Internacionales

El derecho internacional ultrajado

Por José Luis Méndez Méndez* / Colaboración Especial para Resumen Latinoamericano.

La época ha debilitado el amparo que el derecho Internacional debe dar a los diferendos y conflictos entre países, cada día es pisoteado, los organismos internacionales encargados de hacerlo valer han menguado su autoridad y apenas pueden invocarlo o lo convocan para servir a intereses particulares para intervenir en busca de provechos.

Hechos recientes muestran cuan ultrajada está su normativa e imperio, apenas se incorpora a la retórica diplomática y jurídica de una resolución que después de prolongados, agotadores y negociados debates, resulta no vinculante, es decir se queda solo para la memoria histórica como referente del caso, como sucede en la actualidad en el genocidio y holocausto palestino, que se prolonga por más de seis meses.

En la década de los años setenta del siglo pasado, cuando Estados Unidos, promovió la instauración de dictaduras militares en América Latina, como mecanismo de dominación, los posesionados violaron de manera sistemática los derechos humanos y de vida de miles de personas, la integridad física se degradó hasta las formas más crueles y sórdidas.

En junio de 1976, apenas tres meses después del golpe fascista en Argentina, los militares usurpadores del poder urden un plan letal para extraer de la Embajada de Cuba en ese país a un grupo de asilados, que esperaban el salvoconducto para salir del país. Eran ocho niños refugiados, el de mayor edad tenía catorce años. El recinto diplomático, como el de México, se había convertido en un refugio para perseguidos políticos durante los aciagos años de la dictadura.

Los terroristas anticubanos con base en Estados Unidos se movían por el área insertados en la Operación Cóndor, como sicarios de los cuerpos represivos, que integraban esa trasnacional del crimen. Se aliaron y accionaron en operaciones conjuntas con la temible Alianza Anticomunista Argentina, (Triple A), e incluso, la CIA había enviado, para asesorar a la represión local, a uno de sus más experimentados agentes en el programa de contrainsurgencia, el terrorista de origen cubano Félix Ismael Rodríguez Mendigutía, quien fue llevado a Buenos Aires como asesor,  por el general de división Tomás Sánchez de Bustamante, a la sazón jefe del Primer Cuerpo de Ejército argentino.

El jefe represor organizador del plan argumentaba que “muerto el perro se acabaría la rabia”: si de un solo golpe se lograba exterminar a los representantes de Cuba en el país, cesaría un importante soporte para los calificados por los golpistas como “subversivos”.

La Embajada de Cuba en Argentina, desde el restablecimiento de relaciones bilaterales plenas en 1973, se había convertido en un sitio solidario para los refugiados chilenos, que escapaban de la represión castrense tras el golpe criminal que derrocó a la democracia y al presidente de la Unidad Popular, Salvador Allende, en Chile, en septiembre de ese año. Allí llegaban también otros perseguidos procedentes de países de la región donde las dictaduras militares se habían establecido.

El 13 de agosto de 1975, estos terroristas atentaron contra el embajador de Cuba, en el barrio residencial de Belgrano, cuando se disponía a entrar a la sede diplomática. En agosto de 1976, dos funcionarios de esa Embajada  fueron secuestrados, torturados hasta la muerte y desaparecidos. Después, algunos empleados argentinos, que trabajaban en el colegio adjunto a la sede diplomática y en su oficina comercial, fueron también secuestrados y desaparecidos.

Entre el 3 de agosto de 1976 y marzo de 1978, fueron secuestrados dos cubanos y 12 argentinos vinculados a la Embajada de Cuba en Argentina.

El plan de ataque contra la Embajada cubana para apoderarse del botín infantil, había sido denominado con el nombre de Operación Gillette.

Para preparar la acción se estudió la zona donde estaba radicada la sede diplomática cubana, su movimiento vehicular, rutina y horarios de la entrada y salida de funcionarios, personal argentino de aseguramiento administrativo. Se tomaron, durante semanas, fotos del personal y se les registró con números que identificaban a cada uno. Se enviaron agentes de los grupos de tareas para que estudiaran el interior de la Embajada, conocer la cantidad de personal que trabajaba y la ubicación de los refugiados.

Para entonces, los grupos de tareas encargados de la acción, tenían estrechas relaciones con el Batallón 601 de Inteligencia del Ejército, entidad que reclamaba para sí el control total y absoluto de informaciones relacionadas con extranjeros. Los intercambios eran fluidos.

El plan no consistía en atentar contra un funcionario en particular, la esencia era asestar un golpe contundente contra la sede, donde se pudieran causar la mayor cantidad de bajas a los cubanos y sacar a los refugiados que estaban en su interior, que eran entonces algunos niños y adolescentes integrantes de la familia del líder argentino y opositor de la dictadura Mario Roberto Santucho, quien se encontraba clandestino en el país y los golpistas pretendían presionarlo con la captura de sus hijas y sobrinas asiladas en la sede cubana.

