Internacionales

Los retos de la CELAC

Por José Ernesto Nováez Guerrero* / Colaboración Especial para Resumen Latinoamericano.

Creada en febrero del año 2010 y consolidada en diciembre de 2011, en Caracas, Venezuela, la Comunidad de Estados Latinoamericanos y Caribeños (CELAC) es un importante bloque para la integración y el desarrollo de los 33 países que componen la región de América Latina y Caribe.

El otro gran bloque regional, la Organización de Estados Americanos (OEA) creado en 1948 en Bogotá, no es otra cosa que una extensión de la política norteamericana para el continente. Un “Ministerio de colonias”, según la afortunada definición que emanara de la Cuba revolucionaria. En su historial acumula numerosos momentos vergonzosos, llegando incluso hasta el presente, donde ha convalidado numerosos golpes o intentos de golpe reaccionarios en la región, como el de Bolivia en 2019. Luis Almagro, su actual secretario, es la expresión de la decadencia y descomposición del bloque.

A diferencia de la OEA y otros bloques regionales centrados más en una agenda puramente de integración económica, la CELAC promueve una agenda de respeto a la soberanía de los países y articula políticas que comprenden los ámbitos económico, social y político.

Este primero de marzo se celebrará la VIII Cumbre de Jefes y Jefas de Estado de los países miembros de la CELAC en San Vicente y las Granadinas, país que detenta la presidencia pro témpore del bloque y que la cederá a Honduras.

La presidente hondureña Xiomara Castro, citada por Telesur, declaró que promoverá el fortalecimiento de la organización desde “sus principios fundacionales: la unidad de Latinoamérica y el Caribe, un mecanismo que trascienda del discurso a la acción y que sobre todo consolide la región como un bloque fuerte y dinámico respecto al resto del mundo”.

La nación saliente de la presidencia, San Vicente y las Granadinas, es el país más pequeño en estar al frente del importante bloque regional. Su gestión acumula una serie de logros que no resultaría ocioso enumerar y que evidencian la preponderancia que ha ido ganando el Caribe insular en la política y geopolítica latinoamericana.

El legado de San Vicente y las Granadinas

Durante años San Vicente y las Granadinas ha demostrado un fuerte compromiso con el multilateralismo. En junio de 2019 fue electo como miembro no permanente del Consejo de Seguridad para el período 2020-2021. En las elecciones para este puesto, la comunidad internacional lo respaldó en las urnas: el país obtuvo 185 votos, en una elección competitiva contra El Salvador, quien solo alcanzó 6 apoyos. Así se coronó como el país más pequeño que ha sido miembro no permanente del Consejo de Seguridad hasta la fecha. Esta elección fue una “ocasión histórica”, según expresó el propio Ralph Gonsalves.

En sus dos años de trabajo en el Consejo, se enfocó en demostrar su responsabilidad con los propósitos y principios de la Carta de las Naciones Unidas. A la par que defendió el desarrollo sostenible, desde su postura de pequeño Estado insular en desarrollo y la lucha contra el cambio climático, cuyos efectos para el país se hacen manifiestos en el creciente peligro de inundación por el aumento del nivel del mar.

Esta pequeña nación, de alrededor de 110.000 habitantes, recibe ahora la VIII Cumbre de la CELAC. El nuevo reto del país será acoger a los altos mandatarios con el propósito de consensuar posiciones comunes para diversos temas de relevancia regional. Más allá de las distancias políticas, para San Vicente y las Granadinas representa un reto logístico por la cantidad de personas que se alojaran simultáneamente en su territorio.

El pequeño estado insular ha subido la varilla al ser el primer miembro de la CARICOM en asumir la gran responsabilidad de coordinar a los 33 países de la región. Tarea que ha resultado exitosa durante todo el año 2023.

Durante su presidencia ocurrieron grandes hitos para el bloque. Se celebró la III Cumbre entre la Unión Europea (UE) y la CELAC, los días 17 y 18 de julio, dirigida por el presidente del Consejo Europeo, Charles Michel, y el primer ministro de San Vicente y las Granadinas, Ralph Gonsalves. Además, realizaron diversos pronunciamientos y declaraciones como bloque dentro del período de sesiones de la Asamblea General de las Naciones Unidas. A la par que ha celebrado el décimo aniversario de la Proclama de América Latina y el Caribe como Zona de Paz, el 29 de enero.

El país también ha acompañado diferentes procesos de diálogo, incluyendo en diferendos como el que sostienen Venezuela y Guyana por la región del Esequibo, reivindicando siempre la solución pacífica de los conflictos y el respeto a la soberanía nacional de los países implicados.

Perspectivas de la CELAC para el 2024

A pesar de la complejidad del escenario regional, caracterizado por una ofensiva combinada del imperialismo norteamericano y la extrema derecha latinoamericana e internacional, el bloque sigue siendo una herramienta fundamental. A diferencia de la OEA, en su existencia la CELAC siempre ha sido respetuosa con la soberanía nacional y las formas de autodeterminación política de los países. Esto lo convierte en una herramienta valiosa en la lucha contra la injerencia extranjera.

Sus potencialidades como mecanismo de integración son evidentes, por la abundante riqueza natural y humana de la región que comprende y por la historia de lucha y resistencia de nuestros pueblos. Esto hace que existan formidables presiones para desmembrar el bloque e, incluso, vaciarlo de sentido, pero al mismo tiempo también para fortalecerlo y avanzar en una agenda de integración a una escala superior. De ahí que, hasta ahora, incluso los gobiernos de extrema derecha que han llegado al poder en el continente, si bien no han jugado un papel activo en la CELAC, tampoco hayan asumido una política de abierto enfrentamiento a este mecanismo.

Quizás el mayor reto para este año sea lograr que las estructuras esbozadas se fortalezcan. Que se den pasos concretos hacia una mayor integración económica, movilidad interna, asistencia mutua entre los países de la región. También es fundamental el acercamiento a otros bloques alternativos, como los BRICS o la Comunidad Económica Euroasiática, que permitan avanzar en procesos de desdolarización progresiva de nuestras economías y en mecanismos de transferencia tecnológica que fortalezcan los procesos productivos y permitan modificar la matriz económica de los países hacia productos con mayor valor agregado.

Es preciso asumir que muchos de estos pasos deben darse en contra de los intereses norteamericanos y europeos en la región. El fortalecimiento de Latinoamérica solo es cabalmente posible en contra de las viejas estructuras de dominación colonial y neocolonial. Es una empresa que debe tener, inevitablemente, una raíz antiimperialista. Algo para lo que, desde luego, no están preparados todos los gobiernos del bloque. Avanzar en el camino de la integración implica una mayor conciencia popular y forma parte de la disputa de sentidos y proyectos del continente hoy. Aunque la tarea se presenta formidable, hay numerosas experiencias en América Latina que demuestran que el imperialismo no es invencible, y que se pueden construir proyectos sociales más justos aún en las condiciones más adversas.

(*) Investigador y periodista. Coordinador del capítulo cubano de la Red de Intelectuales y Artistas en Defensa de la Humanidad. Es autor de los libros “Hijos del polvo” y “La ideología en el semanario Lunes de Revolución con respecto a la situación del intelectual y el arte en la Revolución Cubana”.

Foto de portada: Prensa Latina.

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