Cuba

Díaz-Canel: “Nada más político y a la vez cultural. Eso es Casa de las Américas”

Por Miguel Díaz-Canel Bermúdez.

Palabras pronunciadas por el primer secretario del Comité Central del Partido Comunista de Cuba y presidente de la República, Miguel Díaz-Canel Bermúdez, en el acto por el Aniversario 65 de Casa de las Américas, en La Habana, el 27 de abril de 2024. 

Saludos a las compañeras y compañeros que habitan Casa de las Américas;

Admirados y queridos condecorados hoy;

Distinguidos invitados;

Amigas y amigos:

Saludo y felicito, en primer lugar, a los condecorados esta mañana, y agradezco especialmente a Jorge Fornet su emocionada evaluación del significado de la obra de 65 años que celebramos hoy, magnífico, justo y bello ensayo sobre Casa de las Américas.

Mientras Jorge hablaba me han asaltado imágenes de un tiempo entrañable, cuando siendo adolescente aún y de visita en La Habana, de vacaciones —venía a casa de mis tíos—, pasaba siempre por aquí con la ilusión de ver salir a Haydée Santamaría junto a cualquiera de los grandes nombres latinoamericanos de la literatura, las artes plásticas o la música, que yo llegué a pensar que vivían aquí de tanto verlos en los noticieros ICAIC de Santiago Álvarez.

En mi opinión, uno de los mayores méritos y aportes de Casa es haber atesorado obras y memorias de extraordinario valor para nuestras culturas, incluyendo los detalles del singular origen de este hogar del alma americana, tal como lo contó Haydée a un grupo de trabajadores cubanos en junio de 1974. Y cito sus reveladoras palabras:

“Yo no entendía bien por qué tenía que ir allí. Yo no estaba entre las personalidades llamadas del arte y la literatura, ni siquiera tenía cultura.

“Era un pedazo de casa que parecía una iglesia, y la gente que estaba allí entonces. Ahí estuve dos o tres meses y le cambiamos el nombre. ¡¿Qué cosa era aquello de Sociedad Colombista Panamericana?!, pues vamos a cambiarle el nombre. Entonces me proponen varios nombres y entre los propuestos había nombres muy pomposos, y me quedé con el de Casa de las Américas.

“Quienes estábamos cerca de los compañeros que en este país saben lo que puede suceder, sobre todo Fidel, estábamos al tanto de que se avecinaban rupturas de relaciones con la América Latina, de que tendríamos grandes conflictos, todo eso ya sabíamos que vendría. Entonces yo empiezo a pensar que cuando nos aíslen de nuestro continente, era importante no aislarse de la cultura latinoamericana.

“Para mí, en el orden personal, era angustioso pensar que nos separaran de la cultura de nuestro continente. Pensaba, y sigo pensando, que la cultura de nuestro continente es en lo fundamental la misma. Y entonces decido quedarme en la Casa de las Américas. No podía aceptar que por el aislamiento que íbamos a padecer, un día nuestro pueblo no supiera cuáles eran nuestros antepasados indígenas, quiénes eran los escritores y los artistas de nuestro continente que habían sabido expresarlo en formas literarias y artísticas. Me preocupaba que un día, en este país, nuestros trabajadores, por haber quedado aislados de nuestro continente, no supieran quién había sido Ricardo Palma, del Perú, o el Martín Fierro argentino. Pues, aunque las culturas puedan llamarse internacionalistas, no cabe la menor duda de que hay raíces, y por aislamiento pudiéramos no conocer las raíces de nuestra maravillosa cultura, tan profundas y tan hermosas. No podemos aislarnos de nuestra cultura, porque nos aislamos de nuestra política, nos aislamos de Bolívar, nos aislamos de San Martín, nos aislamos de Martí. Y si nos aislamos de ellos, nos aislamos de nuestra cultura, porque ellos son parte esencial de nuestra cultura también”.

He comenzado con esta larga cita, porque la historia que sigue a esos inicios es tan tremenda, que incluso quienes tenemos más años, más relación y, por tanto, más responsabilidad en defender e impulsar sin reposo la obra de Casa, olvidamos e incluso desconocemos muchos de aquellos detalles conmovedores y esenciales de su nacimiento, hasta que una conmemoración como esta, de aniversario, nos da un buen pretexto para traer a Haydée de vuelta a Casa, como ha hecho antes Fornet.

¿Cómo fue que una mujer que se definió duramente a sí misma como alguien sin cultura, llegó a ser respetada, querida y honrada, aun después de la muerte, por algunos de los más prominentes y deslumbrantes autores de nuestra lengua, tal como atestigua esa magnífica colección de cartas recogidas en el libro Destino: Haydée Santamaría?

Hay que preguntarse si acaso la sensibilidad, el humanismo, la pasión y el compromiso revolucionario no son raíces suficientes para alimentar y hacer nacer y florecer la cultura.