Este combatiente contra la dictadura fue asesinado el 19 julio de 1976. Su hermano Carlos Hiber Santucho, secuestrado en mayo de 1976, recluido en el Centro Clandestino de Detención, Tortura y Exter­minio conocido como Automotores Orletti, fue asesinado el mismo día. Su hermana, Manuela Santucho, quien también estuvo en ese centro, resultó asesinada posteriormente y desaparecida.

Conformada la información necesaria, comenzaron los análisis para la toma de decisiones: la agresión fue tomando cuerpo y aparecieron las reflexiones sobre los efectos benéficos de una acción de tamaña magnitud. Si bien su concepción aparentaba tener solidez y concordancia con el régimen represivo, también tenía inconvenientes políticos internos y externos, además de los operativos.

La sede diplomática, como toda Embajada, estaba “protegida” por el Departamento de Extranjeros de la Superintendencia de Seguridad Federal de la policía federal, que tenía un sistema de vigilancia permanente en la sede, incluso, con hombres apostados en su exterior. Mientras, el almirante Guzzetti estaba al frente del Ministerio de Relaciones Exteriores; sería un golpe contra una sede diplomática, que pondría en enfrentamiento a varios cuerpos armados, además de la violación al derecho Internacional, que afectaría a los intereses de la dictadura de ser reconocida y admitida por la comunidad internacional, que intentaba ser legitimada. Traería más inconvenientes que beneficios para la Armada. Era, en conclusión, una operación de tan alto riesgo diplomático,  que se decidió no asumirlo.

La reacción nacional e internacional que ocasionaría un acto como ese; en el mensaje que enviaría el gobierno de la junta militar con ese proceder; la imagen que daría la dictadura a pocos meses de instaurada, cuando estaba empeñada en legitimar y convencer a la comunidad internacional en lo necesario del proceso que se estaba desarrollando dentro de Argentina.

Este plan genocida desechado salvó la vida de siete niños y adolescentes, quienes desde el 16 diciembre de 1975 se habían refugiado en esa sede diplomática y que meses después se les uniría Marta Scavac la esposa de Haroldo Conti, poeta, periodista y escritor, secuestrado y desaparecido desde junio de 1976 y su pequeño hijo Ernesto.

No fue hasta el 27 de diciembre de 1976, que  la dictadura militar argentina en un gesto mediático dirigido a mejorar su imagen entregó los salvoconductos, largamente solicitados por más de un año, para la partida de los infantes asilados. Esa cruel dictadura, que desapareció a miles de argentinos y de otras nacionalidades se abstuvo de violar el derecho extraterritorial de una sede diplomática, 48 años después el violento gobierno de Ecuador, realizó una grotesca violación de la Convención de Viena y del ultrajado derecho Internacional, al invadir la sede diplomática de México, para secuestrar a un asilado, a quien se le otorgó el asilo diplomático y esperaba el salvoconducto necesario para salir del país. Se empleó la fuerza contra la sede y la violencia hacia sus funcionarios.

El derecho Internacional en Ecuador, tiene peculiaridades en su concepción y aplicación. En los tiempos del impresentable Lenín Moreno, abdicó su soberanía territorial en su Embajada en Londres, para entregar a Julián Assange, perseguido por Estados Unidos, nacionalizado ecuatoriano, cuando fuerzas inglesas penetraron por la fuerza en la misión para secuestrar al asilado, es decir entregó a su propio nacional por ley, sin respetar las disposiciones personales que lo acompañaban de protección. Poniendo en entredicho el valor de sus ciudadanos, ya antes había permitido que se colocaran medios de escuchas técnicas en su Embajada, para espiar a su nacional protegido. Rara práctica diplomática y ahora en lugar de emplear los canales diplomáticos asumidos por los países para mantener las cordiales relaciones, eligen, como salteadores de caminos treparse a cercas e invadir recintos obligados a proteger, sin recordar que uno de los principios internacionales es la reciprocidad ni considerar el impacto político, optaron por “marcar territorio” como los canes, en un país dominado por el crimen organizado, sometido por la violencia y a punto de convertirse en un Estado fallido.

(*) Escritor y profesor universitario. Es el autor, entre otros, del libro “Bajo las alas del Cóndor”, “La Operación Cóndor contra Cuba” y “Demócratas en la Casa Blanca y el terrorismo contra Cuba”. Es colaborador de Cubadebate y Resumen Latinoamericano.

Foto de portada: Agentes de la Policía ecuatoriana irrumpen en la Embajada de México para detener al exvicepresidente Jorge Glas / José Jácome/ EFE.

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