladas de vegetales diversos). También los dátiles, que es un fruto sagrado para los musulmanes, con él rompen el ayuno del mes de Ramadán, y los israelíes lo exportan a otros países del mundo con su sello”.
—Le roban a Palestina hasta su cultura…
—Hasta su cultura…
“En todo ese muro, el estado de Israel instaló más de cuarenta sitios militares, de espionaje: hay cámaras, sensores, hay de todo. Israel no necesita ni un soldado para observar los movimientos en el lugar, para intentar infiltrarse, y asimismo atenta contra la seguridad de los libaneses”. “Las fuerzas de paz de las Naciones Unidas, los llamados cascos azules de los cuales aquí hay más de diez mil efectivos, son los que operan en esa línea que ellos denominan como azul, en coordinación con el ejército libanés” …
Nota
(1) Beirut se convirtió, después de Jerusalén, en la segunda capital árabe que invadió Israel.
(*) Periodista cubana especializada en temas científicos y Directora de Cubaperiodistas.
Fotos: Gentileza de los entrevistados.
Foto de portada: Yodeni y Leslie, territorios palestinos ocupados en 1948, muro divisorio entre Líbano e Isarel, mayo 2023.