Creo que la respuesta está en esa frase suya: “No podemos aislarnos de nuestra cultura, porque nos aislamos de nuestra política”.  Y está en que ese criterio lo expresara una de las heroínas de la Revolución cubana no ante un auditorio de artistas e intelectuales nucleados en torno a la Casa, sino precisamente ante un grupo de trabajadores, en la CTC, un suceso natural solo en el contexto de una Revolución auténtica, tal y como ocurrió, y lo recordaba Jorge, cuando en estos espacios fueron acogidos, como parte de la familia, los campesinos que vinieron al primer 26 de Julio en La Habana.

O cuando el 11 de septiembre de ese año fundacional vino a la Casa un joven jefe guerrillero de solo 28 años, vestido con su uniforme de campaña, el Comandante Raúl Castro Ruz, para intervenir en un ciclo de conferencias organizado por la Biblioteca José Antonio Echeverría. Llegó Raúl a esta misma sala, que después se llamaría Che Guevara, y desde aquí lanzó su trascendente “Mensaje de la Revolución cubana”, afirmando:

“Somos un país pequeño con una gran responsabilidad. Estamos explorando los caminos de la historia de la nueva independencia latinoamericana. Nuestra Revolución, como un faro de esperanza, proyecta su luz sobre nuestros países hermanos. La Revolución cubana —la Revolución de nuestro pequeño país—, ha sacudido a doscientos millones de latinoamericanos, les ha dado una nueva conciencia de sus fuerzas y de su destino, ha elevado el sentimiento de solidaridad y de cooperación latinoamericana en pro de los altos ideales de liberación, de progreso y de libertad, ha puesto en movimiento nuevas fuerzas, ha mostrado nuevas experiencias y descubierto nuevas posibilidades.

“América Latina encontrará los medios de juntarse y cooperar para acelerar su desarrollo y garantizar su libertad.

“Cuba está en la vanguardia de ese empeño. No dejaremos que la luz de la Revolución cubana se apague para los pueblos hermanos de nuestra América”.

Párrafos antes, en ese largo y profundo “Mensaje de la Revolución”, que Raúl dio a conocer en la Casa, se resalta la raíz martiana del trascendental proceso abierto por el triunfo revolucionario en su proyección latinoamericanista:

“Cuando Martí hablaba de Nuestra América, cuando no limitaba su patria a nuestras queridas islas, sino que se consideraba como hijo y servidor de toda Nuestra América, tenía presente, seguramente, esta similitud de los males que nos azotan, de los enemigos que nos atacan, de los peligros que nos amenazan.

“Nuestro es Martí, como nuestros son el cura Hidalgo, y el indio Juárez, Bolívar y San Martín, Artigas y O’Higgins, Betances y Eloy Alfaro.

“Sufrimos por nuestros males y por los males de todos los pueblos hermanos de América Latina”.

La obra de la Casa, desde su nacimiento, ha sido promover las artes y la literatura de nuestra región, trabajar para la integración latinoamericana y caribeña en el campo de la cultura y combatir las visiones coloniales que se imponen sobre los pueblos y subsisten y se renuevan desde hace más de cinco siglos. Nada más político y a la vez cultural. Eso es Casa de las Américas. Y eso es la Revolución cubana.

La labor orientada hacia la emancipación cultural y hacia la unidad que soñaron Bolívar y Martí, fue decisiva, en particular, cuando los Gobiernos de América Latina, con excepción de México, rompieron —bajo la presión del imperialismo— con la Cuba revolucionaria.

Mucho después, en 2019, en cálido mensaje de felicitación a Roberto Fernández Retamar y a su equipo, el General de Ejército Raúl Castro Ruz destacaba, nuevamente, el valioso aporte de la institución a la creación de “lazos y vías de intercambio cultural (para) entre los pueblos de América Latina y el Caribe” y al fomento de “una visión martiana y anticolonial entre los creadores de nuestra región”.

Fue precisamente el querido e inolvidable Roberto Fernández Retamar, quien en sus palabras por los 30 años de la institución, se refirió al “espíritu de servicio con que Haydée marcó a la Casa”, considerando determinante el hechizo personal de la heroína y “su manera inolvidable de vincular la política radical y la sensibilidad humanista”, así como “su convicción de que tan trabajadores de la Casa son los que laboran en sus locales como los que lo hacen en otros lugares y países, su necesidad orgánica de justicia y de belleza”.

Entre esos “trabajadores de la Casa” que sostuvieron muchos de sus proyectos desde otros países del continente, hay creadores que fueron asesinados de manera brutal por las dictaduras fascistas patrocinadas por el imperialismo para acallarlos y destruir la fuerza moral de sus ideas, como Rodolfo Walsh, Paco Urondo, Haroldo Conti o Víctor Jara.

Varios intelectuales perseguidos en sus países fueron acogidos en esta Casa, donde iniciaron líneas de trabajo que aún perduran, como Manuel Galich y el también vilmente asesinado Roque Dalton. Una figura entrañable de la Casa, exiliada en Cuba tras el golpe fascista, fue Miria Contreras (Payita), cercana colaboradora del presidente Salvador Allende.

Correspondió igualmente a la Casa de las Américas proteger las conmovedoras arpilleras de una creadora como Violeta Parra, tan amada por los sectores populares como odiada por la ultraderecha.

