Niño herido sin familia superviviente
Por Marie-Aure Perreaut Revial.
Cada día, decenas de pacientes llegan al servicio de urgencias del hospital Al Aqsa Shohada, en la zona central de Gaza. No es posible el triaje en los lugares donde caen las bombas así que los equipos de ambulancias se lanzan a la carrera para salvar a los que aún pueden vivir.
El Servicio de Urgencias es un caos. Los heridos graves yacen sobre cajas de cartón: las camas están llenas. Hay periodistas que intentan contar lo que está ocurriendo a gente que parece decidida a no escuchar. Cuando retroceden para grabar la escena, a veces pisan accidentalmente los cadáveres que yacen en el suelo. Algunos días el hospital recibe más muertos que heridos.
Visitamos Al Aqsa por primera vez el 23 de noviembre, el día anterior a la anunciada pausa humanitaria. Ese día el hospital recibe 314 heridos y 121 muertos o fallecidos poco después de llegar. Habían previsto estas abrumadoras bajas, explicaron colegas gazatíes, recordándonos que éste no es un conflicto nuevo. “Siempre es así antes de una tregua”.
Tras esa primera visita, nuestro equipo empezó a trabajar junto al personal de Al Aqsa. Antes de la guerra tenía capacidad para 200 pacientes ingresados. A finales de diciembre tenían más del triple.
Dilemas imposibles
Un día nos avisan de que un miembro del personal de Médicos Sin Fronteras (MSF) y su familia han llegado al servicio de urgencias gravemente heridos. Los compañeros se apresuran a buscarlos en medio del caos.
Más tarde, el Dr. Samir* me dice: “Tuve que tomar una decisión: vi a Ghassan* y a su hijo, me necesitaban, pero a su lado vi a una mujer gravemente herida que también me necesitaba. ¿Qué debía hacer?”
El personal sanitario se ve obligado a tomar decisiones como ésta todos los días.
El hijo de Ghassan había sido alcanzado por la metralla. Ese día le operan varias veces. Las heridas en la garganta le impedían hablar. Su madre perdió un ojo. Cuando el Dr. Samir sale del quirófano a la 1 de la madrugada, su chaqueta de MSF está cubierta de sangre.
A finales de diciembre, el equipo de nuestra unidad de curas atiende a una media de 150 pacientes al día, casi todos con quemaduras o heridas por explosiones. Muchos son niños. Uno de los cirujanos de MSF me cuenta cómo cura las heridas de bebés que han perdido las piernas. Se le ha quedado grabado. Son bebés que no habían aprendido a andar y que nunca lo harán.
WCNSF
Algunos de esos niños tienen un nuevo acrónimo escrito en su expediente. “WCNSF” significa “niño herido, sin familia superviviente [en inglés: wounded child, no surviving family]”.
Salma*, de nueve años, es uno de los miles de WCNSF. Sufrió una fractura de cráneo cuando bombardearon la casa en la que estaba su familia. Tenía una pierna rota y la otra amputada. La conocemos en la unidad de cuidados intensivos. Aún no sabe que es la única que ha salido con vida de entre los escombros: el personal, exhausto, quiere dejar que se recupere físicamente primero.
Uno de los mayores retos a los que se enfrentan los hospitales del sur y el centro de Gaza es la capacidad de camas. Las camas son necesarias para tratar a pacientes en estado crítico, pero los que se han estabilizado no tienen adónde ir. ¿Adónde enviamos a una paciente como Salma? ¿Qué le decimos?
Salma estaba siendo tratada en Al Aqsa. Al igual que el resto de los escasos hospitales que siguen funcionando parcialmente en Gaza, sólo puede proporcionar atención traumatológica. Los centros sanitarios han sufrido ataques, órdenes de evacuación o se han quedado sin suministros, agua potable y electricidad: Apenas puedo describir la destrucción de la asistencia sanitaria de la que he sido testigo. Muchos hospitales y centros de atención primaria se han visto obligados a cerrar; servicios como la atención a la maternidad o las enfermedades crónicas casi no existen.
Entonces, ¿ya no están enfermos los habitantes de Gaza? ¿Ya no hay apendicitis? ¿No hay asma ni gastroenteritis? La verdad es que en los refugios hacinados, sin comida ni agua, carentes de las condiciones higiénicas más básicas, la gente está más enferma que antes, pero ya no tiene acceso a la atención sanitaria.