El Fondo Editorial de la Casa publicó a autores esenciales del pensamiento anticolonial, como Paulo Freire, Darcy Ribeiro, Pablo González Casanova, Adolfo Sánchez Vázquez, George Lamming o el propio Roberto, autor de ensayos ineludibles, como Caliban. Tampoco es casual que la Casa haya inaugurado su colección Pensamiento de Nuestra América con dos importantes tomos de textos del Comandante Ernesto Che Guevara.

La Casa de las Américas nos acercó a Rubén Darío, Machado de Assis, César Vallejo, Pablo Neruda, Alí Primera, Eduardo Galeano, Santiago García, León Ferrari, Osvaldo Dragún, Ernesto Cardenal, Roberto Matta, Augusto Roa Bastos y a otros escritores y artistas de Nuestra América.

Si el uruguayo Mario Benedetti creó el Centro de Investigaciones Literarias de la Casa y el guatemalteco Manuel Galich la revista Conjunto, de teatro latinoamericano, hay que recordar la labor fundadora de intelectuales y artistas cubanos, como Mariano Rodríguez, que fue presidente de la Casa; Alejo Carpentier, que escribió las bases del premio literario; José Lezama Lima, Pablo Armando Fernández, Harold Gramatges, Argeliers León, Umberto Peña, Eduardo Heras León y muchos otros.

La Nueva Trova tuvo en la Casa de las Américas su primer hogar, con el apoyo personal de Haydée. Aquí, en esta sala, tocaron juntos por primera vez Silvio, Pablo y Noel Nicola, a quienes se sumaron Vicente, Eduardo Ramos y Martín Rojas.  Aquella expresión originalísima de nuestra cultura se conectó con otros muchos cantautores convocados por la Casa, a instancias de la cineasta estadounidense y cubana Estela Bravo, para participar en aquellos Encuentros de la Canción Protesta.

Inolvidable entre las acciones trascendentes de Casa, el Primer Encuentro de Intelectuales por la Soberanía de los Pueblos de Nuestra América de 1981. En la declaración final del evento los participantes se comprometieron a enfrentar la maquinaria imperial de mentiras y manipulaciones defendiendo “la verdad, la justicia y la belleza, y no de un modo abstracto, sino con la decisión y la lucidez con que lo exige y lo merece la personalidad original de nuestras naciones”.

Parecen palabras escritas para hoy, cuando los fantasmas del fascismo corriente emergen como peligrosas caricaturas de un pasado, demasiado doloroso y cercano todavía para desestimar su vileza y su vocación de sometimiento a los mandatos imperiales.

Hoy he citado autores esenciales cuyas vidas y obras merecen un mayor espacio en la difusión del pensamiento anticolonial. Mucho debo en el reconocimiento de esas obras a los importantes apoyos de la Casa y de su actual presidente, nuestro querido Abel Prieto, y parte de su equipo, en la permanente y aguda crítica a la profunda crisis cultural que vive el mundo, conducido por el capitalismo salvaje a la temible barbarie anunciada por Rosa Luxemburgo.

No es posible olvidar que mientras aquí celebramos aquel gran hecho cultural que fue el nacimiento de nuestra Casa de las Américas, Israel ultraja la memoria de su propio pueblo, masacrando a los palestinos que sobreviven entre los escombros de Gaza. Y Estados Unidos, tras sucesivos vetos, se abstiene de votar un alto al fuego en el ya inútil Consejo de Seguridad de las Naciones Unidas, pero aprueba sumas mil millonarias para alimentar guerras, mientras reprime brutalmente a los estudiantes que protestan por el cinismo de sus gobernantes y acusa a otros de su ya inocultable irrespeto a los derechos humanos.

No hay mejor homenaje a todos los intelectuales y artistas que entregaron sus vidas junto con sus obras a la lucha antifascista y antimperialista promovida por la Casa, que hacer causa común con los que hoy batallan por los mismos ideales de justicia social, paz y auténtica libertad.

No quiero terminar sin dedicar un saludo agradecido al jurado del Premio Casa, que este año celebran los 65 junto a nosotros.  Sentimos profundo orgullo por hospedar a quienes trabajan intensamente para que siga siendo este premio “anticolonial, martiano, calibánico, expresión de apego innegociable a la cultura”, como hace unos años lo definió brillantemente Abel Prieto.

Abrazo también a los compañeros de distintas generaciones que han sido condecorados hoy y que ya forman parte de la rica historia de esta institución, que ha nutrido la cultura cubana, latinoamericana y caribeña.

Los felicito y los abrazo en este día de tanta significación. Abrazo a todos y cada uno de los trabajadores de la Casa y les pido que mantengan la mística que heredaron de Haydée, de Roberto y de los fundadores, que es la mística propia de la Revolución cubana.

¡Sigan enfrentando la mentira y las manipulaciones del imperio y sus mercenarios, y del nuevo fascismo, con la verdad, la justicia y la belleza!

Muchas gracias

Tomado de Cubadebate / Foto de portada: Juvenal Balán Neyra.

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