A mediados de noviembre, empezamos a prestar apoyo al centro de salud de Shohada, el mayor proveedor de atención primaria de Jan Yunis. Las necesidades son enormes. En una semana, ya hemos atendido a más de 600 personas, la mitad menores de cinco años. Padecen infecciones respiratorias, enfermedades de la piel o diarrea, todas las cuales pueden causar graves complicaciones, especialmente en los niños pequeños. Todas son consecuencia directa de sus pésimas condiciones de vida.
Las mujeres llegan corriendo, tan deshidratadas que se desmayan. Las madres mendigan leche maternizada: sin nada que comer, su leche materna ha cesado y sus bebés estaban hambrientos.
El 1 de diciembre, cuando termina la pausa, se ordena la evacuación del barrio donde se encuentra el centro de salud. Nuestro equipo se ve obligado a marcharse y el centro de salud deja de funcionar.
Salud mental
Uno de los miles de pacientes que pierden el acceso a la atención ese día es un niño de cinco años que estaba siendo tratado por nuestra psicóloga. En una sesión le había dicho que quería morir.
En el hospital de Al Aqsa, el equipo de salud mental de MSF organiza sesiones de arte con niños. Algunos dibujan a sus familiares, muertos durante los bombardeos. Dibujan las piernas y los brazos de sus madres en el suelo, junto a sus cuerpos.
Cuando me lo cuentan, no pienso sólo en los niños, sino también en los psicólogos que sostienen este trauma mientras ellos mismos pasan por las mismas experiencias.
Héroes
Los miembros de nuestro equipo en Gaza han perdido familiares, hogares, colegas.
Una compañera se entera por las redes sociales de que han matado a su hermana. Viene a trabajar de todos modos, para olvidar, porque no hay nada más que hacer.
Un ataque contra el hospital Al Awda Jabalia mata a dos de nuestros médicos, el Dr. Mahmoud Abu Nujaila y el Dr. Ahmad Al Sahar.
El tercer miembro de su equipo no está allí ese día: ha venido a trabajar con nosotros en el hospital de Al Aqsa. Más tarde, cuando dos supervivientes de ese mismo ataque llegan a Al Aqsa, este médico es quien cura sus heridas.
El personal sanitario de Gaza está siendo descrito como héroes. Pero llamarlos héroes sugiere que pueden aliviar mágicamente este sufrimiento insoportable por sí solos. Sugiere que no necesitan apoyo.
El día que el Dr. Samir resulta herido cuando bombardearon el edificio de al lado, su hija lo ve sangrando. Le dice: “Se supone que los médicos no sangran”. Pero lo hacen.
La ilusión de la acción humanitaria
Los periodistas extranjeros me preguntan a menudo si se pueden comparar Gaza con otras crisis en las que he trabajado. Les digo que en Gaza hay una crisis humanitaria, pero no una respuesta humanitaria.
Los funcionarios israelíes hacen afirmaciones sobre el número de camiones que pueden pasar diariamente por Rafah, como si hubiera una proporción aceptable entre el número de camiones y el número de personas muertas. Pero la ayuda humanitaria no consiste en camiones, y los suministros que se permiten no se corresponden en absoluto con la magnitud de las necesidades.
Una respuesta humanitaria es aquella en la que podemos evaluar, planificar y trabajar en función de las necesidades de la población civil. En cambio, MSF y unas pocas organizaciones internacionales están prestando una atención médica muy limitada en condiciones tremendamente anormales.
El personal sanitario de Gaza está sosteniendo los valores de la humanidad en un momento de gran oscuridad. Mientras tanto, las personas que tienen el poder de detener esta catástrofe humanitaria no lo hacen.
Mientras dudan, médicos, enfermeras y palestinos están siendo masacrados.
Cuando salí de Gaza, mis compañeros me pidieron que diera testimonio de sus historias. Sólo vi la punta del iceberg. Y esa pequeña parte era insoportable de ver.
Después de que Marie-Aure escribiera este testimonio, el hospital de Al-Aqsa recibió una orden de evacuación y el equipo de MSF tuvo que ser trasladado.
*Todos los nombres han sido modificados.
Tomado de Público / En foto de portada: Una operación a un herido en el hospital de Al Aqsa, a noviembre de 2023 /MSF.